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Del Midas de la boñiga y la margarita deshojada

Parece claro que esa misma margarita que se pasea por las unidades militares aplaudiendo la integridad personal y profesional, ante el peligro de ser ella la cesada, se deshojó.

 

Todo empezó con la estafa electoral, en las generales de noviembre de 2019, que, el 7-E, se concretó en la investidura de Sánchez. Desde entonces, casi todo ha ido empeorando, con un Gobierno que, frecuentemente, estalla por sus costuras y que el aludido remienda con cesiones, concesiones y regalos a sus socios separatistas, filoetarras y neocomunistas. Por canalla que resulte la donación, como es la charranada  de cesar a la directora del CNI, Paz Esteban, en respuesta a la exigencia separatista de un “ruede de cabezas” por el caso Pegasus. Lo más esperpéntico es oír al delincuente Junqueras perdonarnos la vida, exigiendo que las escuchas no se repitan, cuando los separatistas no se recatan en vocear que repetirán los delitos que cometieron en 2.017.    

 

No merece la pena darle muchas más vueltas, de las ya dadas en los medios, al furibundo debate que tal cese ha suscitado y en el que, aviesamente, se han mezclado las escuchas, bajo tutela judicial, a terminales independentistas, con los “hackeos” del teléfono de Sanchez y otros ministros (de los que no parece interesar conocer la procedencia). Documentación en mano (respuesta parlamentaria del Gobierno, septiembre de 2020), ha quedado claro que las comunicaciones de Sánchez, cuando le hackearon, dependían de la secretaria general del gobierno, encabezaba por el ahora ministro Bolaños, así como que “en el dispositivo de seguridad del presidente del Gobierno no participan miembros del CNI”. 

 

La ministra de defensa, Margarita Robles, durante su comparecencia, el pasado 4 de mayo, ante la comisión de defensa del congreso de los diputados, hizo lo que pareció una valiente defensa de la profesionalidad del CNI y su directora. Al día siguiente, era Paz Esteban quien comparecía ante la llamada “Comisión de Secretos Oficiales”, aclarando que las escuchas a dirigentes catalanes, entre ellos al que ahora es presidente de la Generalidad, Aragonés, lo habían sido bajo autorización judicial. No había pues caso. 

 

Después de ello, yo creí, ingenuamente, en la decencia de la ministra. Pero me equivoqué. Porque, el 10 de mayo, tras el consejo de ministros que acababa de cesar a Paz Esteban a propuesta de la Robles, ésta comparecía en rueda de prensa tratando de justificar medida tan injusta ―pésima calificación para quien profesionalmente es juez―. Con el cese, ella no solo tiró por los suelos el bien ganado prestigio nacional en internacional del CNI, sino que, incluso, osó tratarnos de majaderos al intentar cínicamente convencer al respetable que lo de doña Paz “no era destitución sino sustitución”. Vaya, como si fuera un acto de mera gestión de personal. 

 

Parece claro que esa misma margarita que se pasea por las unidades militares aplaudiendo la integridad personal y profesional, ante el peligro de ser ella la cesada, se deshojó. No sé si tendrá la desvergüenza de seguir  paseándose por las unidades para sus pasadas por el lomo de los militares. Si lo hiciera, le recomiendo que mire a los ojos de la gente para ver en ellos que, por disciplina, se abstienen de llevarse a la cara el pulgar y el índice para obstruir las fosas nasales. Es el efecto Sánchez quien parece el negativo de Midas, rey de Frigia, a quien Dionisos, hijo de Zeus, otorgó el poder de convertir en oro todo lo que tocara. Porque Sánchez, todo lo que toca, lo convierte en boñiga.