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Cara a cara

Esto parece el país de Jauja pintado por Brueghel el Viejo o, incluso, una suerte de Gran Bazar del trasiego de votos.

Ya en la campaña oficial para las elecciones generales del 23-J ―qué largo se está haciendo esto, Señor―, los políticos pisan el acelerador de las ofertas, oblaciones y promesas electorales. Esto parece el país de Jauja pintado por Brueghel el Viejo o, incluso, una suerte de Gran Bazar del trasiego de votos. Mañana, lunes, en el clímax  del sufragio, se televisará el “show” supremo, tan retumbante como artificioso, del cara a cara entre Sánchez y Feijóo. Y se aventura, pomposamente, que ese será el momento decisivo para decantar voluntades en la compraventa de la mercancía electoral.

Si España fuera un país donde la gente (en general) gozara de una cierta formación política eso no sería así. No tendría un sentido lógico. Porque, de facto, estamos en campaña desde principios de año, con elecciones municipales y autonómicas, celebradas el pasado 28-M, donde (casi) todo ya fue dicho. Y, además, porque el sanchismo, en el poder durante más de cuatro años, nos ha mostrado, en la realidad, cómo se mueve, con quién pacta y adónde lleva. ¿O es que, acaso, lo que diga Sánchez durante el cara a cara podría borrar de la memoria su deleznable gestión asociada a neocomunistas, separatistas y filoetarras? Sánchez es una opción de certidumbre en la desesperanza. La otra opción, la de Feijóo, supone, al menos, La otra opción, la de Feijóo, supone, al menos, la esperanza de un cambio que disipe el disparate del sanchismo. Lo peor es que, el martes, los respectivos forofos jurarán que su paladín fue el ganador del debate. Y no hay más cera que la que arde. Ya lo verán.