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De mamoneo

Es el comportamiento de los mamones separatistas, quienes nunca se sacian definitivamente.

Dice el refrán que “el que no llora, no mama”. Por eso, los bebés lloran cuando tienen hambre. Y se callan cuando se les da lo que quieren: teta. Pero, en cuando han digerido su ración, vuelven los lloros  para que se les vuelva a amamantar. Y, así, vuelta a empezar. Ese  es el comportamiento de los mamones separatistas, quienes nunca se sacian definitivamente. Algunos ―de otra categoría de mamones, que incluye a varios miembros(as) del Gobierno―, tratan de vendernos que, con cesiones, concesiones y regalos, que pagamos entre todos, pueden curar la gangrena separatista cuando, en realidad, están fortaleciéndola en su ansia de romper España.

Con tal mamoneo para mantenerse en el machito, Sánchez, y por extensión el sanchismo, violando el espíritu y la letra de la Constitución, están favoreciendo el lanzamiento de un nuevo “procés”, al aprobar, por la puerta falsa, una amnistía encubierta (ingredientes del bodrio: indulto  a los golpistas, abolición de la sedición y atenuación de la malversación). Con el falso argumento ―todo en Sánchez suena a falso―, de normalizar Cataluña, él, y por extensión el sanchismo sociológico, pretenden ser los buenos del lugar. Tratan de engañarnos clamando por la desjudicialización de la política cuando, en realidad, están buscando justo lo contrario. Es decir, politizar la justicia. Objetivo cuyo más reciente ejemplo ha sido el folletín verbenero con el que, finalmente, se ha constituido un Tribunal Constitucional (TC) tributario del sanchismo, con mayoría de los autodenominados “progresistas”, y presidido por un contumaz sanchista. En suma, Sánchez, potenciando el separatismo, ha logrado subvertir la separación de poderes que tan esencial es para el funcionamiento ordenado de una democracia. Dicta el ejecutivo (con permiso de los podemitas), domina el congreso de los diputados (con permiso de separatistas, filoetarras y neocomunistas) y controla el TC mientras mantiene semiparalizado el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).   

De prisa y corriendo, y exhibiendo un trepidante filibusterismo político, Sánchez trató de entrar en el 2023, año de orgía electoral, con todo bien amarradito para venderse como una suerte de Pacificador.  Pero como las prisas son malas consejeras, cometió errores. El más grave para sus propósitos ha sido, tal vez, olvidarse del cabal juez Llarena, ejemplar servidor del Estado, y verdadero antídoto contra el mamoneo separatista. Este magistrado del Tribunal Supremo (TS), en un auto, el pasado jueves, y en cumplimiento de la apresurada y reforma sanchista del Código Penal, ha retirado la acusación de sedición contra Puigdemont (y otros), pero ha mantenido la de malversación. Un tremendo torpedo bajo la línea de flotación del sanchismo, que descuajeringa la estrategia, presuntamente “normalizadora”, de ese sujeto que, de momento, pernocta en la Moncloa…