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Barcelona arde: algo nuestro se quema, Ministro

No trate de engañarnos, señor ministro del Interior. No se justifique con su palabrería, ni se escaquee detrás del descerebrado Torra.

 

La “sentencia del procés” ha sido una excusa para desatar la violencia en Cataluña, auspiciada por su Generalidad. “En estos días de violencia e insurrección generalizada” ―me escribe un teniente general muy experto en temas catalanes―, “se ha puesto al descubierto la verdadera cara de un separatismo xenófobo, insolidario y ultra radical”. Torra ha enterrado así la posibilidad del mínimo acuerdo político que cínicamente demanda. La respuesta gubernamental no ha estado a la altura de la agresión de los violentos. El ministro del interior, señor Grande-Marlaska, ha tratado de escurrir el bulto, mientras Cataluña y especialmente Barcelona ardían: “Torra debe decidir si quiere ser presidente de los catalanes o un activista”.

Admito que Torra está detrás de las barricadas, agresiones, asaltos a comercios, pillaje, cortes de vías de comunicación, atentados, incendios y demás fechorías. Pero no es menos cierto que también encabeza la Generalidad. Y que él no necesita optar, señor Grande-Marlaska. Porque hace cuanto le viene en gana. Porque se le deja hacer impunemente. El pasado jueves, por ejemplo, encabezó, por unas horas, una de las cinco columnas que ilegalmente cortaban carreteras, mientras se dirigían a Barcelona para sumarse al destrozo de la Ciudad Condal, afán al que los separatistas se dedican con particular eficacia. Y, sin casi solución de continuidad, Torra anunció, en el parlamento autonómico, su intención de organizar otro “referéndum de autodeterminación”, en flagrante desacato estando todavía calentita la sentencia condenatoria del Supremo a los sediciosos catalanes.

Torra ―entérese señor Grande-Marlaska―, es inasequible a la convivencia y se regodea en una dualidad impensable en otros pagos más serios. ¿Hasta cuándo tanto desafuero, señor ministro? Y uno se teme que, posiblemente, hasta que el señor Sánchez, o bien salga de la Moncloa, o bien abandone su espejismo de creerse él capaz de arreglar el irredento conflicto de España en Cataluña. ¿O es que, en este segundo caso, el señor Sánchez piensa que va a vivir más de quinientos años? Y, mientras tanto, Torra se pitorrea de todos ―y principalmente se cisca en usted, señor Grande-Marlaska―, cuando maliciosamente atribuye a “infiltrados” la autoría de aquellos desmanes.

Señor ministro del interior, usted todavía no se ha enterado de lo más elemental de la lucha antidisturbios. Porque frente a los violentos, que se concentran para “operar” en puntos concretos, el volumen de agentes ―que forzosamente deben cubrir todo el territorio―, es siempre muy inferior en tales puntos. Desequilibrio en número que la policía ha de compensar con la instrucción, la movilidad y, sobre todo, con la calidad de los medios a su disposición. Por ello, impedir a la policía el uso pleno de los medios antidisturbios, así como no emplear a fondo la gran eficacia de la Guardia Civil, frente a las violentas hordas separatistas, es poner alegremente a nuestros agentes al pie de los caballos. Eso es lo que usted ha propiciado, señor Grande-Marlaska.

Sin el acompañamiento de la acción temprana y contundente, la “firmeza, proporcionalidad y unidad”, que vocea el Ejecutivo es una respuesta tan sublime como ridícula. Es un maquillaje para encubrir las reacciones acomplejadas y remolonas. Es alargar los desórdenes. Es tratar de matar el tiempo, cuando es el tiempo el que nos está matando, al auspiciar la degradación de la convivencia en Cataluña y, colateralmente, arrastrar por el suelo el prestigio y la propia autoestima de la sociedad española.

No trate de engañarnos, señor ministro del interior. No se justifique con su palabrería, ni se escaquee detrás del descerebrado Torra, ni se cubra con el plan de acción del Centro de Coordinación Conjunto. Porque la suprema responsabilidad del orden público en todo el territorio nacional recae sobre el Gobierno de España. Y usted, además, al desamparar a los no separatistas, está abonando un conflicto civil en Cataluña. Conflicto cuya mecha, me temo, ya ha sido encendida. Y si Barcelona arde, algo nuestro se quema, señor Grande-Marlaska.