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Del seísmo andaluz, al postsusanismo

Reinventar la política, reinventar la izquierda

 

Tanto fue el cántaro a la fuente, que al final se rompió. O lo que es lo mismo: la crónica de un desastre anunciado que fatalmente ha acabado haciéndose realidad.

Es lo que ha sucedido en Andalucía este domingo negro, lo redundo con el calificativo de noche de difuntos, porque lo que se vaticinaba que más temprano que tarde podía producirse, no con tan alta escala de Richter, fatalmente ha sacudido.

Y no ha sido producto de la lógica democrática de una alternancia normal en el mapa político, propio de la dinámica regeneradora que la práctica democrática a través de las urnas periódicamente insufla al sistema cuando se produce el agotamiento de la opción que gobierna, como en este caso también se ha producido.

Por el contrario, hablando claro, lo que ha acaecido ha sido una auténtica involución política en el sistema, auspiciada por un cuerpo electoral hastiado a la vez que cabreado y que en su libre y sagrado ejercicio del voto en la dirección que ha optado, y sobre todo debido al amplio sector de la izquierda que se ha abstenido, abre un escenario de incertidumbre, imprevisible, aunque con incalculables consecuencias para la estabilidad democrática que bien pronto podemos experimentar.

 

La crónica de un desastre anunciado que fatalmente ha acabado haciéndose realidad.

 

Empezaré manifestando, entre las paradojas sucedidas, que el que se esperaba que tras el recuento de votos fuera precisamente el primero en dimitir en la noche electoral, ante el previsible logro de un nuevo pésimo resultado, además de por ser ajeno al nuevo equipo de Pablo Casado, Juan Manuel Moreno Bonilla, por el contrario, como si, más allá de las urnas, de la lotería se tratara, puede acabar nuevamente tocándole el gordo, convirtiéndose en presidente del Consejo de Gobierno de Andalucía a pesar de esos seis puntos menos conseguidos, pérdida de 7 diputados y de más de 316.000 votos: un 30% de su apoyo que han pasado íntegramente a Vox en tanto el PSOE ha perdido un 28%; ello, en comparación con los pasados comicios autonómicos del 2015 que con una caída de 14 puntos representaron ya de por sí una hecatombe para el PP y donde se auguró por los inquilinos de Génova que habían llegado en Andalucía a un suelo insufrible imposible de repetir.

Y Juanma puede llegar a ser el máximo mandatario andaluz, a la par, después de haber llevado una esperpéntica campaña basada en la denuncia de la corrupción política dirigida contra la residente en el palacio de San Telmo; precisamente él, tan amigo de Luis Bárcenas desde que tiempos ha, cuando como buen cunero compartió la circunscripción electoral de Santander. Y a escasos días de haber sido señalado por `El Albondiguillas´, otro pandillero elemento, como partícipe, al menos por omisión, de haber contribuido al sobredimensionamiento de esa inmensa tarta putrefacta de extensas y profundas raíces geográficas llamada Gürtel o caja B del PP, con lo que podría representar próximos quebraderos de cabeza para su gobernabilidad de Andalucía por los episodios judiciales abiertos que en lógica le podrían afectar.

Para más inri, Moreno Bonilla, puede llegar a presidir la Junta, contrariando el propio discurso del PP que tanto emplea contra Pedro Sánchez de que debe ser la fuerza más votada la que tiene que formar gobierno, o que no se pueden hacer pactos contra natura con fuerzas anticonstitucionalistas, como en este caso significa Vox.

 

Y Juanma puede llegar a ser el máximo mandatario andaluz, a la par, después de haber llevado una esperpéntica campaña basada en la denuncia de la corrupción política dirigida contra la residente en el palacio de San Telmo

 

¡Cuánto falsedad y desvergüenzas envuelven hoy las peroratas que se lanzan frívolamente en campañas no solo con la vana intención de engañar, porque se está ya inmune a tanto descaro, sino para continuar denigrando la política!

No obstante, si siguiera el repaso por el campo de la derecha y ahora pasara a abordar las contradicciones que arrastraría Ciudadanos en ese nuevo pacto tripartito en que se puede enfangar con el PP y Vox, por cierto ya ha recibido el primer aviso por sus socios liberales europeos, echando por la borda la mijita de dignidad que le puede quedar como partido, según dijo en origen, nacido para la regeneración de la vida política, acabar con la corrupción y los enemigos de la tolerancia y de la libertad.

O, sí prosiguiera la reflexión con Vox para tratar la naturaleza neofascista y populista que representa, producto de la oleada antieuropea y de locura trumpianaque ahora hace escala también en Andalucía, ya no tendría espacio o me haría enormemente pesado para analizar a continuación lo que a la vez ha venido ocurriendo en la desnortada izquierda, que se apunta en plan masoca a cualquier bombardeo con tal de dividir a su sector social o para que se abstenga, para que este terremoto haya acontecido en una tierra que se consideraba hasta ahora vacunada contra las políticas de derecha y no digamos de la extrema derecha por las que tan cruelmente sufrió a lo largo de su historia no tan lejana.

El socialismo andaluz no ha tenido voluntad política ni arrojo para regenerarse y renovarse en políticas y en liderazgos desde el poder, antes que lo tenga que hacer obligado ahora por haber sido severamente castigado por sus adversarios. Ha pretendido, por el contrario, sobrevivir, prolongando un sistema agotado por su mediocridad, apestado por el clientelismo practicado e indiferente a las demandas de su electorado, demasiado harto de comulgar con sus ruedas de molinos y al que solo se ha venido acudiendo para pedirle el voto con el anuncio amenazador de, o ellos, los que tomaron la política como una profesión de futuro porque por sus mediocridades difícilmente iban a encontrar una alternativa laboral en la vida civil, o venía el lobo de la derecha. Hasta que de tanto repetirlo ha llegado a inocular a sus huestes que no han reaccionado a la hora de hacer frente a la aparición del Canis lupus montado en la silla del Cid Campeador, me refiero no al Abascal de Vox sino a José María Aznar, el salvaguarda de estos resultados en su papel de árbitro para la unión de las derechas.

 

El socialismo andaluz no ha tenido voluntad política ni arrojo para regenerarse y renovarse en políticas y en liderazgos desde el poder, antes que lo tenga que hacer obligado ahora por haber sido severamente castigado por sus adversarios.

 

Ni se ha regenerado el PSOE en su interior, roto sus puentes con la sociedad civil, desarmada su organización de la presencia de una masa crítica interna y de nivel como le caracterizó en el pasado, por el contrario copado hoy por dependientes económicos que han acudido a su miel para medrar o colocarse en el empleo público.

Ni tampoco lo ha sabido aprovechar Podemos, que en tan poco tiempo ha hecho perder sus expectativas para mostrarse incapaz de articular una alternativa, como tampoco ha surgido dicha iniciativa procedente de la excelencia y de sectores ilustrados y progresistas de la sociedad civil andaluza que ni se han molestado desde su actual situación acomodaticia para ponerla en pie. Aunque, a partir de hoy sufrirán todos a la vez el momento político de asfixia y el aire viciado de sobredosis de incienso que acompañará la añeja procesión eclesial que recorrerá la geografía andaluza con este retorno de los brujos en plan de quedarse.

La política de izquierda, al tener que ser forzosamente transformadora de la realidad para que la sociedad siga progresando en todos los ámbitos de la vida, no solo en el económico aunque también, a la vez que sabiendo vencer resistencias y miedos a los cambios de fuerzas conservadoras bien poderosas que siempre preferirán el status quo, es lo suficientemente seria, como para tener que estar basada en el rigor y la eficiencia, llevada por los mejores y con el amplio consenso de amplias alianzas políticas y con la sociedad civil vertebrada con la que debe identificarse, ser cómplice de la misma a la vez que movilizada, de cara a hacer posible su plasmación.

Lo demás, como cuestionar en este preciso momento la monarquía o solidarizarse con el derecho a decidir en Cataluña, o con la libre e ingenua circulación de seres humanos del Planeta, son estériles cantos a la galería destinados a dividir más que a cohesionan al sector social transversal que debe acompañar a la izquierda. Lo digo como convencido republicano y federalista, y también como analista de los votos que han pasado en esta cita electoral de la izquierda a Ciudadanos, o de lo que se ha generado en determinadas zonas territoriales como la de los plásticos almerienses, cuna, con el mapa puesto al revés, desde donde dice Vox que reinicia la Reconquista de España.

 

Ni tampoco lo ha sabido aprovechar Podemos, que en tan poco tiempo ha hecho perder sus expectativas para mostrarse incapaz de articular una alternativa

 

Tampoco puede estar el PSOE-A en manos de incompetentes que siguen creyendo, con desprecio asimismo al sector social que dicen representar, que la teoría de la cabra que tan en boga puso Alfonso Guerra en los años 80, o la más actual, los sumisos conejos extraídos de la chistera de Susana Díaz, sigue siendo posible que hoy continúe, como tampoco caer en los brazos de los iluminados anticapisque irrumpen para su pretendido y frustrado relevo mostrando con descoco su semejante ignorancia porque a la hora de presentar las cuentas de sus promesas electorales bien poco saben de cuadres, y donde lógicamente van quedando en el camino cada vez más votantes que se las crea.

El balance de las urnas de este 2 de diciembre lo ha dejado meridianamente claro. La izquierda andaluza con respecto al 2015 ha perdido en su conjunto 680.000 votantes y la derecha ha ganado, 350.000. Algo por encima de un millón de papeletas entre abstención y votantes es la diferencia que se ha producido como cambio en las urnas en menos de cuatro años, que, teniendo en cuenta la cifra de 3.700.000, como total de votos contabilizados en este último 2 de diciembre, significa un disparate.

Como resulta chirriante que Podemos no solo no se haya aprovechado de esa sangría socialista, 400.000 votos, sino que a la vez haya sufrido en su coalición, `Adelante Andalucía´, el paso atrás de un total de 280.000 papeletas que ha mermado. Es de constatar, que solo IU obtuvo en el 2015, 274.000 votos.

Estamos pues ante un panorama desolador para la izquierda que se ha ido desarrollando durante estos últimos años de crisis, donde además no hay permeabilidad entre sus electores, apareciendo como estancos, como la mezcla del agua con el aceite.

En este sentido, voto socialista que, en desacuerdo con la achicharrada y sectaria Susana Díaz que bien supo castigar a los militantes sanchistasandaluces no dándoles acomodo ni agua alguna en las listas de esta cita electoral, se abstiene sin ocurrírsele votar a Podemos. Como, asimismo, le pasa al militante de IU que en descuerdo con su absorción por Podemos, o el de Podemos cabreado con la formación de `Adelante Andalucía´, al igual que ya hizo el 26J del 2016, se queda en casa, sin ocurrírsele optar por el PSOE-A.

 

Como resulta chirriante que Podemos no solo no se haya aprovechado de esa sangría socialista, 400.000 votos, sino que a la vez haya sufrido en su coalición, `Adelante Andalucía´, el paso atrás de un total de 280.000 papeletas que ha mermado.

 

Y si contemplamos ese hecho en las grandes urbes el problema se agiganta, en cuanto ha sido frenado en el recuento final por el voto rural de los pueblos, cuando la tendencia de futuro va a ser la generalización del fenómeno que se da ya en las ciudades.

Es por tanto ese estanco en el no trasvase que se da con el voto entre las actuales izquierdas, lo que obligaría a reinventar otra transversal porque de continuar en esta dinámica partidaria se está condenando a este mayoritario sector social de la población a no volver a estar representado en el poder y por el contrario a realizar una eterna travesía temporal por el desierto.

Por último, estas elecciones han destapado los límites de un PSOE-A desmovilizado, acorde con el modelo que tiene establecido, basado en llevar exclusivamente políticas institucionales y mantenerse en el poder en base a redes clientelares, abandonando y despreciando a su propia estructura organizativa, a la militancia que no tiene colocada en el empleo público, apostando por dirigentes con encefalogramas planos, habiendo renunciado al trabajo en la sociedad civil, fusionando partido con institución, manteniendo a una lideresa, Susana Díaz, aún no consciente del desgaste que sufrió en sus artimañas golpistas que desembocaron en su derrota frente a Pedro Sánchez; y que en parte, y en tan poco tiempo, también ha generado Podemos, en este caso en lo que se refiere a sus luchas cainitas y al desmantelamiento de su naciente partido.

Hacer frente pues a la nueva situación exige reinventar la política progresista y la propia izquierda del siglo XXI; bien lejos de ese No Pasarán que el trasnochado Pablo Iglesias anuncia resucitar contra el fascio, me imagino que, en ausencia del Jarama, en ambas riberas del Guadalquivir y tomando las cumbres de Despeñaperros; o de la resistencia numantina que muestra la señora Díaz para largarse sin más demora.