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De militares, indios y películas

¿Por qué en ausencia de alarma y con una gran cantera de parados (sanitarios entre ellos), hay que tirar de militares para faenas que no les son propias?

 

El 25 de agosto pasado, tras el consejo de ministros, Pedro Sánchez ofrecía pomposa y alegremente a las CC AA “2.000 rastreadores militares”. Poco después, doña Amparo Valcarce, subsecretaria de defensa con vocación de ministra, trepaba al carro presidencial para salir en la foto: “estarán (los rastreadores) el tiempo que haga falta al servicio de la ciudadanía”. Acababa de inventar la pólvora, ignorando que el servicio a España y los españoles es elemento esencial del ADN de los militares. Me temo que ambos, Pedro y Amparo, confunden dirección con patrimonio.

El órgano central de Defensa se ha montado, utilizando a militares de la UME y de otras unidades, la llamada operación “Baluarte”, para rastrear el coronavirus. Sin entrar en la supuesta finalidad “humanitaria” de la iniciativa, se trata de una “operación” de estructura extraña y dispersa, ajena al mando de operaciones de las FAS. No es, por tanto, al contrario de lo afirmado por algunos medios, una operación de las FAS.

El rastreo no es una capacidad militar. La UME es, quizás, la unidad más cercana a esa destreza, porque sus miembros tienen formación de soporte vital básico. Unos y otros se están formando en esa aptitud mediante un curso gratuito “on-line”, de solo 6 horas, de la Universidad Johns Hopkins. Está pues al alcance de cualquiera, sea civil, militar o ―con permiso del Nuncio―, eclesiástico. ¿Por qué, entonces, en ausencia de emergencia o alarma (éste es el dato), y con una cantera de parados fenomenal (decenas de miles de sanitarios entre ellos), hay que tirar de militares para faenas que no les son propias?

¿Por colgarse la medalla, los autores de la ocurrencia? ¿Por aprovechar las cualidades del oficio militar (disciplina, espíritu de servicio, organización…) ?, bien que, al actuar los operadores fuera de la cadena de mando, es probable que su rendimiento no sea el esperado. ¿Por no costar ni un euro extra? Seguramente, pero hay algo más. Solo basta recordar que, a finales del pasado abril, el Gobierno abortó “in extremis” la operación Zendal de las FAS, para un estudio nacional de seroprevalencia, por la reticencia política a ver a los militares por las calles. ¿Por qué ahora las CC AA (hasta Torra no descarta subirse al carro) se apuntan al regalo del Gobierno? Pues, porque en la Baluarte los militares serán invisibles. No estarán en las calles y trabajarán parapetados tras teléfono y ordenador.

Y, por cierto, en todo este asunto ¿dónde está el sistema nacional de protección civil? ¿Qué hacen la dirección general de protección civil y emergencias (ministerio del interior) y sus subdirecciones generales y terminales? ¿Dónde están las direcciones generales de protección civil/ciudadana, y sus delegaciones provinciales, de las CC AA? Todo un entramado organizativo, inflado de congresos, planes y reuniones. Así como de cargos que suelen faltar a la lista de diana cuando vienen mal dadas.

La ministra de defensa, Margarita Robles, parece tomar el pelo a los militares cuando reiteradamente alaba “la modernidad, eficacia y espíritu de servicio” de las FAS y, simultáneamente, racanea sacar a los militares del furgón de cola del tren salarial de la Administración. “No es momento para subir el sueldo a los militares” ―acaba de decir―. Ella obvia que, hace solo tres meses, tras el inaudito cese del coronel de la GC Pérez de los Cobos, el ministro del interior, señor Grande-Marlaska, perdió el culo para promover la subida de 247 M€ (consejo de ministros del 26 de mayo pasado), a los miembros de las FCSE. Cantidad para sumarse, salvo error u omisión, a los 560 M€ ya incrementados en los dos años anteriores. En total, 807 M€. Éste ―digo yo―, debería ser el montante mínimo de la subida de emolumentos en el conjunto de las FAS.

Improvisación y propaganda parecen ser las características de ese Baluarte. Los militares “señalados” desconocen todavía el dónde, cuándo, cómo (cada CA tiene sus propios requerimientos) o con quién trabajarán. En fin, el mensaje es perverso: los militares como tienen poco o nada que hacer en lo suyo, son como Gracita Morales en la cómica película “Chicas para todo”. Un panorama que recuerda también los films del Oeste, de Hollywood, en los que se utilizaban indios para hacer de rastreadores militares. Doña Margarita recrea el género a la inversa: utiliza militares para hacer de indios.