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Ciberlibertarios

Uno de los frutos de una obsoleta política educativa son los ciberlibertarios, una nueva tribu urbana integrada por centennials y los millennials más jóvenes

La política cortoplacista que viene ocupando el poder institucional desde hace décadas ha ninguneado a la cultura, uno de los dos pilares, junto con el de la ciencia, sobre los que se erige la civilización humana, promocionando la educación para la producción mercantilista a través de la formación profesional y abandonando la enorme tarea desarrollada hasta entonces para mejorar el nivel medio cultural de los españoles a través de la sinergia cultural que ofrece la Academia. Craso error estamos cometiendo porque tendremos un país cada vez más empobrecido si no apostamos por la cultura y la dejamos en manos exclusivas de unas élites económicas que con toda seguridad la orientarán hacia su mejor interés.

La política cortoplacista que viene ocupando el poder institucional desde hace décadas ha ninguneado a la cultura, uno de los dos pilares, junto con el de la ciencia, sobre los que se erige la civilización humana, promocionando la educación para la producción mercantilista a través de la formación profesional y abandonando la enorme tarea desarrollada hasta entonces para mejorar el nivel medio cultural de los españoles a través de la sinergia cultural que ofrece la Academia. Craso error estamos cometiendo porque tendremos un país cada vez más empobrecido si no apostamos por la cultura y la dejamos en manos exclusivas de unas élites económicas que con toda seguridad la orientarán hacia su mejor interés.

En pleno siglo de las luces tecnológicas, uno de los frutos de una obsoleta política educativa son los ciberlibertarios, una nueva tribu urbana integrada por centennials y los millennials más jóvenes. Son ultrapragmáticos y hábiles en el uso de las tecnologías emergentes para hacer cosas, carecen de  ideología, la mayoría ningunea la formación superior reglada y tienen una concepción muy monetariasta del ejercicio de la profesión. 

Son hijos espirituales del neoliberalismo, los catecúmenos más codiciados por las sectas financieras de los criptoevangelistas, mimados por algunas instituciones públicas con un fin último electoralista, algunos de ellos conversos en las pilas bautismales de las escuelas de negocios, sus conocimientos metodológicos para evaluar los datos que extraen de la red suelen brillar por su ausencia y los corsarios de algunas empresas del viejo capitalismo que no quieren asumir su obsolescencia practican el phishing entre ellos para intentar colgarse así de la nueva realidad, sin llevar a cabo las inversiones que realmente requerirían para ello.

Hay algunos de sus emprendimientos de realidad inmersiva cuyo modelo de negocio se basa en la especulación financiera y en la traslación al mundo virtual de la especulación inmobiliaria, singularmente en el target de las tecnologías inmersivas. Sus promotores están haciendo mucho daño a la credibilidad social de las enormes posibilidades de las tecnologías inmersivas para mejorar la calidad de cida de las personas ya que la sociedad podría contemplar este nuevo paradigma como otro casino al mejor servicio de sus propietarios.

La manera singular de socializar por parte de los ciberlibertarios está muy condicionada por una inmadura idiosincrasia digital y un pefil ético que descarta de hecho la solidaridad como uno de los principios más sólidos de la civilización humana. Además, solo la cultura hace libre a las personas, la fe les esclaviza y la fe ciega y unidimensional en la tecnología, les ciberesclaviza.

Con escaso o nulo respeto a las instituciones, probablemente se encontrarían más confortables en un régimen iliberal que en una democracia liberal. La dialéctica no es precisamente su fuerte, ni tampoco les preocupa ese carencia.

Son los máximos responsables, cómo no, de sus actos y de sus decisiones, pero los culpables últimos somos nosotros, los que hemos permitido que la política adopte decisiones maniqueas y que la mentalidad de un añejo capitalismo en la sociedad explote el potencial cognitivo de muchos jóvenes ofreciéndoles un paraíso prometido en la Tierra. Están corriendo el riesgo de convertirse también en los primeros ciberesclavos si la actual burbuja tecnológica llegara a pincharse a corto o medio plazo, lo cual no es nada descartable.

Si bien no les falta razón a la hora de cuestionar globalmente la actual formación reglada universitaria, lo hacen más como mecanismo de defensa que utilizando argumentos objetivos y desconocen que la Academia no es sólo un título, sino que esencialmente es cultura y metodología y sinergias desde la experiencia. Cierto que el actual modelo de enseñanza está obsoleto y se ha vuelto ineficiente, pero es muy delicado confundir la formación para existir en el mercado laboral con la educación para vivir como seres humanos, no sólo como meros peones de un aparato productivo. El hombre unidimensional no debería tener cabida en una sociedad tan desarrollada como la occidental.

El modelo unidireccional de impartición de enseñanza no está a la altura del siglo de las luces tecnológicas ya que con las tecnologías emergentes, singularmente las inmersivas, no tiene sentido continuar con una programación de la enseñanza en la que los datos ocupan gran parte del calendario escolar, cuando llevan tiempo al alcance de todos y de manera ventajosa para un alumnado con mayores habilidades para acceder a los mismos por razones generacionales, debiendo dedicarse la mayor parte del tiempo a enseñar metodologías que permitan a los alumnos navegar entre los datos, evitando la infoxicación, y conociendo las experiencias profesionales de los docentes.

Sobre el exosistema de las criptomonedas, el fundador de Microsoft, Bill Gates llega a afirmar que se basa en la teoría financiera del “tonto mayor” en el que sólo se gana si se encuentra a alguien lo suficientemente estúpido como para comprar a un precio más alto. Si todo estuviera tan claro como nos quieren hacer ver los criptoevangelistas, lo lógico sería que las Big Tech intentaran controlar su mercado y no es así en absoluto.

En ese mundo, hablar de descentralización cuando los inversores dependen de su cúpula, carece de sentido. Se está intentando confudir la tecnología blockchain, descentralizada, con la gestión de los fondos financieros, totalmente centralizada al modo y manera de la financiación tradicional, a lo que se agregaría una presunta estafa piramidal en línea con lo que ocurrió en su momento con Madoff y los suyos. La mayoría de los ciberlibertarios desconoce que plataformas como Binance o CoinBase están centralizadas y que, además, podrían quebrar sin posibilidad alguna de ser rescatadas.

No obstante, me asalta la duda de si por encima de los propios criptoevangelistas no existirá un poder interesado en que ese ecosistema exista y viva al estilo de lo que ocurrió en el mundo del arte con el expresionismo abstracto para neutralizar políticamente la fortaleza del realismo soviético durante la guerra fría, con una CIA impulsando ese movimiento para que representara el triunfo de la cultura libre, libertad absoluta del artista, sobre la cultura totalitaria impuesta por un determinado régimen político imperialista.

A mí personalmente me preocupan las expresiones públicas de los ciberlibertarios cuando se introducen en el terreno de las ideas y de los contenidos. Buena parte de ellos no está capacitada para hacerlo y es frecuente la metedura de pata en un momento histórico importante para que la sociedad conozca bien lo que realmente las tecnologías emergentes inmersivas podrían aportar para mejorar las vidasde las personas. Pienso que si todos decidiéramos actuar con sentido común y aparcáramos el maniqueísmo imperante hoy, aún estaríamos a tiempo de reconfigurar la escala de valores de la sociedad, situando en su lugar a aquellos que realmente se lo merecen y echando por tierra la idiosincrasia ciberlibertaria.

elmundotraslapandemia@gmail.com