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Cataluña, marcha atrás

Es mosqueante el solapamiento del reventón del “caso de los Pujol”, con el de “las andanzas de don Juan Carlos”.

 

Quizás el fenómeno más obstinado del ruedo nacional sea el retorno de Cataluña a la vieja anormalidad. Decaído el estado de alarma, Torra, que se ve como rey del mambo, vuelve a su tediosa técnica de colisionar con el Estado. Él, ignorado y escondido en los últimos meses, intenta regresar al pasado, desperezando a sus acólitos y desviando  la atención del desastroso nivel sanitario catalán.

En el post Coronavirus en las Reales Ordenanzas hablando sobre el desarrollo de la pandemia, alertaba que la hipótesis más peligrosa, contra la que había de asegurarse, era una nueva oleada de coronavirus adelantada al verano. Pero poco se ha hecho al respecto. Mientras tanto, el rebrote de Covid-19 parece estar materializándose, con especial virulencia en Cataluña. No son pocos los alcaldes leridanos que se quejan de la desconcertante, contradictoria y floja gestión de la Generalidad. La propia Colau, alcaldesa de Barcelona, protestaba, el pasado miércoles, por tanta ineficacia afirmando: “las disposiciones de la Generalidad son insuficientes”; o “faltan rastreadores”, cuyo papel ahora es esencial. En definitiva, el gobierno catalán está fallando en lo que debería ser su objetivo esencial: parar la propagación del virus. Tiene guasa que Torra, que tanto desbarraba por la gestión pandémica del Gobierno, haya intentado reproducirla, sin advertir que hay medidas fuera del alcance del presidente de uno entre los 17 gobiernos regionales.

El retorno a la vieja anormalidad se ha visto asimismo confirmado, por la dudosa decisión de la Generalidad de excarcelar (en tercer grado penitenciario), hace dos días, a los 9 políticos presos, ante la pasividad de la fiscalía. Se vuelve así a oír el sedicioso grito: “lo volveremos a hacer”.

Roger Torrent, ese siniestro sujeto que preside el parlamento autonómico quiere, asimismo, aparecer en la foto. Dice que ha sido espiado por el CNI, al que acusa de hackearle el teléfono con una sofisticada herramienta informática. No sé qué recorrido tendrá el asunto, pero, si el CNI hubiera hecho tal cosa, me parecería fatal. Mayormente, por perder el tiempo y malgastar el dinero en espiar a tamaño mequetrefe.

Por otra parte, el titular del juzgado central de instrucción nº 5 (Audiencia Nacional), José de la Mata, tras ocho años de investigación, envía al banquillo al Clan de los Pujol en pleno (don Jordi, doña Marta y sus siete pimpollos, además de otras 18 personas). En su auto, el magistrado da por finalizada la instrucción, y ve indicios de delitos de pertenencia a una organización criminal o asociación ilícita, blanqueo de capitales, fraude a la Hacienda Pública y falsedad documental; vaya, casi medio Código Penal.

Es mosqueante el solapamiento del reventón del “caso de los Pujol”, con el de “las andanzas de don Juan Carlos”. Coincidencia que parece dar la razón a los que afirmaban que lo de don Jordi no progresaba, porque éste atesoraba dossiers muy nocivos para el Estado. Y así, estallada la caldera juancarlista, ha explosionado, por simpatía, la olla exprés pujolista.

Inmediatamente, los prebostes de la Generalidad, con la finalidad de salvar el pellejo de la “primera familia” catalana ―carne de su carne―, están atacando al Estado, con una estrategia de aproximación indirecta digna de Liddell Hart. Torra dice estar estudiando denunciar por corrupción a don Juan Carlos, su entorno y Corinna Larsen. Y el enano, que desdibujadamente vice preside la Generalidad, Pere Aragonés, ayer, en Montblanc, rebuznaba: “los Borbones son una organización criminal”. Y remataba sin tapujos: “Hay que hacer caer este régimen y esta monarquía y avanzar hacia la república catalana”. ¿Alguien podría pues negar que Cataluña regresa a la vieja anormalidad?

Claro que como todo, y de todos, viniera a la superficie ―¿oído doña Paz Esteban?―, habría que salir a la calle no con mascarilla, sino con escafandra.