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Cuando todas las fuerzas se nos van por la boca

El Gran Hermano orwelliano da pasos progresivos para llegar a manejar nuestras propias conciencias y conseguir una sociedad sumisa.

 Tengo una amiga francesa que ha decidido venirse a vivir a Sevilla porque cree que Andalucía es el lugar idóneo donde pasar los últimos años de su existencia. Ama las costumbres, la idiosincracia, el clima, la calidad de vida y la forma de ser de nuestra tierra y ha solicitado la doble nacionalidad. Estando de acuerdo con ella en muchas de sus apreciaciones vitales, no lo estoy tanto en una característica que nos define desde hace años, la pasividad y el conformismo de una sociedad adormecida y secuestrada por un sistema partidista de tinte dictatorial que nos dirige y nos marca el camino a cerca de ocho millones y medio de ciudadanos desde hace cuatro décadas, sin que nadie rechiste. Las movilizaciones masivas y violentas que se han visto estos días en toda Francia en contra de la subida del precio de los carburantes serían impensables en España y, mucho menos, en Andalucía, donde el lema del “vivan las caenas” sigue imperando desde la época de Fernando VII.

 

El espíritu reivindicativo francés, heredado de la Revolución de 1789 y retomado en el Mayo del 68, continua marcando la forma de ser de un pueblo que se rebela contra lo que cree injusto y, no sólo de boquilla, sino con hechos. Y, mientras, aquí, asistimos pasivos a desmanes, robos e injusticias institucionalizadas, sin mover un solo dedo y aplicando el famoso refrán español de “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. Que yo recuerde. y ya he cumplido los 65 años, Andalucía se ha echado masivamente a la calle en escasas ocasiones que no hayan tenido que ver con motivos deportivos, festivos o religiosos. Quizás la protesta más multitudinaria y unitaria de este pueblo se produjo hace ahora 41 años, un 4 de diciembre de 1977, cuando cientos de miles de andaluces de todas las edades y condición social ocuparon plazas y avenidas en las principales ciudades de nuestra comunidad reivindicando una autonomía en igualdad de condiciones que las llamadas “nacionalidades históricas”.

 

Que yo recuerde. y ya he cumplido los 65 años, Andalucía se ha echado masivamente a la calle en escasas ocasiones que no hayan tenido que ver con motivos deportivos, festivos o religiosos.

 

Y hay que recordarle a las nuevas generaciones que aquellas movilizaciones, con martir incluído, sirvieron para algo. Aunque hay también que reconocer que la tan asiada autonomía conseguida entonces fue al final un mero intercambio de cromos. Se le arrebató el poder al centralismo madrileño para entregárselo a un socialismo supuestamente autonomista que calcó en Sevilla los mismos defectos autoritarios del anterior régimen, implantando una tupida tela de araña que le ha permitido perpetuarase en el poder, eso sí con el respaldo de las urnas, durante casi tanto tiempo como el que duró el dictador del Pardo. Desde entonces todo ha sido pasividad y conformismo. Nuestra fuerza se nos va por la boca, en discusiones de tabernas y tertulias de amigos, sin demostrarle al poder la capacidad que tiene un pueblo para rebatir en la calle injusticias firmadas en los despachos.

 

En todo este tiempo, debido a mi profesión, he asistido de cerca a medio centenar de procesos electorales generales, autonómicos, locales y europeos. Y he de reconocer que cada día que pasa, me atraen menos. El ejemplo de la actual campaña electoral que está a punto de finalizar me sirve de botón de muestra de lo que está ocurriendo. No sé si es porque el nivel de los candidatos deja mucho que desear o porque de antemano “todo el pescado está vendido” para que el régimen llegue a sus 40 años, pero el caso es que todos ellos (Susana Díaz, Juanma Moreno, Juan Marín, Teresa Rodríguez y Francisco Serrano) aburren a las ovejas. No recuerdo unos debates televisivos más tediosos y tan de escaso nivel en toda mi carrera. Porque, en esta ocasión, lo que menos le importa a los partidos (PSOE, PP, Ciudadanos, Podemos o Vox) es Andalucía. El día 2, todos ellos se juegan mucho más. Su propio futuro. Y el de sus respectivos líderes nacionales (Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias y Abascal) cuestionados por las propias bases y por buena parte del electorado. No es de extrañar que la candidata socialista se vea en este caso como la única representante de Andalucía, de toda Andalucía, envolviéndose con la verdiblanca como si fuese de su exclusiva propiedad.

 

Se le arrebató el poder al centralismo madrileño para entregárselo a un socialismo supuestamente autonomista que calcó en Sevilla los mismos defectos autoritarios del anterior régimen…

 

La cuestión clave de toda esta atonía es que la partitocracia se ha impuesto a la democracia. No interesa tanto la solución de los problemas que afectan a los ciudadanos, sino la perpetuación de un sistema podrido y obsoleto, corrupto y espúreo que permite que unos pocos dirigentes manejen a su antojo los destinos de millones de gobernados. Es la máxima del despotismo ilustrado, “el Gobierno del pueblo, pero sin el pueblo”. Y tiéntense la ropa porque esta partitocracia casi absolutista y dictatorial va a más. No les basta con controlar los medios de comunicación, la enseñanza, las costumbres sociales o la economía, ahora pretenden, incluso, acceder a nuestros perfiles ideológicos para poder manejarnos a su antojo. El Gran Hermano orwelliano da pasos progresivos para llegar a manejar nuestras propias conciencias y conseguir una sociedad sumisa y adocenada. Creanme, con lo que se nos viene encima, el resultado del próximo 2 de diciembre me la trae al pairo.