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Cuando el asesinato tiene género…

Entonces se rompe la baraja, sencillamente porque nos evidencian que no estamos ante un fenómeno aislado y personal, sino que la violencia machista es profundamente ideológica y evitable, consecuencia de un código patriarcal que se administra desde las entrañas de los poderes, que bebe de la escuela sexista, de la familia reproductora de valores misóginos, de las libertades amañadas, del ocio adulterado, del consumo insaciable, de los amoríos de pertenencias, de las apariencias competitivas, de las redes sociales intoxicadas, del machismo a las bravas y de los sutiles, de las tragaderas emocionales.

Insoportables las consternaciones desde las atalayas, los días de luto para lavadero de conciencias, los minutos de silencio en lugar del grito de basta ya, la calderilla por llegar al último eslabón, el llanto social durante milésimas de segundo, las medidas prometidas e incumplidas, el silencio de las cercanías hasta que te asesinan, las propuestas del catálogo de los parches, como si fuéramos goteras de su pirámide.

 

Vergonzante e inasumible balance de esta España, más preocupada por las fiestas y sus cosas, que por garantizar la vida de sus mujeres.

 

No hay efecto dominó, no es que por Navidad se vuelvan más asesinos, no es que consuman mas alcohol, droga o se acoplen más al regatón, es que el mandato para cumplir los cánones de un macho, con los órganos bien puestos, exige la posesión, los celos, los abusos, el acoso, las violaciones, la dominación, la superioridad, la discriminación ostensible, el poderío público, la notoriedad masculina, todo esto clausura el año con más de 50 mujeres asesinadas, siete menores, y 16 huérfanos.

Vergonzante e inasumible balance de esta España, más preocupada por las fiestas y sus cosas, que por garantizar la vida de sus mujeres. Semejante comportamiento, por acción o por omisión, es tan recriminable como indecente; las gentes, las sociedades que abandonan a sus mujeres al albur de las violencias machistas, están condenadas a ser devoradas por su propia barbarie, sentenciadas a que su democracia sea carcomida por la termita del machismo, tan imparable como asesina.

Este tema tan de Estado como doméstico, tan de los hombres como de las mujeres, tan de los ateos como de los católicos, tan del norte como del sur, tan rojo como azul, naranja o lila, tan de mayores como de jóvenes, tan de presidentes como de alcaldes, tan de directores de colegios como de padres y madres, es tan transversal que todos somos responsables de seguir engordando al monstruo, o definitivamente implicarnos, para acabar con el arma asesina del machismo recalcitrante, aceptado y practicado sin pudor.