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El “arte” de ensalzar lo absurdo y hacer de la política algo “entretenido”

Lejos quedan aquellas épocas en las que por lo general, quienes ejercían cargo público, eran personas altamente cualificadas y con formación.

 

Vivimos tiempos difíciles. Se vislumbran tiempos inciertos.

Atrás quedaron aquellos años en los que la política era el arte de solucionar los problemas de la ciudadanía. Aquellos años en los que quien la ejercía, accedía con el propósito de conseguir satisfacer el interés general para solucionar problemas y por consiguiente mejorar la vida de la gente.

Tiempos en los que, quien la ejercía, en caso de cesar en el ejercicio público, tenía en la esfera privada o pública, (en caso de ser funcionario de carrera), un sustento sin la necesidad vital de continuar en el ejercicio político para sobrevivir laboralmente.

Lejos quedan aquellas épocas en las que por lo general, quienes ejercían cargo público, eran personas altamente cualificadas, con una formación y una experiencia profesional desarrollada, y con un profundo conocimiento de la materia objeto del cargo que ejercía, lo cual le permitía dar un servicio que, con mayor o menor eficacia, se tenía la certeza de que lo ejercía con una experiencia y formación específica que le permitía dar una respuesta adecuada acorde a lo exigible para cualquier asunto de su competencia.

Por aquel entonces, alguna de las mayores críticas hacia la esfera política, era algo así como: «La política es demasiado aburrida». Y: “Los políticos hablan un lenguaje que no todo el mundo entiende».

La gente “se aburría”.

Quizás el “aburrimiento” no tenía su causa en los temas que se trataban en política, ni en la forma en que esta se hacía, con un lenguaje técnico por ejemplo en función de la materia, sino que, quizás ese aburrimiento de un amplio sector social, era fruto de la escasa cultura política que ha existido siempre en nuestro País. A nadie se le enseña desde joven como hacer una declaración de la renta. A nadie se le explica las diferentes políticas económicas o políticas públicas que puede llevar a cabo un País en función de sus objetivos concretos. Ciudadanos con el suficiente y necesario conocimiento sobre las diferentes cuestiones que atañen a lo que rige la política, harán posiblemente de esa sociedad, una colectividad de individuos mucho más exigentes y responsables en el desarrollo de la actividad pública.

Siempre ha existido sobre el fondo de los debates un gran desconocimiento, de la población en general , pero en gran parte por la falta de la formación necesaria debido a como está conformado el sistema educativo: asuntos como: El déficit estructural, el deflactor del PIB, la deuda pública, la precariedad laboral, el desempleo estructural, el decrecimiento económico, las diferentes leyes electorales y los sistemas de representación.

Ello era el reflejo de cómo ha sido el panorama político de antaño, con políticos cualificados ( en su mayoría ) y que pese a las discrepancias existentes, dialogaban en un tono técnico, en función de la materia a tratar, algo que como sabemos aburría a un amplio sector poblacional.

El panorama político de hoy es bien distinto.

Se ha hecho de la política un «salseo» constante, altamente infantilizado.

Quienes se quejaban del lenguaje técnico de antes, ahora se entretienen. Se ha bajado el nivel político al nivel más «analfabético» visto hasta la época.

Hoy en día se ha invertido ese orden.

Las personas con mayor formación y cualificación son quienes consideran que la política se ha infantilizado y ha perdido rigor. Sin embargo, al contrario de lo que sucedía antes, la política se ha convertido en un espectáculo que tiene entretenida a un amplio sector poblacional con numerosos acontecimientos de muy diversa índole, que son de todo menos política y función pública, es decir, menos de servicio público en pro del interés general.

La cuestión es si no hubiese sido más lógico haber capacitado a la mayor parte de quienes “se aburrían” a entender y comprender ese lenguaje técnico que vislumbraba en aquel entonces.

La respuesta es que no interesa.

A los políticos de hoy, sobre algunos de los cuales sobrevuela la sospecha de que no tendrían sustento si no fuera por el cargo político que ostentan, no les interesa capacitar a la ciudadanía para que logren comprender el lenguaje técnico económico, social, fiscal, etc. Por el contrario, pretenden entretener a un amplio sector social con debates que carecen de relevancia, y que no tienen trascendencia alguna ( más allá que la que aluden ellos mismos que estos tienen ).

Vivimos un escenario complejo.

Un escenario político y social, en el que se sitúan los temas centrales del debate público en relación a los diferentes posicionamientos ideológicos, en lugar de centrar el debate público en los problemas reales del día a día de la gente.

Tampoco se puede entender, el escaso grado de especialización en la materia objeto de quienes ejercen dichos cargos públicos.

Vaya por delante el respeto a todas las formaciones y profesiones existentes, todas tienen su valía y su campo profesional, y de hecho la mejor forma de respetar a todas y cada una de ellas es acotar su campo de actuación en función de las competencias adquiridas.

¿Qué sentido tendría tener de Ministro de Sanidad a un Sociólogo?

¿Qué sentido tendría tener de Ministro de Economía a un Médico?.

¿No sería más lógico poner al frente del ministerio de sanidad a alguien del ámbito de las Ciencias de la Salud? ¿Y no sería más lógico situar al frente del Ministerio de Economía a alguien del ámbito de las ciencias económicas y empresariales, con demostrada experiencia y valía en ambos casos?

Pero no todo el panorama que se vislumbra es tan oscuro, hay cierta esperanza en que la sociedad exija a la esfera política menor profesionalización de la política.

La política no debe convertirse de forma estructural en un empleo recurrente de personas con una formación débil y una experiencia profesional escasa, o de la persona que ostenta mayores contactos o mejor posición en un partido político determinado.

Ciertamente, hay esperanza de que la política vuelva a ser “aburrida” como en antaño, donde no haya un escándalo absurdo diario y que por el contrario los temas importantes se dejen sin discutir y resolver.

El fin último de toda sociedad en cuanto al ejercicio político, debería de ser que la política no se vuelva una profesión, sino más bien un servicio público durante el período de tiempo que pueda aportar al interés general, que es de lo que en realidad se trata.

Llegarán tiempos en que quienes accedan a la esfera pública , lo hagan con la necesaria formación y experiencia, con una contrastada experiencia y en pro de contribuir a la mejora sustancial del ámbito competencial que tenga atribuida,y en el que además, no obtenga mayor lucro del que venía obteniendo con anterioridad a dicho Servicio Público.

Mientras tanto, debemos confiar en que quienes solicitaban esta política menos aburrida y más entretenida, estén disfrutando de ella con «el lenguaje de la gente» y con los debates superficiales de todas estas cuestiones de escasa trascendencia; mientras que los problemas reales que afectan al dia a dia se van acentuando, tanto en cantidad como en gravedad, sin que se busque ni se logre dar una respuesta adecuada.