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Antonio Fontán De la Orden, el primer director de Radio Sevilla

Semblanza del ingeniero militar que "inventó" Radio Sevilla, la primera emisora de radio que emitió en España en 1924 contada por su hijo.

 

Este extenso articulo escrito por Antonio Fontán Pérez, guardado por su familia en el archivo de la documentación personal del político sevillano, que llegó a ser ministro de la UCD y Presidente del Senado, ha llegado a la redacción de Confidencial Andaluz y por su interés creemos interesante su publicación.

El extenso trabajo histórico recoge al detalle la biografía personal y profesional de su padre, Antonio Fontán de la Orden, el ingeniero que «inventó» Radio Sevilla y fue durante décadas su primer director responsable. Se trata de un personaje pionero en las comunicaciones sin hilo y cuya labor de entonces supuso el germen de la principal cadena radiofónica de España desde hace años, la Cadena SER (Sociedad Española de Radiodifusión).

Conforme se acerca Julio y la fatídica fecha del 18, recobra especial interés la lectura de cómo transcurrieron aquellos tiempos en Sevilla y el papel desempeñado por la primera emisora de radio que operó (en pruebas) en España, muchos años antes que  lo hiciese Radio Barcelona que, sin embargo, logró en Ginebra el indicativo EAJ 1, siendo el  número 5 para Unión Radio Sevilla. De todo eso y de muchas cosas más habla el trabajo que dejó escrito Antonio Fontán Pérez.

 

 

La principal y más duradera aportación de Antonio Fontán de la Orden (1891 1948) a su ciudad de Sevilla fue la Radio. Director, gestor y responsable de Radio Sevilla durante dos decenios prestó desde esas funciones valiosos servicios a la difusión de la cultura y al mundo de la comunicación en la capital y su provincia y en toda la Andalucía occidental a lo largo de todos esos años.

Los modestos – y rudimentarios – ensayos de radiodifusión que se habían hecho en la ciudad, adelantándose en sus primeras emisiones documentadas (agosto de 1924) a Barcelona y Madrid se habían convertido, ya a principios de 1926, bajo la guía de Fontán en la EAJ. 5 Radio Sevilla, una de las tres o cuatro emisoras más importantes de España, con una audiencia, corta en números, pero para esa época muy estimable. Una prueba significativa de la seriedad y de la voluntad de continuar ese esfuerzo es que la estación, integrada desde ese año 26, en la compañía Unión Radio (que luego en 1939 cambió su nombre por el de “Sociedad Española de Radiodifusión”, SER) ha podido mantener sus instalaciones en el mismo inmueble de la calle Rafael González Abreu donde la instaló Fontán hace ochenta años.

Antonio Fontán, Ingeniero militar, graduado en la Academia de su Arma de Guadalajara, había nacido en Madrid en el castizo barrio de La Latina donde su padre, farmacéutico, regentaba su oficina de farmacia o “botica” en la Plaza de Puerta de Moros de la capital. Pero sus raíces y vinculaciones familiares eran sevillanas y muy particularmente de la localidad serrana de Guadalcanal en donde a principios del XVIII – doscientos años antes de que naciera Antonio – se había instalado el primero de los Fontán de esa villa de que hay noticias. Había sido una familia de artesanos primero, después comerciantes y, por fin, casi a mediados del XIX, uno de ellos cursó estudios universitarios, Antonio Fontán Galván, abogado y desde 1860 hasta su fallecimiento veinticinco años, después magistrado en la audiencia de Trinidad de la Isla de Cuba. Su hijo, Manuel, el farmacéutico, padre de Antonio Fontán de la Orden empezó su carrera en la Universidad de la Habana y la terminó en la de Madrid en el 89.

A los tres o cuatro años de nacer Antonio, su padre tuvo la oportunidad de trasladar su “botica” a Guadalcanal, el pueblo de sus mayores, donde tenía familia y algunos intereses. De allí, conservando su vinculación con el pueblo, Manuel vino por razones profesionales a Sevilla donde actualmente entre la capital y Guadalcanal tienen su casa descendientes suyos de tres generaciones – hijos, nietos y bisnietos de Antonio Fontán de la Orden -.

Antonio Fontán de la Orden estudió todo su bachillerato en el Colegio sevillano de los Escolapios de la plaza de los Terceros. Tras acabarlo en 1906, ingresó al año siguiente en la Academia de Ingenieros de Guadalajara. Casi toda su vida militar hasta que se retiró con el empleo de comandante en 1931 (con la reforma militar de la República) transcurrió en Sevilla. Siendo joven teniente estuvo casi un año en Marruecos, a donde fueron trasladadas unidades sevillanas de su Arma, tomando parte en operaciones militares en la zona occidental del Protectorado. Al cabo de ese año, gravemente enfermo, hubo de ser evacuado a la Península reincorporándose a su regimiento de Sevilla. En 1916 contrajo matrimonio en Guadalcanal con una joven de allí, Susana Pérez de Leyva, de familia amiga y conocida de la suya. Hijos de ese matrimonio fueron los tres hermanos Fontán Pérez, nacidos, criados y educados en Sevilla.

En sus trabajos militares, como oficial del Arma de Ingenieros, Fontán hubo de ocuparse especialmente de los servicios de transmisiones, lo cual no dejó de hacerle interesarse por los casi nacientes sistemas de las comunicaciones inalámbricas por las que habían desatado en todo el mundo una verdadera fiebre los inventos y ensayos científicos del sabio italiano Guillermo Marconi, coronados en 1909 con el Premio Nobel de Física. Entre las TSH – telegrafía y telefonía sin hilos – esta última era la gran novedad y todo el mundo pensaba que se abría una nueva era para la comunicación humana. Marconi, en los Estados Unidos, en Inglaterra y en toda Europa, era algo así como el Bill Gates de los primeros decenios de aquel siglo XX.

 

 

Los “sinhilistas”, como se empezó a llamar en España a los seguidores de las nuevas tecnologías, se extendían desordenadamente por todas partes. También en España y por lo que hace a la nueva y prometedora “telefonía” de las ondas, hubo numerosos y dispersos brotes de “sinhilismo”. No es seguro ni parece probable por lo que se sabe de su carácter, realista y práctico, que Fontán fuera uno de esos “sinhilistas”. Pero prestó atención a lo que se veía venir.

Marconi vino a Sevilla, río arriba, en su yate “Electra” en 1923 y fue recibido por el rey Alfonso XIII en los Reales Alcázares. Hubo una recepción en el “Electra” con explicaciones técnicas de los instrumentos de comunicación a bordo en el puerto fluvial. El capitán Fontán fue uno de los que tuvieron oportunidad de visitar el barco. Todavía parece que nadie había iniciado emisiones de radio en Sevilla. Las primeras que anunciaron o registraron los periódicos tuvieron lugar en agosto del 24. Antes que las de Radio Barcelona del año siguiente. Pero por entonces, bien fuera un poco antes o un poco después, Antonio Fontán y algún otro – o algunos otros – de sus compañeros militares establecieron una especie de modesta instalación de trabajos relacionados con la radiotelefonía en la calle Santo Tomás de la ciudad en la acera de enfrente de la Casa Lonja. Probablemente allí se expendían o reparaban aparatos de galena, válvulas y quizá algo de los primeros receptores y cosas semejantes. No parece que aquello fuera un éxito económico, ni se sabe bien cuándo empezó ni como terminó.

Entre agosto y noviembre del 24 fueron las primeras emisiones de radio de Sevilla. Hubo alguna sociedad que las inició, y unas asociaciones de entusiastas radioescuchas, y unos técnicos bien preparados para aquellos tiempos que las pusieron en marcha. Todo eso ha sido estudiado por el historiador de la radio andaluza, Antonio Checa Godoy, que es el investigador que mejor conoce el tema. Llegó a haber hasta dos emisoras que funcionaban unas horas – un par de ellas – cada día en horarios compatibles y que transmitían música, canciones y alguna obra de teatro o un recital de literatura. En la inicial reglamentación de las ondas que hizo el gobierno recibirían los distintivos de EAJ 5 y EAJ 17, siendo el nunca descifrado acrónimo EAJ el asignado a España por acuerdos internacionales. Los libros de Checa dan detalles de quiénes fueron los promotores y qué hizo cada uno de ellos o sus sociedades o asociaciones.

Por fin, en 1926 estaba ya constituida y funcionando la sociedad Unión Radio promovida por la persona a quien más debe la radiodifusión española, el joven ingeniero Ricardo María de Urgoiti, hijo de don Nicolás María, el presidente de la Papelera Española y del diario El Sol. En Unión Radio participaban por invitación de Urgoiti diversas compañías industriales de los campos de la electrotecnia, los transportes y las comunicaciones. Unión Radio y, muy particularmente Urgoiti se interesaron por lo que había en Sevilla y por lo que desde allí se veía posible hacer. Unión Radio había nacido con el propósito de reunir fuerzas y colaboraciones para establecer en España una red o cadena de radio como había ya en Norteamérica, si bien a la escala de este país.

 

 

Fontán, ingeniero militar y persona bien relacionada en Sevilla por amistades personales y razones de familia tomó parte en las negociaciones, para aunar las entidades que con números distintos se llamaban EAJ en Sevilla y, pronto fue el delegado de Unión Radio en Sevilla tras fusionarse bajo su dirección las EAJ 5 y EAJ 17 del año 24.. Para cuestiones técnicas contaban Urgoiti y Fontán con Joaquín Ruiz, ingeniero andaluz instalado en Barcelona, que estaba considerado como uno de los primeros y más prácticos expertos en estas materias de emisión y transmisión de radio y con la asistencia de otros técnicos como Sánchez Cordobés y García Ballesta que había sido uno de los iniciadores de radio en Sevilla y siguió trabajando con Fontán en la refundida emisora. Años más tarde, en 1934, cuando Radio Sevilla, actualizando su tecnología instaló la nueva emisora en las afueras de la ciudad, en el barrio de Miraflores, Ruiz, estrecho amigo de Fontán y primer técnico de Unión Radio, trabajó en las instalaciones, codo a codo con él y con sus colaboradores. Junto a la emisora organizó Fontán la Unión de Radioyentes, como había hecho Unión Radio en Madrid, que en sus inicialmente modestos talleres empezó a prestar servicios técnicos a sus socios, fomentando así el interés público por esa novedad que era la radio que reunió en poco tiempo dos o tres mil asociados. También se inició casi enseguida la publicidad comercial, haciendo muy popular la voz y la persona del primer locutor – “speaker” se decía entonces – de EAJ 5. Unión Radio Sevilla, Julio Estevarena. Quizá entre los sevillanos más mayores sean todavía no pocos los que recuerden su nombre y su voz.

En la programación con una emisión de “sobremesa” y otra de noche que cubrían seis y después ocho horas al día, se sucedían programas musicales, entre los que pronto empezó tener cierto éxito de audiencia la orquesta de cámara, un sexteto de excelente profesionales de cuerda y un pianista, otros de discos, retransmisiones de teatro de frecuencia irregular, cantantes y “cantaores” locales o de la provincia, etc. Hubo también retransmisiones de teatro – incluso alguna Opera desde el Liceo de Barcelona, y se radiaron también colaboraciones literarias. Las retransmisiones desde fuera del estudio y más si eran de fuera de la ciudad en aquellos años veinte y principios de los treinta planteaban problemas técnicos para trabajar por línea telefónica y obtener buen sonido en antena.

No tardaron mucho en aparecer en Radio Sevilla los primeros trabajos propiamente periodísticos y antes del año treinta noticiarios de información local. con entrevistas a políticos y personalidades del mundo cultural o deportivo. También taurino, especialmente en temporada. El que más trabajó en esos servicios informativos de la ciudad y región fue Fernando López Groso. Después, muy joven Joaquín Carlos López Lozano, que años más tarde sería director del ABC sevillano, y que firmaba en la prensa como “Elido” y “Roberto de Arenzaga”.

En 1930 Unión Radio Madrid (EAJ 7) inauguró el primer programa informativo radiodifundido en España. Se llamaba “La Palabra”, diario informativo de Unión Radio, y se ponía en antena por las cinco o seis emisoras de la compañía todos los días a las dos y media de la tarde. La Radio Sevilla de Fontán lo transmitió diariamente sin más excepciones que algún primero de mayo de huelga general en toda España, el 10 de agosto de 1932, cuando en la frustrada sublevación militar del general Sanjurjo, la emisora fue ocupada pacíficamente y sin incidentes por los alzados y el 18 de julio del 36, cuando la emisión del diario “La palabra” que estaba dando noticias de las primeras sublevaciones militares y “su control” por parte del gobierno, fue interrumpida dando paso a la voz de un capitán de infantería, llamado Díez, que con un pequeño grupo de soldados tomó el micrófono para dar lectura al bando del General Queipo de Llano declarando “el estado de guerra”. Otro grupo militar ocupó las instalaciones de la emisora en el distrito de Miraflores, todo ello sin incidentes.

Se ha dicho y escrito que Fontán, militar retirado había sido advertido por antiguos compañeros y amigos suyos de la sublevación y se cita al comandante y luego teniente general Cuesta Moreneo, al que se atribuye la preparación del alzamiento en Sevilla. Pero parece que no hay pruebas ni documentos ni a favor ni en contra. Sí es seguro que desde la Capitanía General – o Jefatura de la Segunda División Orgánica de la que se había apoderado Queipo con la colaboración de Cuesta y otros oficiales de Estado Mayor, se pidió a Fontán, que estaba en su despacho de la calle González Abreu, donde hacían guardia los soldados del capitán de infantería, que se pusieran los medios precisos para que el General pudiera hablar por la radio desde el despacho de la Plaza de la Gavidia. Fontán con un técnico de la emisora se desplazó hasta allí con un micrófono, un amplificador, que se utilizaba para emisiones transmitidas vía telefónica y los recursos más elementales para poder conectar el despacho de Queipo, con el estudio de González Abreu y las instalaciones de Miraflores, que entonces tenía una potencia de cinco kilovatios, la mayor del sur de España, donde las emisoras locales no pasaban de medio kilovatio. El ingeniero de la casa y del cuerpo de Telégrafos Fernando Machado Cayuso colaboró en los mínimos montajes indispensables para que el general sublevado pudiera hablar. No consta ni el contenido de aquella primera “charla” de Queipo ni se pudo emitir el mismo sábado 18 de julio o al día siguiente. Se apunta con cierto fundamento en que habría sido el mismo sábado 18.

 

El micrófono usado por Queipo de llano en sus alocuciones.

 

Algo semejante, pero con distinto final había ocurrido el 10 de agosto del 32. Pero en esa primera ocasión Radio Sevilla tenía mucho menos potencia y un alcance más corto. En cambio, la Radio Sevilla de 1936, con las instalaciones técnicas de Miraflores del 34 se oía bastante bien en casi media España y con dificultades en casi todo el resto.

Fue política de Radio Sevilla y de Unión Radio que sus noticiarios, intervenciones de políticos, el diario “La Palabra” y las transmisiones de acontecimientos fueran rigurosas y meramente profesionales e informativos, sin editorializaciones ni opiniones atribuibles a sus emisoras. Eso determinó que las relaciones de la sociedad y de la emisora sevillana con las autoridades transcurrieran sin problemas ni dificultades. Cuando en la Feria de abril de 1936 un sevillano tan destacado como Martínez Barrios, presidente del Congreso de los Diputados ocupó temporalmente la Jefatura del Estado y visitó las instalaciones feriales y celebró otros actos en su ciudad natal, Unión Radio Sevilla cubrió la información con toda atención y deferencia. (A nadie se le ocultaba en Sevilla que el comandante (retirado) Fontán de la Orden no era precisamente un entusiasta del Frente Popular).

En Radio Sevilla trabajaban habitualmente casi dos docenas de personas. Unos podían ser considerados de derechas, como el propio director y otros no como algún estrecho colaborador y secretario en Sevilla, del ministro del Frente Popular, el ilustre abogado Manuel Blasco Garzón.

El entendimiento de Radio Sevilla y de Fontán con las autoridades republicanas no dio lugar a ningún problema en la difícil y crispada situación de Sevilla en los años treinta del pasado siglo. Igual ocurrió con los sindicatos laborales – todos de izquierda y en los conflictos y en las huelgas más o menos generales de ese tiempo.

Desligado de sus ocupaciones militares a partir de su retiro del Ejército en 1931, Antonio Fontán revalidó la condición “civil” de Ingeniero a que tenían derecho los oficiales del ejército de Ingenieros y Artillería, como le fue reconocido por un decreto firmado por el Presidente del Gobierno, Manuel Azaña y Díaz. En ese concepto desarrolló en los años 31 a 36 varias actividades en Sevilla y en Andalucía. Fueron entre otras la instalación técnica y profesional de modernos _ para entonces – Mataderos en Peñarroya (provincia de Córdoba) y en Cádiz, y ya en su ciudad de Sevilla en relación con esos mismos montajes industriales y la representación de otros productor industriales y comerciales, dedicó atención al ejercicio independiente de lo que entonces se llamaban “Agentes Comerciales”. Era una actividad profesional de no pocas personas, no muy claramente definida en algunas circunstancias, pero era una realidad social, al servicio del público y en la que había no sólo que defender presuntas situaciones corporativas, sino asegurar un honesto y buen servicio a la sociedad. Fontán fue elegido Presidente del Colegio Oficial de Agentes Comerciales de Sevilla y ejerció ese cargo durante algo más de tres años, en los que el Colegio en cuestión ganó crédito y estimación pública. Al ceder su mandato a su primer Vicepresidente, Antonio Fontán recibió el general reconocimiento de la corporación que bajo su presidencia se había convertido ya en una realidad social asentada en la ciudad.

También unos años antes, en el decenio de los veinte, se celebró en Sevilla el Congreso Nacional de la Asociación para el Progreso de las Ciencias, que era una organización multidisciplinar que organizaba periódicamente cada varios años unos congresos nacionales de carácter científico en diversas ciudades de España. Fontán fue miembro activo de la Comisión Organizadora sevillana en la sección de Ciencias aplicas y tecnología, invitado a ello, probablemente, por sus trabajos en Radio.

Entre los asuntos de la Radio Sevilla y su matriz Unión Radio y los de los Agentes Comerciales, Antonio Fontán viajaba con frecuencia principalmente a Madrid. Entre eso y la activa vida social y los innumerables contactos profesionales, sociales y políticos que siempre mantuvo, Fontán en 1936 llegó a ver con claridad meridiana lo que podía acaecer en España. Uno de sus hijos ha publicado una carta, sumamente expresiva y clarividente que dirigió a su tío político el notario de la Habana, que estaba casado con María Luis Fontán Amat, hermana de su padre. Cuando Manuel Fontán Amat, tras el fallecimiento de su padre se vino a España, para terminar la carrera y encaminarse al Guadalcanal de sus mayores y de sus parientes, las hermanas Fontán Amat que eran tres se habían quedado en La Habana y serían de esa nacionalidad desde la proclamación y reconocimiento del República de Cuba. Mantuvieron, sin embargo, ellas y los suyos mantenían frecuente relación epistolar con los hermanos y sobrinos españoles.

 

Gonzalo Queipo de Llano, de paisano, por una calle de Sevilla.

 

Néstor Trémols Amat, el esposo de María Luisa, era notario en La Habana, conocía España y era tan español como cubano. Seguía con especial atención las cuestiones y problemas de España y en 1936 no ocultaba su preocupación por lo que aquí podía ocurrir.

La carta de Antonio a Néstor es de 30 de abril de 1936, a los dos meses y medio de la victoria del Frente Popular y otros dos meses y medio antes de la sublevación de 18 de julio. Dice así:

“Ahora tenemos por un lado el marxismo, pero no un marxismo constructor de un nuevo orden social, sino un marxismo que las masas interpretan como la destrucción de lo existente, sin preocuparse de crear nada que lo sustituya, Frente a él una coalición nacional, todavía sin acabar de definir ni organizar, con un fondo cristiano y patriótico, sobre la que opera cada vez con mayor fuerza la seducción fascista, a causa del ejemplo de la recuperación internacional de Italia y Alemania. Las consecuencias son dramáticas y el porvenir incierto y terriblemente amenazador. Creo, concluía Fontán, que es inevitable un choque: un choque violento, pero del que puede resultar una situación inestable en la que el país no acabe de encontrar en mucho tiempo la tranquilidad necesaria para emprender una reconstrucción económica y social, sin las cuales sólo es previsible un colapso histórico”.

Estuviera o no al tanto de lo que proyectaban los conspiradores militares, no cabe duda de que Fontán estaba muy seriamente preocupado por el futuro de España y preveía lo que iba a ocurrir.

El día siguiente al de la carta era el 1 de mayo, la Fiesta del Trabajo, día de Paro General decretado por los sindicatos y los partidos de izquierda con las más terribles amenazas para los que no lo secundaran. No había gentes sindicadas ente los veinte y pocos trabajadores de Radio Sevilla. Fontán visitó al Gobernador Civil Varela Rendueles, republicano de izquierdas garantizando que en día los empleados no acudirían al trabajo, que se emitiría constantemente música en las horas de emisión habitual y que sólo estarían el ingeniero Machado en las instalaciones de emisión en Miraflores y él personalmente en González Abreu, por si las autoridades consideraban en algún momento necesario decir algo a los radioyentes y en general a la ciudad.

En grandes números desfilaron por el centro de la ciudad en formación casi varios centenares de sindicados con camisas rojas (los socialistas) y azul claro con botones blancos los comunistas, mientras coreaban gritos de UHP “Uníos. hermanos Proletarios” y otros menos académicos dirigidos contra sus adversarios políticos. Pero parece que aquel día no ocurrieron graves incidente.

El 10 de agosto del 32 en Sevilla realmente no pasó casi nada. La sublevación fue más hablada que efectiva. Pero al día siguiente cuando ya se habían rendido los sublevados, hubo asaltos e incendios de casas de posibles sospechosos de participación en la “sanjurjada” y una muy severa represión de los militares y civiles que aparecía complicados en el plan. Fueron los procesos de Sanjurjo y sus compañeros, la condena a muerte del general y su prisión en el penal del Dueso, la suspensión de periódicos, las deportaciones Villa Cisneros en el Sahara, etc. En Sevilla un grupo de los militares, casi todos retirados, ajenos a la sublevación organizaron unas operaciones para ayuda de las familias de los condenados o deportados y ayudaron a escapar a algunos de ellos. También conectaron con compañeros de Madrid y otros lugares.

Fontán, según se ha sabido después de la Guerra civil y con documentos que él conservaba, fue tan discreto como activo tanto en recaudar y custodiar fondos de socorro para los procesados que se habían quedado sin sueldo, pagar colegios de sus hijos, promover recursos legales, etc., incluso organizar la huida a Portugal de algún jefe militar. Pero esa actividad, discreta y casi secreta no fue ni siquiera conocida ni por las gentes de la radio, ni por Unión Radio. Si bien para nadie era desconocida la ideología de Fontán, que nunca militó ni militaría en formaciones políticas.

En 1933 amarró por primera vez en Sevilla, en los terrenos de Hernancebolla donde se halla el actual aeropuerto el dirigible Graf Zeppelin, que en los nueve años de servicio transportaría unos trece mil pasajeros y que se desplazó en repetidas ocasiones a Norteamérica a una velocidad cercana a las cien millas por hora. Parece que hubo una incidencia que pudo ser grave, pero que fue controlada. Después hubo otros vuelos más con amarre en Sevilla; por lo menos dos, en uno de ellos -el del año 34 o del 35 – hubo una novedad de interés para la radiofonía y Radio Sevilla. El dirigible despegó y durante algún tiempo sobrevoló la ciudad y su comarca llevando a bordo al director general de Unión Radio, Ricardo Urgoiti que micrófono en mano describía el viaje, mientras Fontán desde tierra, auxiliado por un técnico de la casa conectaba por teléfono sin hilos con la aeronave y con la emisora en lo que quizá fue, al menos en España, una emisión de esta clase.

El 18 de julio de 1936 fue la sublevación militar en Sevilla, sobre cuya historia se han escrito buenos y malos libros. Enseguida aquello fue la guerra civil, de la que no procede habla aquí. Fontán se unió a los sublevados y colaboró con ellos desde la emisora. A los pocos meses, establecido ya el frente en Madrid, el comandante Fontán se trasladó a esa zona para prestar durante algunas semanas asistencia técnica a los servicios de comunicación y de altavoces que se organizaron allí.

A principios del 37 se incorporó al frente en el Ejército del Sur, en la provincia de Córdoba. Precisamente allí, el 7 de marzo fue herido de balas de fusil cuando trataba de examinar para instalar algunas trincheras o fortificaciones. Tardó unos meses en recuperarse, aunque pronto convaleciente, volvió al trabajo en la radio y en algunos cursos de entrenamiento para nuevos soldados de transmisiones y fortificación, precisamente en Hernancebolla, donde se estableció un campo de instrucción que él recorría dando clases apoyado en sus muletas.

Desde que se repuso de sus heridas a principios de verano de 1937, Fontán pasó la mayor parte de la guerra como Jefe de Ingenieros del Cuerpo de Ejército de Extremadura con sede primero en Llerena y después durante más de un año en Villanueva de la Serena. Retuvo sus responsabilidades como Director de Radio Sevilla en permanente contacto con el Ingeniero Machado que se ocupaba de la gestión directa de la empresa – que no dejaba de ser una pequeña empresa. Pero que con sus otras principales emisoras (Madrid, Barcelona, Valencia) confiscadas por el gobierno republicano, su Consejo de Administración disperso entre las dos zonas y el Director General Urgoiti en Argentina, a donde hubo de dirigirse huyendo de las amenazas de que era objeto en Madrid, hubo de sostenerse sobre sus propios pies y sobrevivir así.

Desde el punto de vista político e informativo Radio Sevilla, la más potente emisora de radio de la zona nacional, estaba sometido a la censura y control de las autoridades militares, más que de las incipientes estructuras políticas civiles – es decir, falangistas -. Probablemente eso se debía a la condición militar que había recobrado Fontán y a su prestigio personal. La gente mejor informada se daba cuenta. En una ocasión el cardenal Segura tuvo ciertos problemas con las antenas y los receptores de su residencia en el Palacio Arzobispal, en donde él quería poder escuchar no sólo las radios oficiales -la misma de Sevilla y la naciente Radio Nacional – sino las emisoras extranjeras y muy en primer lugar Radio Vaticano. Informado de ello Fontán se desplazó enseguida desde Extremadura a Sevilla y acudió él personalmente con los técnicos de su emisora y el material preciso para atender la petición de Don Pedro. Pero por la urgencia de volver enseguida a Villanueva acudió al Palacio con su uniforme de campaña. Segura, interesado siempre por la política y poco amigo de las autoridades civiles que en la “zona nacional” estaban tomando posiciones de poder, preguntó a Fontán si a su emisora no le creaban problemas y trataban de apoderarse de ella los falangistas. Al decirle Fontán que no, el cardenal repuso que lo comprendía, porque él – el hombre de la radio – se vestía de coronel y esos nuevos políticos civiles no se atrevían con él y tenían que respetarlo.

Sus ocupaciones militares en un frente de guerra relativamente tranquilo como fue durante más de un año -38-39 – el de Extremadura, permitieron a Fontán trasladarse a Burgos a San Sebastián y otros lugares para ocuparse de trabajar en la reconstrucción de Unión Radio cuando terminara la contienda y escapar a los proyectos nacionalizadores de los servicios falangistas de prensa y propaganda dirigidos por colaboradores de Serrano Súñer, en los que empezaban a destacar Antonio Tovar, Dionisio Ridruejo, Pedro Laín y otros jóvenes entonces que escalaban importantes puestos de responsabilidad en los escalones del gobierno. Radio Sevilla seguía siendo la más escuchada emisora de radio de los nacionales y el militar – nada político – que la dirigía, herido de guerra que venía del frente a los despachos de la retaguardia, era un intocable. (Por ese mismo tiempo el Ingeniero Virgilio Oñate, que era secretario del Consejo y consejero de Unión que había logrado salir de Madrid y estaba en San Sebastián estaba dando los primeros pasos para rehacer legal y efectivamente la compañía, apoyándose en la emisora de Sevilla y otras menores, como eran Santiago y San Sebastián). En esos meses finales de la guerra se salvó la continuidad empresarial de la radio privada en España cambiándose el nombre de Unión Radio en el de Sociedad Española de Radiodifusión, la SER.

 

 

Antonio Fontán, al término de la guerra reingresó en el Ejército, a los cuarenta y ocho años con el empleo de Teniente Coronel – sería coronel tres años después – y siguió al frente de Radio Sevilla y, desde el cuarenta y tres, viviendo ya en Madrid, como Jefe de Automovilismo primero y después Jefe de Ferrocarriles del Ejército, y Subdirector General de la Ser junto a Oñate y al nuevo Consejo de Administración que presidió Antonio Garrigues y al que se incorporaría unos años después el propio fundador de Unión Radio, Urgoiti, tras su regreso de América.

(Por cierto, en relación con Urgoiti y su regreso ocurrió un hecho de carácter estrictamente particular, pero que pone de relieve algunos rasgos muy significativos de la personalidad de Antonio Fontán. Urgoiti había tenido que salir del Madrid republicano donde su vida corría peligro y se marchó a América. En la zona nacional en plena guerra y en los primeros tiempos de la postguerra, el Director de Unión Radio Madrid, la primera emisora del gobierno de República, y además de apellido Urgoiti, el “dueño” de El Sol, el gran periódico de Ortega y de la República, no habría sido nada bien recibido. Pero Urgoiti era dueño de unas acciones de Unión Radio – quizá no muchas, pero significativas por la historia y de la entidad y el apellido del titular -, de acuerdo con Oñate y con una hábil operación jurídica esas acciones, ahora de la SER, fueron atribuidas a Fontán. A principios del año 43, Urgoiti volvió a Madrid por así decir con todos sus papeles en regla. Y recibió de Fontán, sin publicidad, y a su nombre personal esas acciones SER que antes habían sido de Unión Radio. Había habido algunas cartas entre ellos – don Ricardo y don Antonio, o el “coronel” como se llamaban entonces las personas como ellos -. Urgoiti y Fontán habían trabajado juntos desde 1926 y se había establecido una buena amistad entre los dos. Pero esas acciones fueron probablemente los primeros bienes que recuperó Urgoitia a su regreso y estos sin problemas legales o políticos).

Durante los últimos años de gestión directa de Fontán al frente de Radio Sevilla, la programación – especialmente la informativa – estuvo sometida al control de la censura, y la información nacional e internacional era exclusiva de Radio nacional de España con la que tenían que conectar obligatoriamente todas emisoras de radio del país. Era libre la programación comercial, cultural y deportiva y, hasta cierto punto la local, siempre que se procediera con “prudencia”, es decir sin molestar a los gobernadores civiles y a la Falange.

La Radio Sevilla de Fontán dio noticias de la vida local y de los problemas y proyectos públicos diarios de la ciudad, incrementó las noticias deportivas – Sevilla y Betis -. En esas informaciones se acreditó como joven periodista López Lozano, que firmaba como Elido. También se transmitieron eventos culturales, como funciones de teatro, en el San Fernando y conferencias y charlas literarias como las de Federico García Sanchíz. Radio Sevilla organizó visitas histórico – artísticas a los monumentos de la ciudad guiadas e ilustradas por profesores universitarios y algunos ciclos literarios, por ejemplo el del centenario de San Juan de la Cruz. Fontán, personalmente, elaboró unas lecciones sobre novedades científicas de los mundos de la física y de la química, a modo de breves estudios de diez o quince minutos de duración a los que ponía voz un “speaker”.

 

 

En los años en que trabajó como subdirector general en la central de la SER en Madrid se ocupó entre otras cosas de asuntos de personal y hubo varias ocasiones en que avaló a algunos buenos profesionales de antecedentes republicanos en la guerra civil a quienes, desde instancias políticas, ajenas a la casa, se les quiso discriminar para asumir responsabilidades o acceder a los micrófonos. Otros directivos de la SER, el Director General Oñate y el de programas, Aznar, siempre respaldaron esta política de Fontán.

De ese tiempo madrileño son algunas publicaciones suyas de asuntos militares, acerca de los servicios de automovilismo y ferrocarriles de las fuerzas armadas que le correspondió dirigir. Desde el año 46 hasta su fallecimiento el 2 de noviembre de 1948, Antonio Fontán fue procurador en las Cortes, por elección de los empresarios de transportes y comunicaciones, que quisieron elegir a alguien que no estaba ni él ni su empresa, la SER, en el juego de la competencia comercial de los dos grandes ramos de aquel “sindicato vertical”. También como Coronel Jefe de los ferrocarriles militares perteneció al Consejo de Administración de la RENFE, que entonces presidía otro ingeniero militar.

En junio de 1948, teniendo entonces cincuenta y siete años de edad Antonio Fontán terminó el curso para el ascenso al generalato en la Escuela Superior del Ejército. Quizá, al terminar la guerra civil había reingresado en el Ejército, pensando que sin tardar mucho podría llegar a ese escalón de la milicia. Su hoja de servicios y sus méritos profesionales eran un buen augurio. Un imprevisto y casi repentino accidente de salud le obligó a ingresar en el Hospital Militar de Madrid el día 1 de noviembre de 1948. La cadena de visitas del día siguiente de compañeros y amigos civiles y militares y personas de la radio – sorprendidos todos – llenaron los pasillos que conducían a su habitación. A no pocos de ellos pudo darles las gracias y con débil voz desde la “tienda de oxígeno” bajo la que pasó sus últimas horas. A todos impresionó grandemente la serenidad con que les saludaba. Cuando le llevaban al quirófano para operarle en la madrugada anterior, pidió que estuviera aguardándole allí el capellán del hospital. Tras unos minutos con él dijo, en medio de sus molestias que ya podían empezar los cirujanos a trabajar para ver si salía con bien.

Pareció que era posible. Pero no fue así. Al final de la tarde del día 2 falleció pacíficamente. Tenía cincuenta y siete años. Pocas semanas después ascendió a General de Ingenieros el compañero que le seguía en el escalafón.

Antonio Fontán Pérez.
Marqués de Guadalcanal

(1923-2010)