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¿Cayó un sistema de vida?

Galdós y Valle-Inclán, por ejemplo, ayudarían a muchos políticos a comprender el lugar donde estamos.

El mundo educativo lo abarca todo y la sociedad en pleno debería implicarse más en elevar los niveles, incluido el  viejo periodismo, universo de referencias, sereno y riguroso en gran parte instalado ahora en  un patio de debates por arte y birlibirloque de las redes. Tal vez nuestro cerebro tenga una mórbida lentitud genética y le resulte difícil reaccionar ante unas influencias carentes de un mínimo rigor. Me produce una gran tristeza la progresiva desaparición de la prensa escrita, donde artículos de gran categoría, tanto de fondo como de calidad literaria permitían su interiorización con anotaciones y comentarios. Poseo miles seleccionados, pequeño tesoro sentimental acumulado durante decenas de años.

Se escribe y se habla mal porque la gente no lee, basta oír a demasiados analfabetos en televisión,  u otros parientes escribiendo antes de reflexionar. Un servidor vive ajeno a las redes, a los wasaps y otras extrañas compañías, sólo llevo un móvil ‘antediluviano’ de 13 años cuando salgo solo. No puedo soportar cosas así: «Soy guapo, libertino, tengo 18 años, me gusta el rock,  las tías buenas y los cubatas. Paso de leer y menos el Quijote, un viejo loco paseando por ahí…».  Quizá asistimos a la caída de un sistema de vida de los últimos 50 años…

Lo he repetido en otras ocasiones: el desprecio a las elites intelectuales constituye un gran error. En las antípodas está el Japón donde al matemático Jin Akiyama le piden autógrafos por las calles de Tokio.

Un sistema educativo necesita una puesta a punto constante. Hoy, en descargo de mis compatriotas antes criticados, existen saltos abruptos entre Infantil, Primaria y Secundaria; por ello, los profesores de las escuelas normales, entre otros, deberían analizar estas situaciones en las aulas. Una burocracia demoledora distrae y quita un tiempo precioso a los docentes. Pues este clamor compartido por una inmensa mayoría queda sofocado por las autoridades académicas. Igual sucede con el afán por evaluarlo todo, cuando el tiempo para enseñar siempre resultará escaso. Quizá hayamos caído en aquello: Si  hay muchas personas diciendo lo mismo y no hay quien ofrezca algo distinto, la realidad se convertirá en lo dicho por la gente.

Galdós y Valle-Inclán, por ejemplo, ayudarían a muchos políticos a comprender el lugar donde estamos, porque uno de los problemas de España reside en el analfabetismo político, empeñados en rebajar la cultura al mediocre nivel actual. Hace años se empeñaron en una igualdad imposible, algo muy diferente a tener unas mismas oportunidades; aburridos los alumnos brillantes por igualarlos a los mediocres y vagos. El sistema posee la capacidad de dinamitar el futuro de  España, ya país enfermo, histórica y culturalmente. Lo he repetido en otras ocasiones: el desprecio a las elites intelectuales constituye un gran error. En las antípodas está el Japón donde al matemático Jin Akiyama le piden autógrafos por las calles de Tokio.

La tecnología constituye una herramienta más, pero sin considerarla una panacea sustitutiva de los libros porque su excesivo uso dispersa .Una cosa es estimular la curiosidad para investigar y otra el peligro de crear adiciones. Más valía propiciar un clima de confianza para recabar las opiniones de los alumnos tímidos para expresar sin temor sus pensamientos, a discutir las injusticias y, en definitiva lograr  personas críticas. Y sin olvidar el resurgir de en otros tiempos actividad importante: la recitación de poesías. Digo esto por mi experiencia y los testimonios de algunos compañeros en activo. El abajo firmante hace años pertenece al gran grupo de los jubilados soñadores.