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Del caos que viene y el brazo torcido de Doña Margarita

En lo económico, la inflación, la deuda y demás índices del caso van a desbordar los límites de lo tolerable.

Nuevo curso político. Un periodo que aparece fuertemente condicionado por las elecciones de 2023. En mayo, las municipales y autonómicas. En diciembre, las generales. Bien que, estas últimas, dependiendo de los intereses de Sánchez, podrían celebrarse simultáneamente con las mencionadas de mayo. O, por el contrario, ser demoradas hasta principios de 2024, con la coartada de no complicar el “triunfal” desarrollo de la presidencia sanchista de la UE, que toca el segundo semestre de 2023. 

 

 

En cualquier caso, el plazo hasta las legislativas se nos va a hacer eterno. Porque la larga campaña ―ya estamos en ella―, con un ejecutivo presidido por el sanchismo, y dirigido por la ultraizquierda podemita (concomitante con filoetarras y separatistas), abate cualquier esperanza de acuerdo político de calado nacional, durante la turbulenta época se aproxima. En lo económico, la inflación, la deuda y demás índices del caso van a desbordar los límites de lo tolerable. En lo social, solo basta remitirse a la reciente apelación a la movilización sindical de la pinturera ministra de trabajo, Yolanda Díaz. Y, en el esencial plano energético, cualquiera que pague recibos de luz y gas puede presentir que la llegada del invierno nos va a congelar hasta el DNI. Un escenario caótico complementado por la previsión demoscópica, según la cual los comicios de 2023 barrerán la basura política que nos gobierna. Y ésta, consecuentemente, se afanará en la obtención de los mayores réditos partidistas/separatistas que pueda, antes de la potencial hecatombe electoral. 

 

 

 

En el ámbito defensivo, veremos en qué queda lo del 2% del PIB en gastos de defensa, porque una cosa es predicar y otra dar trigo.  Viene eso a cuento de la petulancia con la que la ministra de defensa, Margarita Robles, se ha venido manifestando con respecto al apoyo militar dado a Ucrania. Pero Serhii Pohoreltsev, embajador de ese país, ha roto la baraja harto de que le tomen el pelo en Defensa, así como de aparecer ante Kiev como el tonto del pueblo.  En rueda de prensa, el 24 de agosto, aniversario de la independencia de su país, y tras 6 meses del comienzo de la guerra, el embajador retorció el brazo de la ministra estallando: «No puedo decir que estemos satisfechos, ni que estemos recibiendo todo lo que España podría suministrar».  Ahora, claro, vienen las prisas y el tumulto en las plantas 4ª y 5ª del ministerio de defensa. El tema puede traer algunas sorpresas.