El papel del silencio, la complicidad y la amnesia colectiva del PP
Al igual que en Say Nothing, muchos periodistas españoles nos están recordando que buscar la verdad es esencial, incluso en los rincones más oscuros y complejos.
El pasado 14 de noviembre, Disney+ estrenaba la serie Say Nothing (No digas nada), inspirada en el best seller «Say Nothing: A True Story of Murder and Memory in Northern Ireland» del periodista de New Yorker, Patrick Radden Keefe. El libro ofrece una visión profunda y detallada del conflicto explorando sus raíces históricas, las diferentes facciones involucradas y las atrocidades cometidas. Keefe profundiza de manera magistral en la dificultad de alcanzar justicia y reconciliación en un contexto marcado por la violencia y la división. A lo largo de los nueve capítulos de la serie, te sumerges en las complejas motivaciones de los involucrados, las dinámicas políticas y sociales que alimentaron el conflicto y el impacto profundo y duradero que ha dejado en la vida de los irlandeses.
La violencia, la justicia, la memoria y la reconciliación trascienden el contexto norirlandés, convirtiendo esta serie en un visionado imprescindible para entender cómo la violencia sectaria sigue resonando mucho tiempo después de que los combates cesen.
En España, también ocurre. Está ocurriendo. Y el reciente caso de la gestión de la DANA en Valencia es un ejemplo claro de cómo las heridas sociales se agravan cuando la responsabilidad y la memoria se ven desplazadas por la indiferencia o el oportunismo político.
Gracias a los artículos periodísticos y las investigaciones abordadas en programas y tertulias de televisión, hemos conocido la cronología y las no decisiones tomadas por el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón. Una vez más, han sido los periodistas quienes han desenmascarado los engaños de un político, iluminando las sombras donde otros prefieren mirar hacia otro lado.
Al igual que en Say Nothing, muchos periodistas españoles nos están recordando que buscar la verdad es esencial, incluso en los rincones más oscuros y complejos. Su labor no solo nos informa, sino que nos invita a reflexionar y exigir transparencia y responsabilidad.
Mazón, veintidós días después, sigue sin responder a la pregunta de ¿dónde estuvo a lo largo de las más de cuatro horas en las que no estaba?… Mentiras que se acumulan, excusas que se repiten. Pero, una vez más, los periodistas están ahí, aportando luz en medio de la oscuridad. Sin embargo, muchos no escuchan, no leen. Prefieren dejar que los bulos sigan su curso, viajando de boca en boca, de WhatsApp en WhatsApp. Eslóganes vacíos y titulares tóxicos se esparcen, inundando las mentes con desinformación. Ciudadanos atrapados en burbujas de TikTok y X, siguiendo a influencers o sociópatas que solo buscan sembrar odio. Todo para alimentar el ciclo de la confusión y engordar sus cuentas monetizadas con vídeos, audios y mensajes que intoxican el debate público.
Nos manipulan, nos engañan y se ríen de nosotros. Mientras tanto, han cerrado filas. El PP ha activado la estrategia del silencio, la complicidad y la amnesia colectiva para proteger a “uno de los suyos”, porque lo que está en juego son votos.
Hoy nos insisten en que “lo más importante es confortar a las víctimas”, pero al mismo tiempo lanzan bulos diseñados para confundirnos, desviando nuestra atención de lo que realmente deberíamos exigirles a los políticos que nos representan. Así, volvemos a repetir la historia, perpetuando lo peor de ella. Dolours Price lo expresó con una claridad desgarradora en su testimonio: “He mirado a los ojos de la gente, y estaban llenos de odio. Y pensé: no, jamás podré convertir a esta gente”. Eso es exactamente lo que hemos logrado: perpetuar el odio.
El silencio, como siempre, actúa como una forma insidiosa de violencia. Tal como señala Keefe *la verdad es una víctima en esta historia, y la búsqueda de justicia, un laberinto sin salida”. Una condena contundente a un ciclo de oscuridad donde las palabras no se alzan y la justicia nunca llega.