El complejo y fundamental papel del Rey
Este es, en síntesis, y en mi modesta opinión, el complejo y fundamental papel que le corresponde ahora jugar a SM El Rey.
Descartada por el congreso de los diputados la investidura de Feijóo como presidente del Gobierno:
- El Rey no está obligado a proponer otro candidato a la investidura. Don Felipe, proponiendo un candidato (Feijóo), ya ha cumplido con su función constitucional de “poner el reloj en marcha”.
- El Rey puede tramitar sucesivas propuestas de investidura “previa consulta con los grupos políticos con representación parlamentaria” (artículo 99 de la Constitución). Por ello, si hubiera grupos políticos que no acudieran a la consulta Real, Sánchez, en su caso, obtendría en dicha consulta menos apoyos que los de Feijóo. Por tanto, el Rey podría perfecta y lógicamente no proponerle para la investidura. Pasado el plazo reglamentario, se disolverían las cámaras y se convocarían nuevas elecciones.
- El Rey no puede revolverse contra sus propios actos. Él “es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia…” (artículo 56 de la Constitución). El 3 de octubre de 2017, el monarca “en palabras dirigidas a todo el pueblo español para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución”(sic), asimismo afirmaba: “determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su estatuto de Autonomía, que es la ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno. Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña. Han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de Derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana” (sic). Consecuentemente, Felipe VI no podría desdecirse, sancionando y promulgando (en virtud del artículo 62 de la Constitución) una ley de Amnistía, o fórmula análoga o equivalente, que negara los hechos denunciados por Él mismo ante la Nación, en su grande, brillante y oportuno discurso del 3-O.
Este es, en síntesis, y en mi modesta opinión, el complejo y fundamental papel que le corresponde ahora jugar a SM El Rey.