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Desde la humildad con libertad

¿Provocar un colapso social y proporcionarse así nuevas vías de enriquecimiento, para sí y para aquellos que les pagan?

A veces pienso que los estrategas de este país, aquellos que están en posesión de conocimientos  secretos, cometen errores de bulto, o quizá su modo de planificar los actos futuros, su prospectiva económico intelectual excede con mucho la capacidad comprensora de tan humilde servidor, y digo humilde por ser  de clase pobre que no baja.

Cuando colocaron al Sr. Rajoy con mayoría absoluta, los actores económico sociales (los del secreto) aprovecharon la excusa de rescatar al país de los desmanes y dispendios del infame Zapatero, para apretar el nudo hasta dejarnos con la lengua a la altura del prepucio.

Ni que decir tiene que lo hicieron con premeditación y alevosía, sin necesidad alguna, pues si bien es cierto  el disparate económico al que nos llevó  el insigne contador de nubes, no es menos cierto el abuso de aquellos que no se conformaron con recoger migajas en forma de pingües beneficios, sino que quisieron obtener el trofeo completo para, de este modo, poder exhibir su cornamenta en público festín.

Debieron entender que a nadie le gusta que le rebajen su ridículo salario o  exigüa pensión mientras se insuflaba una millonada a los banqueros menos previsores, aquellos  a los que la “crisis” cogió en bragas.

 

A nadie le gusta que le corten la luz porque las eléctricas, para poder pagar el impuesto al que las somete el Estado, te suben el recibo hasta exprimirte el último kilovatio.

 

A nadie le gusta comprobar cómo, a través de un  impuesto al sol, el Sr. Soria, se ocupase de  que absolutamente nadie se escapase  por la patilla sin abonar el correspondiente “porciento”.

A nadie le gusta que le ponga a la hora del almuerzo, en prime time el desalojo de familias con  varios  churumbeles por no poder hacer frente a la hipoteca.

A nadie le gusta ver dedos de negritos seccionados por las concertinas, ni  pateras repletas de seres fantasmales que solo buscan un poquito de aire y tierra seca para poder respirar y entrar en calor. Y a todo esto podemos añadir, políticos corruptos y multimillonarios, eméritos de vacaciones con la entrañable amiga y destripando elefantes, marqueses consortes mangando a tutiplén  y un amplísimo etc de fechorías y mangancias.

Ante estos excesos innecesarios aparecen, irremediablemente, las reacciones de las masas disconformes. Nos indignamos, nos concentramos, berreamos, acampamos, debatimos, nos asambleamos, el comité vecinal se reúne con el comité zonal y así sucesivamente. Y llegamos a la conclusión de que nos están jodiendo y que ha llegado la hora de poner freno a tan indigno correctivo por parte de los que, los listos, dieron en llamar  “las castas”.

¿Pero, les había pasado inadvertida esta posible reacción a los eruditos del secreto? ¿No habían realizado suficientes estudios prospectivos para adelantarse a semejante situación? ¿Cogió esta aparentemente espontánea reacción ciudadana con el calzón bajado a los de la casta? ¿O más bien todo formaba parte del gran circo de la “política ficción”, esto es,  como ir engañando a la plebe con diferentes argucias, para no parecer excesivamente crueles?

 

Los del secreto siempre tienen la alternativa prevista. Una vez asqueados del saqueo inmisericorde del gobierno del Sr. Rajoy, se plantea como alternativa la estúpida solución bolivariana.

 

Se elige al personaje, grotesco en todas sus facetas pero idóneo para los fines a los que estaba predeterminado. Ser la imagen indulgente, sinvergonzona, irreverente de todos aquellos llamados a la insumisión.

Y, como era de esperar, ante la acción la reacción. Para apartar al indigno valedor del Sr. Maduro de su “mansión” en un barrio bien de Madrid, del que ya no lo echan ni con un lanzallamas, surgen los contra indignados, ósea,  la recontra reforma de la reforma de la indignación de los indignados.

Pues eso, del coleta insultando y despotricando a diestro y siniestro, mientras se enriquecía junto a sus payasos de feria y ministriles desorbitados, a las voces de los españolísimos por la gracia de dios y defensores de las entretelas de la madre patria.

¿Es posible que también esta españolización reaccionaria apareciese  ya como idea preclara   y probable en el futuro imaginado por  los caciques gestores de la vida en sociedad?

Sinceramente creo, que sí. Del mismo modo que los podemitas aglutinaron a una variopinta  tipología  de indignaciones para aupar a un impresentable a lo más alto del stablishment de la esfera política nacional, los nuevos  hijos de la madre patria, herederos del fervor catolicista de los Habsburgo, son el resultado de un heterogéneo grupo de indignados. Algunos no entienden  leyes absurdas como la de violencia de género, otros las incomprensibles  políticas migratorias, la mayoría desprecia la condescendencia cuando no la  complicidad con las catalanes y vascos, haciendo oídos sordos a sus flagrantes vulneraciones de las leyes y consintiendo el agravio que supone el hecho de que éstos vivan mejor, dispongan de mejores servicios  y paguen menos que el resto de los sufridos habitantes de la tierra que se asemeja a una piel de toro, uno situados en la cornamenta y otros en el culo.

 

A la reforma, contra reforma. A la indignación contra indignación y, mientras tanto ese  títere  colocado a la cabeza del gobierno, paseando su palmito por el orbe, para que todos sepamos lo bien parecido que es y lo guapísimo que sale posando con gafas a lo Kennedy  en el asiento de su jet presidencial.

 

Este títere y su gobierno de circunstancia se mantienen soltando pasta a los catalafistas (si catalafistas) y vascos, y  pretenden a toda costa  que no los desalojen de sus poltronas a las que han accedido felonía mediante, y amenazan,  de modo teatral y grandilocuente, con  rasgarse  las vestiduras ante la mera sospecha de que los españolísimos pretendan mermar las  incomprensibles prerrogativas de una parte de la población  frente a los indefensos mamporreros, que es  en lo que quieren convertir a la otra parte de la ciudadanía

Mr. Peter llamó, en una de sus más gloriosas actuaciones televisivas,  indecente al por entonces Presidente Mariano Rajoy. Ahora ese calificativo se le queda corto a él mismo. No es indecencia,  es estupidez y soberbia.  Como diría aquella chica cantarina de hace unos años “Antes muerta que sencilla”.

Estoy seguro de que los eruditos del secreto, con sus  costosos estudios prospectivos, tienen siempre la solución al problema que ellos mismos han creado. Un títere en primera línea, un repuesto para el caso de súbita pérdida de confianza, y una tercera línea de defensa por si fallan los dos anteriores. Se trata, al fin y al cabo de seguir en el poder pero cambiando de cara y discurso. Un día somos progres, otro somos solidarios, el siguiente somos más españoles que la Isla del Perejil.  O como dicen en mi pueblo, los mismos perros con distinto collar.

No me encoge el ánimo reconocer que no tengo ni pajolera idea de economía, ni de muchas otras cosas, pero si sé que uno de los grandes Gurús de la macroeconomía teórica predijo hace ya unos años que, para que haya crecimiento económico se necesita llevar a la economía al colapso y, de este modo se facilita  el resurgimiento, la creación de oportunidades y, cómo no, el enriquecimiento de los de siempre.

Parece que no aprendemos, la historia se repite una y otra vez, y ahora si Dios no lo malicia y a Mr. Peter no le da una súbito ataque de honradez y cordura y prosigue en su senda del engaño emocional, de la fanfarria del dialogo y estafa de los brazos abiertos, es más que posible que, desde este valle en el que nos encontramos, pretendamos  saltar  a la cima de modo tan brusco que provoque una imparable era de turbulencias. Ya hemos vivido algunas y conocemos los resultados, ante los avances de las izquierdas y los excesos de los irreductibles siempre aparecen salva patrias, y es entonces cuando llega el colapso.

 

¿Es esto lo que buscan los eruditos del secreto?  ¿Provocar un colapso social y proporcionarse así nuevas vías de enriquecimiento, para sí y para aquellos que les pagan?

 

Conste que  todo esto lo digo desde la más humilde de las posiciones, pero desde la libertad,  al menos por el momento, de expresar la visión, aunque  poco literaria y menos filosófica de la vida real, la que vivimos  y sufrimos  a diario los humildes como yo.