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El tipo varonil y el tipo femenil

Veo o vemos el fracaso de las autonomías, estratagema para exprimir las ubres de la hacienda pública a cambio de votos.

 

A veces nos sentimos cansados, o más crudamente dicho, hastiados por agotamiento. Resulta un acto heroico leer las noticias o prestarle atención a los telediarios. Pero tal vez esta saturación nos lleve a tener conciencia del sinsentido de un mundo raro e injusto, viendo a los demás sumergidos en un océano de pasiones vanas, aunque cada cual crea en su inocencia, claro, y sea benevolente con sus fallos o desidias.

Mes de noviembre donde la política se manifiesta en una eclosión metafísica de la guerra, omnipresente siempre en sus etapas temporales. ¿Quién o quiénes creyeron en la victoria final de Franco? Solo ganó la última batalla porque el definitivo triunfo está todavía por dilucidar, incluido su penúltimo lugar de reposo. Si no fuese por los abusos del negocio funerario, pensaría en coquetear con la parca para ir de parranda con la moza a una macabra fiesta de Halloween, o a la isla de Gomera con sus brujas.

 

¿Quién o quiénes creyeron en la victoria final de Franco? Solo ganó la última batalla porque el definitivo triunfo está todavía por dilucidar, incluido su penúltimo lugar de reposo.

 

¿Soñar con la imposibilidad de una destrucción entre todos de esta vieja y exhausta nación? ¿Alguno piensa en la pérdida de memoria de los nacionalistas vascos? En su catecismo político quedaron estampadas la letras del dios de su patria, el señor Arana: «Nuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero más por no tener contacto o fraternidad con otras como la española o francesa, ni con raza alguna del mundo. El vizcaíno no vale para servir, nació para señor. El español nació para lacayo, siervo; la mujer es vana, superficial, egoísta, inferior en cabeza y corazón».¡Toma ya!, un párrafo entre tantos compartido por cualquier nacionalista, seguro, esencia de la radical exclusividad.

Recuerdo el gran enfado de un amigo cuando le dije hace una decena de años la llegada de los desfiles de las tropas vascas por las calles de Bilbao, al frente destacados terroristas. Ya Otegui lleva camino de cumplir mis pronósticos. Un rato antes de la proclamación de la República Vasca, todos, a sabiendas de lo inevitable seguiremos viendo fútbol, las intimidades de los famosos o cómo los niños se divierten en Canal Sur, ganando supuestamente unas perritas. Las consecuencias educativas de los pequeños artistas las dejo en una cuarentena de interrogantes personales.

Veo o vemos el fracaso de las autonomías, estratagema para exprimir las ubres de la hacienda pública a cambio de votos; siempre hambrientas las periféricas y sin pudor en poner en evidencia las deslealtades seculares. Ante el panorama suele aparecer en parte del personal de a pie un santo nihilismo, más cuando no se ven claridades en la elección por más disquisiciones desparramadas por el tapizl. Existen los controladores de los medios de comunicación –bien pagados ¡voto a Bríos!─ con una fuerza enorme, desestimando la voz del adversario y no dando lugar al pensamiento diferente, sino al del más fuerte, por eso vuelven a salir los de siempre en las urnas. Hasta el poder puede obligar a sus esclavos a cantar himnos de libertad en un escenario donde el espectáculo eclipsa el debate.

 

Recuerdo el gran enfado de un amigo cuando le dije hace una decena de años la llegada de los desfiles de las tropas vascas por las calles de Bilbao, al frente destacados terroristas.

 

Nos quedará la libertad de pensar de forma distinta, de vivir en una islita rodeada de un gigantesco océano de ignorancia porque, si un mal día se apropiasen de nuestra inteligencia y la rebeldía fuese comprada también cantaríamos a coro: «¡En Venezuela están muy bien, comen tres veces al día…!».

Un hombre debería disponer de sus últimos años sólo para ser lúcido y no apostar por opción alguna. Me quedo leyendo otra de don Sabino: «El vizcaíno es de andar apuesto y varonil; el español no sabe andar… o, si es apuesto, es de tipo femenil». Si por arte de birlibirloque volviese el iluminado vasco a su terruño y contemplase otros géneros junto al par preferido creería a los españoles los causantes del desaguisado panorama. Seguro.