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El adelanto de Susana

Y se han dispuesto a la comedia Susana y Juan Marín, cada uno con su acotado y estudiado papel, pero ambos igual de previsibles.

 

Quedaban seis meses para disolver el Parlamento, pero Susana ha decidido hacer expirar la legislatura antes de que venza el plazo máximo. Vivían tan anchos en su nadería legislativa, sin apremios ni inquietudes destacables. Pero desde que Juan Marín se hizo el estrecho, ella, tan ufana como va desde Triana hasta el último rincón de Andalucía, se hizo con el manejo del tiempo electoral por si Pedro Sánchez osaba discutirle la fecha; o pretendiera meterla a ella en campañas ajenas de plagios y tesis copiadas, o quizá en las cloacas de Delgados y Villarejos sin arreglo.

 

Tampoco es descartable que el calendario de Susana Díaz esté pactado con Ciudadanos, y se haya hecho de interés coincidente a ambos partidos para evitar lamentos futuros.

 

Ni sería raro que el futuro gobierno autonómico andaluz también lo estuviera. Descartada la mayoría absoluta para nadie, ni que Susana tenga alguna posibilidad de pacto con JuanMa Moreno, la presidenta tiene difícil acomodo con Teresa Rodríguez de Podemos en frío; ni es fácil que sea posible en caliente.

 

Pero ahora toca teatro. Y se han dispuesto a la comedia Susana y Juan Marín, cada uno con su acotado y estudiado papel, pero ambos igual de previsibles. Como no queriendo dar pistas de su “ineludible matrimonio” a los andaluces con derecho a voto. Pero libre, derecho a voto libre. Porque a los acérrimos y beneficiados les sobra la campaña para decidirlo.

 

El adelanto es un acto político socialista que procura evitar el retraso electoral del PSOE.

 

Lo que antes al partido siempre le interesó hacer coincidir con elecciones generales, ahora ya no conviene sino ir por libre en las urnas para, dicen, hablar en andaluz, y sólo en andaluz. A buenas horas. Se ve que en aquellos tiempos de “Andalucía al máximo” no interesó tanto hacer del debate político andaluz una exclusiva de la agenda estatal. Prefirieron esconderlo en el rifirrafe nacional. ¿Eran menos andaluces entonces o no dicen la verdad ahora?

 

Susana no está preocupada por la estabilidad de Andalucía, a pesar de que sea su argumentación principal para justificar el avance, tanto como necesita demostrar la habilidad política con la que le urgen los agoreros para evitar que la comisión de investigación de la Faffe se convirtiera en una campaña electoral grave para su hegemónico partido. Al PSOE-A no le gusta que lo lleven de reata. En esa comisión, aun teniendo presidenta amiga (inaudito), se iban a estudiar los acreditados gastos en desahogos y putiferios financiados por el régimen con nuestros impuestos, y había serios indicios de que el socialismo andaluz iba a tener que ir del ronzal de la oposición. Disolviendo, Susana Díaz logra que todo decaiga. Y respira. Si quitaron a la juez Alaya de la instrucción de los ERE, nada iba a impedir resolver la investigación de Faffe cerrando el Parlamento y convocándonos a elecciones.

 

Con el adelanto electoral Susana Díaz se pone delante de los demás para no ir por detrás de Pedro Sánchez. Andalucía es su juguete, ese vehículo que pagamos entre todos con el que se beneficia el PSOE.

 

El decreto no lo dice, pero las instrucciones son claras. Fijen a interinos y eventuales, contraten a temporeros y temporales por, al menos, un semestre laboral, habiliten radio pública y TV para abastecer al pueblo de amabilidad socialista, difuminen dudas sobre el futuro laboral de los agraciados si el PSOE no gobernara y tengan cautela en la papeleta a escoger, que los vigila el gran hermano progresista. Que esto es campaña, y en Andalucía hay que volver a gobernar. Quieren batir el récord de Franco en el poder, y brincar los cuarenta años de hegemonía.

 

Razón suficiente ésta última, con permiso, para darle al PSOE un oportuno descanso en la oposición. Que cuatro años más de gobierno socialista no ayudan a descalzar obstáculos y trancos; orear despachos, levantar alfombras ni a quitar feos vicios adquiridos por el democrático defecto de ostentar tantos años el poder. Que el miedo no sea al cambio, sino a prorrogar otra legislatura más sus necesarios e imprescindibles efectos.