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Déjenme ser andaluz

Déjenme ser andaluz y ver con esperanza lo que ha llegado democráticamente a San Telmo.

 

 

No es prioritario declarar afecto perpetuo al PSOE para evitar ser mirado con el trasnoche que miran a los disidentes los guardianes de la esencia progresí andaluza. Se puede ser buen andaluz sin necesidad de declararse votante de alguna de las izquierdas que la gobernaron durante 36 largos años. No le achica mérito andaluz alguno a quien se resistió y se sigue resistiendo a entender y continuar el camino que nos reiteran, insistentemente, quienes nos tuvieron en el bajo vientre de los índices publicados de diagnóstico social.

 

No camela el acento que marcan los bendecidos del régimen, el que nos sostuvo entre las últimas regiones del Estado en desarrollo socioeconómico y las primeras en número de parados, más que el lenguaje del hartazgo por una soberbia gobernante, repleta de pechos de paloma militante alardeando de poder desde el canto del gallo hasta el último bostezo de las cotidianas noches de búho y luna.

 

Déjenme ser andaluz y ver con esperanza lo que ha llegado democráticamente a San Telmo.

 

Déjenme sentir el color de mis banderas rojigualda y blanquiverde sin tener que pedir disculpas por amar nuestros símbolos, que algunos llaman trapos, esos que a todos nos tapan del frío del independentismo más insolidario y supremacista. Déjenme escribirlo sin que por ello pierda gracia entre los cercanos, ni se me achique el prestigio propio por no ser un escucha pasivo de tantos, un obediente pro socialista de los que votan, callan y se sumergen entre los que esperan premio.

 

Ser andaluz y patriota no es un oxímoron. Para ser buen andaluz sólo es preciso recoger las lágrimas de la resignación y convertirlas en alegres bríos de renovada esperanza. Andaluces, levantaos, pedid lo que hayáis de pedir, pero no nos resignemos a ser como nos dijeron en el cole, el instituto, la universidad y la política que había que ser. Dejad vuestros lamentos de fullera excusa, y volcad sobre vuestras propias circunstancias el enorme talento que guardáis dentro. Dejad que fluya la libertad, porque a ser andaluces nos pueden ganar desde batallas que no vemos, pero jamás nos ganarán a ser libres.

 

Que no insistan en construir su relato de aislamiento democrático contra su disidencia ideológica, que a mí nadie me empuje fuera de esta asamblea de ciudadanos libres e iguales, por no ser como dicen ellos que hay que ser. Brinco por calles y sierras de Andalucía, pateo el mundo de mis paisanos del Sur con el acento que dejó en mi la raíz granadina que elevó a hombre, padre y esposo, este tallo humano que vive y goza en Andalucía. Sin ser socialista, ni desmerecer a quienes lo son, déjenme ser andaluz a mi manera, rasgando el sol que nos acicala la piel, buscando sombras cuando el sofoco es amplio, oyendo el quejido que modernizaran los cantes, leyendo surcos y acequias, versos que rieguen la fértil vega de nuestros poemas.

 

Déjenme ser andaluz, sin que por no votar a las izquierdas pueda lograr emocionarme con Cernuda o Federico, con Alberti o Machado.

 

Búsquenme en las noches veraniegas tomando el fresco, verbeneando con los verbeneros, empujando con mis modestas manos el tren de nuestro progreso. Pero no vayan a buscarme donde la cuerda es débil sólo para los débiles, donde el amor muta a simple interés, donde haya odio más que palabras, poco diálogo y mucha bronca. En esa Andalucía que proclama superioridad moral de unos, hegemónicos, sobre otros, recién llegados, ahí no me busquen, no estoy, ni estaré. Ni creo que estuviera aquel Blas Infante al que recurren los de siempre para mantener la distancia que les vista su relato.

 

Avistado queda para mi satisfacción más íntima el enorme placer que me procura mi tierra. Que no quiere romper con España, sino fundirse a abrazos puros con los españoles. Déjenme disfrutarla, no me afeen las ganas por no cantar con uds. esa su  eterna petenera.