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El centro-derecha buscar líder

Con todo lo que ocurrió el pasado 21 de diciembre en Cataluña, lo peor no es que los nacionalistas obtuvieran la mayoria absoluta, algo que ya es grave de por sí y que puede condicionar el futuro inmediato de toda España, lo peor es que el partido gobernante acaba de verle las orejas al lobo y que los resultados obtenidos en las elecciones catalanas tanto por el PP como por el PSOE y por Ciudadanos ha puesto de manifiesto el principio del fin del bipartidismo dominante en nuestro país durante los últimos cuarenta años. Una joven abogada jerezana de 36 años, Inés Arrimadas García, clara, directa, resuelta y realista con los deseos de sus electores, se ha convertido en pocos años en la gran esperanza blanca del centro-derecha, eclipsando incluso a su jefe de filas y lider de su formación política, Albert Rivera.

 

Aunque no logre gobernar en Cataluña debido fundamentalmente al injusto y reprobable sistema electoral que nos hemos dado, Arrimadas no sólo ha sido la ganadora indudable de las difíciles elecciones catalanas sobre un nacionalismo cerril, manipulador y decimonónico, sino que podría convertirse en la primera mujer que presidiera un futuro Gobierno en España. Sería harto curioso que en el corto plazo de tres años dos mujeres relativamente jóvenes menores de cincuenta años, Inés Arrimadas y Susana Díaz, fuesen las candidatas de sus respectivos partidos a la Presidencia del Gobierno de España. Todavía es pronto para contemplar esta posibilidad, pero, desde luego, no es descartable a medio plazo.

Se avecinan tiempos de travesía del desierto para el actual partido del Gobierno si alguien no le pone remedio y busca alternativas más fiables.

 

Parece medianamente claro que Mariano Rajoy, con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, está agotando sus últimos cartuchos y que cada día que pasa está más quemado. Su inacción, su galleguismo innato, sus reiterados incumplimientos de programas, sus miedos, sus continuos castigos a sus electores, su falta de liderazgo y los numerosos casos de corrupción política que han rodeado su mandato, han acabado por minar cualquier intento del PP de relanzar una figura bastante desgastada y cuyo futuro político está cada día más devaluado. Ya nadie, ni en su propio partido, apuestan por su continuidad. Se avecinan tiempos de travesía del desierto para el actual partido del Gobierno si alguien no le pone remedio y busca alternativas más fiables.

 

Hay algo que me preocupa enormemente. Si analizamos pormenorizadamente nuestro actual panorama político, tanto a nivel estatal como autonómico o local, apenas si encontramos personalidades que destaquen, líderes natos que, bien por su inteligencia, bien por sus dotes de mando, bien por su prestigio intelectual, bien por su poder de convocatoria, sean capaces de arrojar algo de luz en este túnel de medianías populistas en el que se mueven las mayoría de las formaciones políticas de nuevo cuño. No me extraña que la mayoría de los que estamos ya cerca de la jubilación echemos de menos la amplia hornada de políticos de raza que lideraron los principales partidos en los primeros años de la transición. Todo esto si hablamos de políticos nacionales, porque si ampliamos la lupa a las autonomías, el panorama es bastante desolador. Sólo basta echarle un vistazo a los que han dirigido la Generalitat catalana en los últimos tiempos y que en estos momentos se encuentran bien en la cárcel, bien huídos en Bruselas.

Pactos como el de la Moncloa, acuerdos que superen miras particulares y egoistas, son cada día más escasos y raros de encontrar.

 

No digo que Adolfo Suárez, Felipe González, Alfonso Guerra, Santiago Carrillo, Julio Aguita, José María Aznar, Javiar Arenas, Nicolás Sartorius, Peces Barba, Marcelino Camacho, Nicolás Redondo o Miquel Roca, por citar sólo a unos cuantos, fuesen seres de otra galaxia: Evidentemenete había de todo en aquella antigua viña del Señor, pero parecía claro que, por encima de directrices partidistas, de ambiciones personales, de posturas maximalistas y dictatoriales, primaba un sentido de Estado que practicamente ha desaparecido en la actual y cada día más amplia nómina de políticos españoles. Pactos como el de la Moncloa, acuerdos que superen miras particulares y egoistas, son cada día más escasos y raros de encontrar. No me quejo. Siempre he dicho que cualquier tiempo pasado fue solo eso, pasado y que no vale mirar tanto para atrás si no queremos que el futuro nos devore casi sin darnos cuenta. Pero, eso sí, no hay que desdeñar ejemplos pasados si alguno de ellos nos sirve para evitar cometer nuevos errores y volver a repetir acontecimientos históricos de los que casi todos abominamos.

Más nos valdría a todos tenerlos presentes.

 Bueno, han pasado las entrañables y el roscón de Reyes ha puesto punto y final a las fiestas que nos han dado un respiro a la matraca catalana. A partir de hoy volveremos a retomar las pamplinas de Junqueras, Puigdemont, Rufián y compañía. Todo esto es como un insoportable y pesado bucle del Día de la Marmota. A aguantarse tocan.