The news is by your side.

Debate a espaldas de la Sanidad Pública

Cinco candidatos que pusieron de manifiesto el mínimo común denominador de la clase política española: “de la Sanidad Pública no se habla, que anda sola"

 

El Sistema Sanitario Público. ¿No lo echaron de menos en ese remedo de debate a cinco que tuvimos la ocasión de ver y oír la otra noche? Porque la Sanidad estuvo y no estuvo. Se la mencionó de pasada, como algo que está ahí y que siempre va a estar, llueva o ventee. Y sorprende, el grado de desconocimiento del problema por parte de esta gente. O, tal vez, el descaro. Y me explico.

El Sistema Sanitario Público estuvo presente en el debate, aunque solo sea de puntillas. Porque se habló de Sanidad Universal, para cuestionar lo que nos cuesta. Luego se habló de igualdad, y se puso el acento en la Sanidad Pública y sus procedimientos. Que ahí está, para todos, y que no está en riesgo, según parece. Y, por último, también se habló de la España vacía. Sin advertir que se vacía, entre otras razones, por la dificultad de cubrir los servicios públicos. Y, de estos, uno de los más problemáticos viene siendo la carencia de profesionales sanitarios.

Pero nuestros candidatos no debatieron. Apenas intercambiaron argumentos. Se limitaban a hacer propaganda y se interrumpían sin cesar. Demasiado cerca, el humo de Cataluña. Demasiado lejos, las urgencias de los hospitales y los consultorios atestados de Atención Primaria. 

Caña a las Comunidades Autónomas. Pero ni una palabra para las diferentes prestaciones de un paciente, de una Comunidad a la de al lado, a veces desplazándose treinta kilómetros arriba o abajo. Un país dividido por tantas partes, que suponen diferentes listas de espera para el ginecólogo, el TAC o la operación de cataratas. Criterios diferentes para que el médico de Atención Primaria te envíe al dermatólogo o al traumatólogo, por ejemplo. Y un mundo de regulaciones que son diferentes en Leganés o en Utrera.

Un mundo de diferencias en cuanto a recursos sanitarios. Inversiones sanitarias por habitante un treinta por ciento mayores en la Navarra o País Vasco que en Andalucía, por poner un ejemplo. Y, con ello, toda una serie de agravios: menos camas hospitalarias por mil habitantes y menos de todo para comunidades más pobres y, por tanto, más enfermas. Pero ninguno de los cinco tocó el tema. Solo la corrupción y el 155 a Cataluña, cuanto antes.

Que los médicos y los enfermeros se nos van de España, oigan. Se van, entre otras cosas, porque aquí les pagan poco. Pero se van, también, hartos de precariedad, de que les hurten las oposiciones, de consultorios atestados a cuarenta y tantos pacientes la jornada, de malas caras, papeleos, exigencias inasumibles y faltas de respeto. 

Huyen de guardias de 24 horas donde todo es urgente, hasta un ataque de ansiedad porque se me ha muerto el canario o mi equipo baja a segunda. Un caos donde a ningún responsable político o sanitario se le ocurre medida alguna para restringir un todo vale a todas horas que oculta cosas muy serias que llegan avanzada la guardia, cuando eres incapaz de discernir el ataque de ansiedad del infarto. 

Se piran también enfermeras agotadas de turnos insufribles, atendiendo alas enteras cuando en Inglaterra solo tienen que cuidar a tres o cuatro. Que es mucho más que el dinero, mire usted. Se trata de la calidad del trabajo, la consideración y los límites a los jefes – y jefas – déspotas y chulescos. Pero ya lo vieron: se trata de un tema que no consiguió prioridad en la farsa de debate. No mola. No llama la atención.

Y no lo consigue porque el trabajador sanitario es la viva imagen de la abnegación y el sacrificio. Justo lo contrario que los cinco alienados que pretenden la Presidencia del Gobierno. Por eso, los sanitarios no somos el tema de ningún debate ni esperamos conseguir mejoras sustanciales. Por la misma razón, el gobierno andaluz del “trifachito” se pasa por el arco triunfal la promesa expresa de pagar a todos el antiguo y obsoleto complemento de exclusividad, equiparándonos con la mayor parte de los médicos españoles. Porque nos limitamos a ir a trabajar todos los días, sin hacer ruido ni montar barricadas.

Cinco candidatos, en fin, que pusieron de manifiesto el mínimo común denominador de la clase política española: “de la Sanidad Pública no se habla, que anda sola. Esos tipos van a trabajar sí o sí, y lo harán siempre bien. Si recortamos ahí, los pacientes y sus familias les echarán las culpas de todo. Y si se ganan una hostia, se la tienen más que merecida, por idiotas”. 

Claro que… Claro que esto mismo pensaba Susana Díaz, hasta que la gente se dio cuenta de que no, que los malos estaban en el Parlamento y la Consejería de Salud, y los buenos en los consultorios y en los hospitales, con la gente. Y, juntos, salieron a la calle. No una vez, sino muchas. Y ahí tienes a Susana, chupando oposición. Y a ver si dentro de poco no nos la vamos a encontrar estudiando oposiciones al algo.

(PD: “No pises la cola del ratoncito… Puede que le crezcan colmillos a fuerza de pisotones”)