The news is by your side.

Batalla de Madrid

Percibo a Madrid como el objetivo estratégico de una batalla entre el Palacete de la Moncloa y la Real Casa de Correos.

 

La recurrente pugna entre historia y fábula mueve a recordar cómo, el 18 de noviembre de 1936, en el marco de la batalla de Madrid, el palacete de la Moncloa y sus alrededores fueron escenario de un encarnizado combate. En un lado, estaban quienes, desde la ribera sur del Manzanares, trataban de alcanzar esa mansión. En el otro, los que, desde una posición dominante, machacaban a los que vadeaban el río. Esto es, simplemente, memoria histórica sobre algo que no debería repetirse. No es la fábula “histórica y democrática” del Gobierno del Ilegítimo, orientada a revivir, de manera incruenta (de momento) el enfrentamiento guerracivilista de hace más de ocho décadas.

El hostigamiento a las instituciones, especialmente contra el Rey y el poder judicial, o, lo que es lo mismo, el minado de la Constitución, son el paradigma de ese “desprecio del Gobierno al orden constitucional”, que ha señalado Pedro Gómez Garrido en su artículo “El Gobierno del recuerdo del odio” (El Español,30 de septiembre). El respetable está muy desorientado ante tan grave falta de orden, escasa  predictibilidad y ninguna confianza en el llamado Estado de las Autonomías. Cada día, nuestro hilvanado Estado es erosionado por nuevos desencuentros y grescas sobre responsabilidades y competencias, entre el Gobierno y los de las CC AA. E, incluso, en el seno del primero y una parte de los segundos.

Parecería que los constituyentes diseñaran un Estado para funcionar en periodos bonancibles, pero que se desbaratara en los tempestuosos. Lo cierto es que España se ha convertido en una Casa de Tócame Roque donde, como escribía doña Emilia Pardo Bazán, “nadie se entendía”. Y una democracia no puede funcionar sin el entendimiento y la confianza de la gente. ¿Pero qué confianza puede generar un Gobierno salido de una investidura fruto de una estafa electoral y, por tanto, ilegítimo de origen? Un pecado original que, digan lo que digan sus forofos, no podrá limpiarse hasta que se celebren nuevas legislativas. Hasta entonces, el presidente Sánchez tendrá poder, pero nunca autoridad.

Y, sobre tal fondo, se está desarrollando una batalla que, de momento, ya ha confinado a millones de madrileños. Carezco tanto de datos fiables (no me creo los oficiales) como del saber epidemiológico mínimo para enjuiciar si tal cerrojazo es o no, y hasta qué punto, imprescindible. Por tanto, no juzgo, pero sí percibo. Percibo a Madrid como el objetivo estratégico de una batalla entre el Palacete de la Moncloa y la Real Casa de Correos. Advierto, asimismo, que tal contienda tiene más de política que de mejora de la salud y de la economía de los enjaulados. Y me parece, finalmente, que los madrileños somos meramente el pateado tatami  de tal combate. Esa es la realidad de la nueva y deleznable batalla de Madrid.  Porque, como dice Pirandello: ”así es, si así os parece”.