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El César Sánchez: cambiar para seguir

La crisis, en definitiva, es un inteligente movimiento gatopardista de Sánchez, de cariz filo franquista, para que todo siga igual.

 

Sánchez, más papista que el Papa, va imitando, cada vez más, las formas cesaristas de Franco. Mañana, tras la correspondiente toma de posesión ante el Jefe del Estado, quedará configurado su nuevo Gobierno. Una remodelación que, tanto por la rapidez en su desarrollo como por su alcance, cabría calificar de franquista. Porque, aunque ―como siempre―, circulaban rumores sobre cambios, éstos no se esperaba que fueran ni tan inmediatos (“no son prioridades” descartaba Sánchez, 48 horas antes), ni tan profundos. Praxis que ha recordado, por cierto, al motorista de la “oprobiosa”. 

 

En su lucha por la supervivencia, tras el batacazo del 4-M electoral en la CA de Madrid, Sánchez no ha dudado en tirar por la borda a su núcleo duro en el Gobierno: la vicepresidenta Calvo, el ministro Ábalos y el jefe de Gabinete, Iván Redondo. Y ha formado un nuevo Gobierno tan orondo como el anterior (23 miembros), que incorpora 7 ministros nuevos, mueve más de 20 piezas del más alto nivel político y mantiene incólume la facción podemita. Con tales cambios, el presidente del Gobierno pretende auto oxigenarse para frenar su desgaste, tomar impulso para el resto de la legislatura y abordar la recuperación post pandémica. La crisis, en definitiva, es un inteligente movimiento gatopardista de Sánchez, de cariz filo franquista, para que todo siga igual. Al menos, en lo que a él mismo se refiere. 

 

El nuevo ejecutivo es exhibido como volcado sobre lo económico, super feminista y rejuvenecido. El peso económico se visualiza en el ascenso a vicepresidenta 1ª de la ministra de economía, Nadia Calviño. Eso (aunque casi nadie parezca reparar en ello) plantea la duda sobre si ella será capaz o no de compatibilizar la enorme carga de la dirección económica de España, con la tradicional y no menos esencial función política de filtrado y coordinación de la Administración del estado (por ejemplo, la presidencia de las reuniones de secretarios de estado/subsecretarios, previas a los consejos de ministros). Si no lo fuera, tendría que descargar esa tarea de coordinación en el nuevo ministro de la presidencia, Bolaños, reduciéndose las funciones de la VP1ª a la preminencia protocolaria sobre el resto de los ministros, y la presidencia accidental del Gobierno en ausencia del titular.  

 

El mayor peso femenino se concreta en la reducción en 2 del número de varones y el aumento en 2 el de las féminas. En total ―rechazando paladinamente la tentación de hurgar en el campo minado de los sexos―, un Gobierno de  14 mujeres (63,6%) y 9 hombres (36,4%). ¿Qué fue de la cacareada paridad? 

 

Finalmente, hay que alabar la ventilación de los escalafones al rebajar, en 5 años, la media de edad de los ministros. Quizás la ministra de defensa, Margarita Robles, recoja el guante  y haga lo propio en Defensa, que disfruta de la cúpula militar más avejentada de la OTAN. Una mención que aprovecho para avanzar mi más sincera felicitación al JEME, GE Varela, quien, en pocas semanas y en activo, cumplirá 69 años; nada extrañaría que hubiera cambios a partir de la tercera semana de septiembre. Y, “poyaque” (como dicen en Sevilla), doña Margarita podría asimismo orear algunos órganos directivos del área de la política de defensa que, bajo su mandato, se ha convertido ―mejorando lo presente y sin ánimo de ofender―, en un cementerio de elefantes.