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El “teléfono escacharrado”

Microprocesos comunicativos a través de los cuales se acaba transformando el relato que se puede leer en una entrevista, por una historia matizadamente distinta.

 

 

 

De pequeño, en el colegio, siempre me fascinó el camino que tomaban los relatos de una mano a otra, cuando algún profesor decidía jugar en clase al “teléfono escacharrado”. Una historia improvisada, breve y a veces extravagante, viajaba en secreto de un oído a otro por varias decenas de estudiantes con unos resultados casi siempre divertidos. Habitualmente, eran los profesores de lengua los que un día mostraban al alumnado lo traicioneros que pueden llegar a ser esos procesos comunicativos interpersonales, incluso sin mediar mala intención. Esta experiencia quedó grabada en mi memoria, quizás por la magia del momento en el que el primer y el último de los compañeros revelaba la historia tal y como se había creado y cómo había terminado tras todo el recorrido. La controversia que ha ocurrido (y sigue ocurriendo aún) en estos días sobre la entrevista realizada por The Guardian a Alberto Garzón, actual Ministro de Consumo, publicada el pasado 26 de diciembre, me ha traído a la cabeza estos recuerdos de la infancia, y la refleión sobre los microprocesos comunicativos a través de los cuales se acaba transformando el relato que se puede leer directamente en la entrevista, por una historia matizadamente distinta. 

 

España tiene unos medios de comunicación bastante particulares. En su propuesta de 2004, Paolo Mancini y Daniel Hallin nos explican que los países de nuestro entorno han ido cristalizando unos sistemas de medios determinados como consecuencia directa de sus desarrollos históricos. En nuestro caso, pasamos de una larga dictadura, donde unos medios controlados y limitados por el régimen se frustraban al intentar realizar su función de control político, a un proceso de transición donde algunos medios escritos y radiofónicos (y los periodistas que trabajaban en ellos), tomaron un rol activo para favorecer el proceso de democratización. Finalmente, conseguimos un sistema político democrático (con sus luces y sus sombras), donde multitud de empresas de información fueron conformando el mapa de medios que más o menos ha ido mutando hasta nuestros días. Este proceso descrito, junto a otras cuestiones más pormenorizadas, es lo que acaba consolidando en España un modelo de pluralismo polarizado, en el que también convergen otros países del sur de Europa.

 

Una de las características de este modelo, y por lo tanto de los medios españoles, recae en el denominado paralelismo político. Éste hace referencia a una forma de hacer periodismo conforme a unos alineamientos ideológicos muy visibles, es decir, en España la militancia de los medios de comunicación es una constante desde la configuración del sistema de medios en los años 80. Este aspecto nos hace entender los episodios de polarización (afectiva) que se producen con asiduidad en el panorama político y, en un grado significativo, se vienen agitando desde el mundo mediático en un proceso de retroalimentación casi constante.

 

La polémica mediática y política producida por el evento mencionado, que se sigue hostigando desde algunos medios, está marcando hasta la precampaña de un año harto electoral. Por un lado, los medios conservadores al alimón, junto con los principales líderes del Partido Popular y Vox, se esfuerzan en cambiar el relato que se puede leer de la propia entrevista en el medio británico (de primera mano y sin filtros mediáticos ni políticos), y pareciera que lo han conseguido por lo que se percibe en general, habiendo orientado a la opinión pública sobre el asunto. Por ejemplo, en este sentido en el diario ABC se pudo leer literalmente en estos días que Alberto Garzón afirmaba que “España exporta carne de mala calidad de animales maltratados”. Esto, sin ningún tipo de contextualización ni de matización sensata, proyecta sin duda la imagen de un Ministro trasnochado que pone en cuestión un sector económico de vital importancia en nuestro país. Por otro lado, el acontecimiento también está dejando evidencias de las tensiones internas (por otra parte previsibles) de un gobierno de coalición a veces fatigado por las rutinas políticas y los procesos complejos de toma de decisiones. En esta línea, se han observado líderes consolidados del Partido Socialista que han acusado a Garzón de desde desleal, hasta ignorante. 

 

La investigación en comunicación nos muestra que no hace falta tener una experiencia en primera persona para opinar sobre un asunto. Puede resultar hasta hilarante que una persona que no ha visto, por ejemplo, un clásico del fútbol, es capaz de mantener al día siguiente durante su descanso para el café una conversación sobre el desempeño de los jugadores con tanta precisión como si lo hubiera hecho. Pero es que, incluso, las percepciones que podemos acumular sobre cualquier experiencia social o política directa, pueden acabar cristalizando en opiniones distintas de forma habitual, precisamente por las interacciones con terceros (y en esto debemos incluir a los medios). En investigaciones sobre los debates electorales en televisión, hemos acumulado evidencias empíricas en esta dirección: un porcentaje no pequeño de ciudadanos, en torno al 5 por ciento (dependiendo del contexto específico), transforman las percepciones que reciben cuando ven un debate electoral en directo en opiniones diferentes a esas percepciones unos días más tarde del evento electoral. Por ello, en este punto destaca el papel estratégico de los medios de comunicación, de los convencionales y (me atrevería a decir, especialmente) de los nuevos. 

 

Y claro, es comprensible que en estas condiciones descritas los españoles nos lancemos a la discusión sobre los grados de la sinvergonzonería exhibida por el ministro, sin haber siquiera contrastado un poco la información. La gente se acaba aventurando en un contexto frenético donde los medios de distinta inspiración ideológica azuzan un clima político de por sí ya suficientemente polarizado. Y estas dinámicas son especialmente intensas en las redes sociales como Twitter, donde, a veces escudados en el anonimato, algunos ciudadanos dinamitan la realidad al transmitir, como en el “teléfono escacharrado”, versiones mutadas y remutadas, de smartphone en smartphone, sobre el mismo evento. Eso sí, en el mundo de los adultos la mala intención no está del todo amordazada. Benditos bulos que tanto material y oportunidades de reflexión y análisis nos están ofreciendo a los politólogos que venimos trabajando en el campo de la comunicación política. 

 

En definitiva, en este caso concreto, pero también en otros muchos que se pueden encontrar en el día a día político de nuestro país, pareciera que las noticias publicadas no son tan soberanas para consolidar su interpretación. Uno imagina que el relato sustraído de esta entrevista se generó en Reino Unido, y fue bajando hacia el sur de boca en boca, por varias vías, hasta generar una, dos, tres, o quién sabe cuántas historias más sobre el mismo suceso. De forma inocente a veces uno se podría hacer muchas preguntas: ¿Será una cuestión de hablar idiomas?

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