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Contrastes, tragedias e impotencias

Quiénes actúan con frialdad ante sus débiles víctimas ¿acaso se van a detener ante la repulsa social?

 

En su juventud debió poseer una cálida voz porque a sus aproximados sesenta años mantiene un timbre afinado para alegrar las calles del centro. Al mismo tiempo toca el órgano electrónico mientras su mujer pide con una cestita de mimbre: «Caballero, solo unos centimitos, es para la compra…».

Su raza gitana salta a la vista aunque su dicción no es andaluza por ser naturales de Madrid. Poseen una cortesía esmerada y el diálogo surge con sencillez, sin impedirlo la desigual situación social. He llegado a intimar con el matrimonio. Una soleada mañana de invierno pasamos un buen rato charlando de los nietos, recién recuperados de un mal resfriado. Como la charla se prolongaba, les decía atendiesen su quehacer, aunque pocos transeúntes pasaban. Algunos curiosos miraban, preguntándose, quizá, por la desigual tertulia.

Siempre les doy y, quizá por lo infrecuente o por sus modales lo agradecen demasiado. Un apretón de mano con trasvases desde el interior de las pupilas, consigue el ahorro de  muchas palabras. Aunque suelo dar limosna mirando al solicitante, y poco me importa el engaño si la gastan en algún capricho, en este caso no procede ‘el riesgo’. Además esta familia se gana la vida trabajando, incluso invirtiendo en un material fungible: baterías y desgaste del material musical.

El otro día su hijo tocaba una trompeta mientras el padre se apoyaba con gesto cansino en la pared. «¿Qué le pasa, no canta hoy?». Sus ojeras lo decían todo: «Estoy malito, debo reservarme, tengo los pulmones cogidos». Mientras le daba la mano le insistí para acudir al médico porque los nietos les necesitaban y, además, resultaba habitual disfrutar de sus canciones. «Por lo de ir al médico no pierda cuidado, casi todos los días acudo a la consulta. Lo del arte no lo creo; aunque de joven cantaba muy bien».

 

Quiénes actúan con frialdad ante sus débiles víctimas ¿acaso se van a detener ante la repulsa social? Por otra parte, la masificación de las prisiones y el descontento de los funcionarios crea grandes dudas en la eficacia de la reinserción.

 

Comenzó a nublarse el día al tiempo de la llegada de sentimientos alternativos. El hijo tocando, la madre con la mejor de sus sonrisas; el padre de piel morena con la enfermedad a cuestas entre sueños rotos de coplas marchitas… ¡Vaya usted a saber dónde viven y cómo se defienden en esta siempre injusta y agresiva sociedad! Pero ellos son pueblo, dentro de la plebe de la España de los contrastes.

Hoy ha ocurrido el asesinato de Laura, otro más. ¿Será su asesino un psicópata sin remordimientos fruto de un cerebro dañado? ¿Tal vez como su hermano gemelo frutos de una educación deficitaria con manifiesta tendencia hacia la delincuencia? ¿O serán unos malvados en plena salud mental?  Lo evidente es el mimetismo, extendiendo una generalizada alarma y, lo peor: sin solución. Quiénes actúan con frialdad ante sus débiles víctimas ¿acaso se van a detener ante la repulsa social? Por otra parte, la masificación de las prisiones y el descontento de los funcionarios crea grandes dudas en la eficacia de la reinserción.

En los dos casos descritos sus etnias son gitanas y, aunque totalmente diferentes por sus conductas, entristece su entronque social. Por mi dedicación a la enseñanza debo afirmar: cuando uno educa a su hijo, también lo hace al hijo de su hijo, de ahí la necesidad de extender los buenos comportamientos con las lógicas e inevitables diferencias inherentes a todo ser humano.

Dicho lo cual, estamos en un mundo estimulador de la delincuencia, se trate de un vulgar ladrón o de los grandes delincuentes: banqueros y empresarios poderosos. La impunidad de un sistema económico profundamente injusto favorece a las elitistas minorías en un mundo invertido donde el poder a escala universal castiga la honestidad y alaba la especulación. El mal ejemplo afecta al ánimo de todos, incluidos una buena parte de marginados sin presente ni futuro.