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De listas de la izquierda y las neuronas ‘pablistas’

Doña Irene es percibida como una suerte de zumo tóxico de neuronas “pablistas”.

Llega el turno de la elaboración de las listas de candidatos para las elecciones generales del 23-J. Quizás, lo más apasionante de todo sea ver cómo, utilizando el léxico sanchista, tanto la extrema izquierda (sanchismo) como la izquierda extrema (coalición de múltiples partidos minúsculos) se están afanando, con particular denuedo, en cocinar sus respectivas listas. El factor común a ambos bloques es el terror a una reducción sustancial de los votos a recibir, con la consiguiente puesta en la calle y la pérdida de la nómina parlamentaria de tantos ganapanes como han pululado por las dos Cámaras de la fenecida legislatura.

Sánchez, atosigado por una creciente probabilidad de derrota electoral,  que conllevara su forzada mudanza desde la Moncloa, se ha precipitado a cerrar las listas de su partido. Ayer sábado, reunió su comité federal para aprobarlas y esquivar la posibilidad de verse lanzado por una ventana de la calle de Ferraz. Tan irregular y urgente ha debido ser la cosa que sus barones de Castilla-La Mancha (García-Page) y Aragón (Lambán) ni siquiera han acudido a tal reunión, como muestra de disconformidad con tales prisas, modos y maneras. Sánchez, que seguramente pretenda seguir en el machito cualquiera que sea el resultado electoral,  trata de encastillarse colocando en las Cortes a sus más fieles ―que lo serán mientras haya mamandurria―. Empeño en el que se juega su propia supervivencia tras una potencial debacle electoral. Catástrofe que, automáticamente, supondría una merma sustanciosa de los ingresos del partido en la próxima legislatura. Asimismo ―y quizás eso sería lo más grave―, alzaría un potente obstáculo a la posibilidad de “refundación” del partido, para retornar al talante moderno y europeo que tuvo, pero que con Sánchez moviendo hilos a través de su grupo parlamentario, estaría descartado.

En la izquierda extrema han estado, hasta el último momento, negociando si Podemos entraría o no en una coalición de triste figura, de una docena larga de partidos poco significativos a nivel nacional. Coalición liderada  por Yolanda Díaz de la que, curiosamente, se ignora su programa. Quizás es que no exista tal y se elabore con la suma de los tropecientos integrantes de la liga. Perspectiva que, en principio, favorecería a Sánchez. Con ese panorama, las canijas expectativas  de votos de la izquierda extrema han exacerbado las peleas internas por escalar en las listas de la coalición, para asegurarse las correspondientes nóminas propias, así como las de los correspondientes asesores/ayudantes  y demás círculos de holgazanes asociados.  El más grosero ejemplo de todo ello ha sido el veto de Yolanda Díaz a Irene Montero, para impedir que ésta pueda entrar en las listas con expectativas de salir elegida diputada. Por lo que se ve, ni doña Yolanda ni nadie relevante (es un decir) de los partidos coaligados quiere hacerle hueco a doña Irene, que es percibida como una suerte de zumo tóxico de neuronas “pablistas”. Aunque parezca lógico evitar la entrada en  una suma de aquello que resta…