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Desnudando a VOX

Linz, Levitsky y Ziblatt te ayudan a sacar a VOX del armario

 

El éxito electoral de VOX tiene origen pendular y su futuro depende de la eficacia en la gestión de la cosa pública y del manejo de las políticas identitarias que hagan los partidos democráticos, singularmente los dos conocidos hasta ahora como partidos de Estado. Una parte considerable, por no decir mayoritaria, de los votos a VOX son prestados o pasivos, esto es, fruto del rechazo a las otras opciones políticas, más que de las virtudes de su oferta programática. El voto a VOX procede esencialmente del desencanto con los demás, a diferencia de los de PP, PSOE e incluso UP.

Como consecuencia de ese origen del voto, su volatilidad es más estructural, mientras que la de PP y PSOE es mucho más coyuntural y la del de UP es mixta, teniendo en cuenta que tiene un suelo electoral sólido procedente de IU. Hoy por hoy, el voto a VOX es muy volátil y con un suelo líquido que podría dejarle fuera de los legislativos a medio plazo, lo que debería representar un canto a la esperanza para los dos partidos tradicionales si fuesen capaces de extraer conclusiones y actuar en consecuencia.

Al referimos a VOX, lo haremos al movimiento y a sus líderes, no a sus votantes, lo que merecería otro artículo elaborado con una sensibilidad extraordinaria para analizar su electorado no talibán, no necesariamente de mentalidad totalitaria, que opta por ofrecerle su voto como castigo al resto de las opciones.

VOX es hijo natural de la hiperideologización por las políticas identitarias practicadas fuera del marco de la gestión política global. Elevar a normal en las leyes lo que es normal en la calle en materia identitaria no debe estar reñido con una estrategia que minimice la probabilidad de que surjan movimientos pendulares antiidentitarios que tuvieran como objetivo neutralizar los hitos alcanzados.

Si todo girara en torno a la realidad y no a la percepción de la misma o a las medias verdades con las que se construyen hechos alternativos, más atentatorias contra la verdad que las propias mentiras, no habría espacio político para VOX, ni tampoco para otros populismos. Una media verdad suele estar acompañada de una voluntad implícita de manipular porque se busca comvertir en realidad completa lo que no lo es y por eso son más peligrosas socialmente que las mentiras que, al fin y al cabo, son la negación de las verdades, pero no implican necesariamente su manipulación.

VOX que carece de un programa y en este aspecto es antisistema, con uso saturado de retórica y relato, se encontró en 2019 en el momento y el lugar adecuados para introducir la cabeza en los legislativos nacional y autonómicos, a la vez que subido a una ola internacional encabezada por un movimiento trumpista que se está posicionando en Europa a través de su cabeza operativa, Steve Bannon, en frontera permeable con el otro movimiento totalitario del mundo caucásico, el de la política de la eternidad de Putin y sus adláteres. Ambos tienen como uno de sus principales objetivos a medio plazo la desintegración de la Unión Europea, operación que ya se ha cobrado el Brexit y al que VOX sigue su estela, junto con grupos de Francia, Italia, Polonia y Hungría, entre otros, promoviendo descaradamente un Spexit.

Es importante diferenciar entre patriotas y nacionalistas, entre sentimientos positivos, basados en la conciliación, y sentimientos negativos, basados en la segregación. Patriotismo versus nacionalismo, amor a la patria y voluntad firme de procurar su bien versus sentimiento fervoroso y exacerbado que discrimina a los ciudadanos entre buenos y malos compatriotas. Me declaro patriota en esos términos, amo a los míos e intento ser solidario, pero no nacionalista, ya que no desprecio a los que no piensan como yo, ni intento hacer acólitos entre ellos, sólo compartir diálogo y un tablero de juego común para construir un estado de bienestar sostenible.

Lo de VOX, lejos de ser patriotismo, es puro españolismo nacionalista que hace apología, más o menos erudita, del pasado imperial de la nación, manipulándolo gracias al control de la percepción de medias verdades que, como hemos dicho, son las mentiras más peligrosas que existen. Anclados no ya en el siglo XX, sino en mucho más atrás, en la España de un Felipe II de cuyo pasado no queda ni siquiera la estela de su dinastía, los Austrias.

En pleno siglo XXI, los nacionalismos son reaccionarios, sea cual sea su color, y suelen practicar el odio al diferente como parte de su liturgia eclesial sea por su origen, color de su piel, creencias religiosas, tendencias afectivas o, simplemente, por su extracción social. El libertarismo es un fake de la libertad ya que una sociedad es un conjunto organizado de individuos, no una mera suma aritmética de los mismos. José María Lassalle en su obra “Liberales” (2010), ya señalaba que “la tendencia neoliberal y libertaria surgida en la segunda mitad del siglo XX convirtió el mercado, como si de un evangelio posmoderno se tratara, en una abstracción dogmática que justificaba un egoísmo descontrolado y sin límites”.

Hoy VOX está apostando, sin escrúpulo, ni pudor alguno, por un libertarismo feroz y despiadado como pantalla tras la cual oculta su estrategia por un nuevo autoritarismo, a caballo entre una especie de democracia iliberal no constitucional y un poder político dictatorial de hecho, más allá del modelo formal del Estado, monarquía o república, plenamente compatible con la gobernanza que promueven las grandes tecnológicas.

VOX viene intoxicando los parlamentos autonómicos y el Congreso de los Diputados convirtiendo las cámaras legislativas en corralas en las que sólo busca la tensión mediante la greña y nunca tiende puentes al diálogo entre los representantes políticos en los que la ciudadanía ha depositado su confianza a través de las urnas para que defiendan sus intereses y para que creen entre todos condiciones objetivas para su bienestar económico y social a través de las ley.

El permanente chantaje de VOX a la derecha democrática forma parte de su hoja de ruta para el acceso al poder. A estas alturas, a nadie se le oculta que su estrategia a medio plazo es sustituir al PP como grupo político mayoritario en representanción de la derecha social del país, comenzando a corto plazo por el control de la agenda cultural de los ejecutivos en los que su voto es decisorio para la estabilidad de los gobiernos populares. Sin embargo, el target electoral que daría estabilidad al PP no se encuentra precisamente en los caladeros de la derecha ultraconservadora, sino en el centro y el centroderecha, y en la práctica de una politica realmente liberal moderada que rompiera amarras con los libertarios iliberales, pero el tiempo juega en su contra.

En el magnífico libro de Levitsky y Ziblatt, “Cómo mueren las democracias” (2018), los autores, basándose en los trabajos llevados a cabo por el sociólogo español Juan Linz, identifican cuatro señales de advertencia conductuales que nos ayudan a reconocer los comportamientos propios de los autoritarios,

Una sola cuestión sobre cada una de dichas señales sería suficiente para hacer pasar a VOX por la prueba del algodón, de manera que nos permitiría clasificar a este partido político sin necesidad de acudir a determinados calificativos, más que probablemente justos, pero que ponen en marcha de nuevo la ley del péndulo que en las actuales circunstancias de crisis sanitaria y económica mundial se mueve a favor de sus medias verdades. Item más, si hiciéramos caso a Umberto Eco, el cumplimiento de uno solo de estos indicadores debería bastarnos para identificar a VOX como una organización política totalitaria con clara voluntad de practicar métodos propios del fascismo eterno.

 

Las cuatro señales y la pregunta a realizarnos para cada una de ellas serían:

  1. Señal: Rechaza, aunque sea de forma débil, de palabra o mediante acciones, las reglas democráticas de juego.

Pregunta: ¿Intenta VOX socavar la legitimidad de las elecciones?

2.   Señal: Niega la legitimidad de los adversarios u oponentes políticos a los que

considera como enemigos.

Pregunta: ¿Describe VOX sin argumentos a sus rivales como delincuentes cuyo

supuesto incumplimiento de la ley los descalifica para participar de manera

plena en la esfera política?

3.  Señal: Tolera o fomenta la violencia.

Pregunta: ¿Ha elogiado VOX, o se ha negado a condenar actos destacados    de

violencia acontecidos en el pasado o en otros lugares del mundo?

4.   Señal: Está predispuesto a restringir las libertades civiles de la oposición,

incluidos los medios de comunicación.

Pregunta: ¿Ha amenazado VOX con adoptar medidas legales u otras acciones

punitivas contra personas críticas pertenecientes a partidos de la oposición, la

sociedad civil o los medios de comunicación?

 

Contesta a estas cuatro preguntas y extrae tus propias conclusiones, te empoderarás políticamente conociendo mejor a VOX, su estrategia política y sus objetivos, de manera que, llegado el momento, como elector no podrás alegar desconocimiento sobre a quién votabas y sus posibles consecuencias para la libertad y el bienestar de tu país y de tus compatriotas.

Decía Juan Linz que cuando los extremistas se postulan como serios contrincantes electorales, los partidos generalistas deberían forjar un frente común para derrotarlos, demostrando su voluntad de unirse a grupos ideológicamente distantes pero comprometidos a salvar el orden político democrático. En circunstancias excepcionales, un liderazgo valiente comporta poner la democracia y al país por delante del partido y explicar al electorado lo que está en juego. No quedan alternativas para salvar la democracia y a los españoles la falta de previsión ya nos costó soportar décadas de ausencia de libertades.

Finalmente, señalar que en una democracia plena todos las organizaciones políticas deben cumplir dos normas básicas no escritas, según señalan también Levitsky y Ziblatt: la tolerancia mutua y la contención institucional. La tolerancia mutua, “alude a la idea de que, siempre que nuestros adversarios acaten realmente las reglas constitucionales, aceptaremos que tienen el mismo derecho a existir, competir por el poder y gobernar que nosotros”. La segunda, “consiste en evitar realizar acciones que, si bien respetan la ley escrita, vulneran a todas luces su espíritu”.

 

Una sociedad deprimida

Mi próximo artículo en #elmundotraslapandemia intentará extraer conclusiones de un sondeo en las redes sociales sobre cómo creen los ciudadanos que irán las cosas cuando acabe la crisis de la COVID19, mejor, peor o igual que antes.

Sobre el papel, la pandemia representa una oportunidad singular para intentar que las cosas cambien, que el mundo deje de ser tan plano y que los principales actores de la sociedad no sean siempre los mismos.

No tengo claro si el ser humano será capaz de extraer conclusiones para apreciar los valores que realmente nos deberían importar como mortales que somos. Los datos nos dirán hasta qué punto confian en un futuro libre, decente, equitativo, justo y solidario, o si ya no hay quien pare su deriva hacia un transhumanismo integrado por ciberesclavos.

Tal vez deberíamos confiar algo más en las nuevas generaciones, las de los natodemócratas. En el caso de España, las demás generaciones están salpimentadas por su pasado en un ecosistema no democrático que continua marcándoles con el chip del miedo a compartir pública y libremente sus opiniones, uno de los pilares más robustos que sostuvo la dictadura franquista durante décadas.

 

elmundotraslapandemia@gmail.com