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Certificados de democracia

La manipulación mediática a través de las rrss y de las poderosas cadenas de TV, marcan muchas tendencias.

 Hay veces que los políticos nos ofrecen frases que habría que dejarlas grabadas en piedra para que la posteridad comprobase la vacuidad de sus eminentes y sobrevaloradas inteligencias. Tras la jornada electoral del 2 de diciembre, en la que los andaluces le hemos dado por fin la boleta a cuarenta años de socialismo (o eso parece), la presidenta de la Junta y candidata del PSOE, Susana Díaz, soltó una perla que debería figurar entre las imbecilidades más grandiosas de todos los tiempos, comparables a cualquiera de las de Napoleón, Confucio o Groucho Marx : “Si no se contaran los votos que ha obtenido Vox, -dijo la doña del Tardón- la izquierda habría vuelto a ganar las elecciones andaluzas”. Genial, Susana. Y si mi abuela tuviera sillín, manillar y dos ruedas, no sería mi abuela, sino una bicicleta. No te jode.

 Me da a mí que nuestra querida presidenta, que estos días agota su mandato con consignas heróicas como lo de que “el PSOE nunca va a hincar la rodilla” ante el descalabro andaluz, ha perdido el poco seso que le quedaba. Es lo que tiene el haberse creído tocada por los dioses de la democracia y la libertad, cuando su único aval ha sido heredar una enmarañada estructura clientelar y de voto cautivo que le ha permitido a su partido mantenerse ininterrumpidamente en la poltrona durante casi cuatro décadas sin que nadie le pasara factura del desastre en el que había sumido a la comunidad. ¡Qué error, qué inmenso error!

 

“Si no se contaran los votos que ha obtenido Vox, -dijo la doña del Tardón- la izquierda habría vuelto a ganar las elecciones andaluzas”. Genial, Susana. Y si mi abuela tuviera sillín, manillar y dos ruedas, no sería mi abuela, sino una bicicleta.

 

Ha tenido que ser la nefasta intervención de Pedro Sánchez en la política española, su errática postura ante el proceso catalán, su juego a varias bandas con Podemos, los nacionalistas y los proetarras, las continuas meteduras de pata de su “Gobierno bonito”, y el hartazgo de buena parte de su electorado, que prefirió quedarse en casa, la que ha ha provocado la irrupción de nuevos partidos conservadores que, como Vox, han roto la baraja marcada con la que se jugaban las elecciones. Parece evidente que Susana ha pagado en Andalucía los platos rotos con que su jefe de filas ha sembrado el panorama político hispano. El que avisa no es traidor y algunos tendrían que ir poniéndose las pilas si no quieren que en escasos meses, en las próximas elecciones europeas, municipales y autonómicas (¿y generales?) del 26 de mayo, la política española pueda dar un vuelco tal que, como decía Alfonso Guerra, no la reconozca ni la madre que la parió.

 Dejando a un lado los falsos y denigrantes calificativos con los que la “progresía de la comunicación” ha bautizado la llegada a las instituciones de Vox en Andalucía y su cada día más cercano acceso al poder, ya saben, fascismo, ultraderecha y demás, me indigna esos certificados de democracia que conceden algunos popes mediáticos y políticos como si se encontraran en posesión de la verdad absoluta. Estamos viviendo tiempos caóticos en los que la manipulación mediática, la mentira, el engaño y las “fakes news”, a través de las redes sociales y de las poderosas cadenas de TV, marcan muchas tendencias. Pero no nos dejemos engañar. Lo primero que deberíamos de hacer es utilizar la autocrítica y nuestra mediatizada inteligencia como fórmula para desenmascarar estos continuos intentos sistémicos de marcarnos el camino a seguir como borregos.

 

Parece evidente que Susana ha pagado en Andalucía los platos rotos con que su jefe de filas ha sembrado el panorama político hispano.

 

Convendría también que comenzáramos a ejercer nuestras escasas posibilidades de controlar a quienes tratan de manipularnos y castigar en la medida de lo posible a aquellos medios de comunicación cuyo único interés parece estar al servicio de intereses escasamente democràticos aunque ellos “vendan” ese antifascismo que tanto pregonan. Y no hace falta dar nombres. Todos los conocemos. Son esas cadenas de televisión que acogen sin remilgo alguno a gentuza que no se recata en hacer ostentación de sus filias provenezolanas o filocomunistas y, como en los años de hierro y plomo de la ETA, colocan una diana con nombres y apellidos en el coto cerrado de Sánchez Gordillo, para señalar a aquellos vecinos que han roto la dictadura del voto a Podemos. Y se jactan de llevar a cabo lo que ellos llaman periodismo de investigación y denuncia. Al fin y al cabo, todos ellos viven de la publicidad y si se les castiga con una bajada de audiencia, pierden buena parte de su poder. Nuestro poder se limita al mando a distancia pero es enorme si se sabe utilizar con inteligencia.

 En estos últimos comicios autonómicos parece que ha quedado claro que, pese a quien pese, las urnas siguen teniendo mucho que decir a la hora de poner a cada uno en su sitio. Lo del pasado día 2 ha sido un aviso a navegantes. Pero no nos engañemos, si el relevo a Susana, ya sea Juanma Moreno o Juan Marín, no cumple las expectativas que muchos andaluces han puesto en el cambio de ciclo, PP, Ciudadanos y Vox pueden pagar muy cara la decepción. Llegamos a un tiempo en el que los líderes (todos ellos bastante impresentables) cuentan bastante poco. Es la hora de que los partidos sepan responder con hechos a las ilusiones de los votantes. Esperemos que no nos defrauden y nos veamos obligados a volver a las andadas del antiguo régimen.