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Edad para votar

El ayuntamiento de Sevilla quiere modificar los reglamentos para que voten los jóvenes de 16 años.

El Ayuntamiento de Sevilla pretende modificar los reglamentos de participación para hacer posible a los jóvenes de 16 años en adelante tener voz y voto en los asuntos de la ciudad. El alcalde ya lo hizo en la consulta popular sobre la ampliación de la Feria de Abril en septiembre de 2016 y su pretensión es consolidarlas.

Aunque desde una retórica posición inicial siempre habrá jóvenes maduros, y viejos con evidentes frivolidades, los años suelen dar experiencia para meditar un acto de gran importancia. Dudo de la asepsia del edil sevillano porque sus razones electoralistas tendrá. Por desgracia, las aparentes actitudes más insignificantes de un político siempre están motivadas para la captación de votos. Si cada pueblo tiene el gobierno merecido, igual de cierto es la construcción de su futuro voto a voto: las catástrofes imprevistas en política no existen.

Porque, y aunque critique alguna vez ‘cada persona, un voto’, lo haré mientras proliferen las manipulaciones al uso y abuso.

En cierta ocasión, conversé largo rato con un político de primera fila, de los de antes, o sea, poseedores ─sin generalizar─ de una formación cultural amplia y sensatez sobrada. Para más señas pertenece al PC y posee una estructurada carga ideológica. «Todo votante debería hacerlo tras meditar previamente sobre un asunto capital: las partidas donde llegan nuestros impuestos ─me insistía─, aunque el porcentaje de pensadores resulta escaso. En esta dinámica lamentamos recurrir a  propagandas y mítines para la captura de votos, porque  los votos se ganan con imágenes, ni siquiera con argumentos».

No he observado en los últimos años el destino de las cantidades concretas, tal vez por culpa mía. No haría falta más: conoceríamos la ideología de los partidos conservadores y los progresistas. Al término del período bastaría aducir las razones de su incumplimiento o de su prometida adjudicación para tomar la ciudadanía sus decisiones. Porque, y aunque critique alguna vez ‘cada persona, un voto’, lo haré mientras proliferen las manipulaciones al uso y abuso: el dislate en el diseño de cartelería por hábiles expertos en captar la cara más favorable de los candidatos, el delicado color del fondo, más otras sutilezas subliminales para hacer exclamar a las jovencitas, por ejemplo: «¡Sí, lo he votado por guapo, aunque no tengo idea de su programa!».

Si la democracia estriba en el voto libre de ciudadanos bien informados, ¿resulta razonable en multitudes manipuladas y banales?

Más aún en una situación donde se difuminan las crestas chirriantes, dada la generalizada ideología partidaria del llamado centrismo. Un problema de nuestro sistema consiste en la pérdida de matices y, de resultas, el voto termina en un coro donde queda unido y difuminado en un cantar anterior.

El socialismo tuvo una vocación pedagógica. Pablo Iglesias, Fernando de los Ríos, Julián Besteiro, Las Casas de Pueblo…, tuvieron como objetivo prioritario educar a la clase trabajadora. El mejor socialismo quería llegar al poder por el convencimiento ilustrado; en absoluto al estilo de los EE.UU. a base de millonarias inversiones de los potentados en un gigantesco y ridículo circo. Si la democracia estriba en el voto libre de ciudadanos bien informados, ¿resulta razonable en multitudes manipuladas y banales? Esta cuestión constituye un peligro actual y futuro.