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Feijóoy for president

Y ahora no nos jugamos una legislatura, nos jugamos una era, la era Feijóoy, como la de Rajoy, pero peor. Que se jodan.

 

 

El PSOE perdió este 28M unos 763.00O votos, el 90% en Madrid, algo que avala la tesis de que Madrid, el Radial Madrid, si no es ya EL HECHO DIFERENCIAL, así, con mayúsculas, por excelencia, es uno de los hechos diferenciales más notables de la estructura territorial española, junto al de Cataluña, el País Vasco, Ceuta y Melilla, por su africanidad, y Canarias y Baleares, por su insularidad. Y esa especificidad no dejará de avanzar hasta que no se culminen los corredores ferroviarios mediterráneo y cantábrico, con lo que esto conllevará de pérdida de influencia económica y política para el rompeolas y km 0 de todas las Españas, evento que posiblemente tengan que empezar a asumir en aquel territorio al acabarse buena parte de los privilegios que otorgan la capitalidad, y sobre todo la radialidad de las comunicaciones. Que algunos asuman o no esa pérdida se traducirá sin duda en un cambio sociológico y de expectativas e inversiones notable, y por tanto en un cambio económico y político de gran relevancia.

El anuncio de Pedro Sánchez de convocar elecciones para el domingo 23 de julio no solo supuso una gran sorpresa para la mayor parte de los españoles sino que le fastidió la fiesta a buena parte de los medios que soñaban con tres meses postvacacionales de gloria. Ya no solo han echado a Pablo Iglesias (‘No se ha ido él, lo hemos echado nosotros’ llegó a decir el autor de esas fantasiosas crónicas de la Guerra del Golfo escritas desde las barras de los mejores hoteles para El Mundo), sino que han hecho desaparecer a Podemos, que es el cometido para el que se compró y se alquiló a tanto periodista honesto, a los que se les paga extraordinariamente bien. Pero, una vez conseguida la pieza pequeña, Podemos al completo, aunque imprescindible hasta ahora en el gobierno Frankenstein, es obvio que ahora el cometido es ‘derogar el sanchismo’, es decir, laminar a Pedro Sánchez. Es que, ni se van a entretener con Yolanda Díaz, salvo milagrosa irrupción al alza en los paneles demoscópicos.

No olvidemos que el objetivo último de los que ponen el dinero, palmeros y coros rocieros mediáticos varios, con sus tambourine men incluidos, no es ganar estas elecciones, es darle un golpe mortal al PSOE para que, con un nuevo líder del gusto de carcamales gagás invitados habituales a tertulias de medios de ultraderecha como Leguina (que llegó a asegurar recientemente, sin atisbo de rubor, que el PSOE había sido siempre un partido socialdemócrata y, redoble, ¡liberal!), Corcuera, Nicolás Redondo Terreros, etc., sin olvidarnos del show soterrado de nuestro teatral y machadiano Arfonzo y sus increíbles barones menguantes, el PSOE se abstenga, deje gobernar al PP sin Vox y llegue a acuerdos que favorezcan la gobernabilidad de España sin la necesidad del concurso de ningún político de ningún hecho diferencial distinto del madrileño. Es decir, se busca que, tras una hipotética derrota de Sánchez, el PSOE llene su alma de pulsión suicida, se dedique al susaneo (pero sin Susana, eso sería demasiado cómico), sitúe en la centralidad al PP (la mayoría natural), un partido que no tiene apenas representación ni en Cataluña ni en el País Vasco, pero que volvería a tenerla si se la cede amablemente el PSOE, a la vez que deja crecer la frustración social (y a la par de la frustración el crecimiento de la extrema derecha, como ocurre en toda Europa, ahora también en la Alemania posMerkel).

¿Qué falló para que el PP de Rajoy no consiguiera justo esto de lo que hablamos con la caída y derogación del Zapaterismo? Muchas cosas: ineptitud, pésima gestión, sumisión vergonzosa al que más mandaba (Merkel), estrangulamiento económico, pobreza galopante, desesperación social, desahucios, tensión territorial en Cataluña mal resuelta, impuestos al sol, corrupción por un tubo, etc. Menos ETA y fraude electoral, de todo.

Una victoria, más que posible, de Feijóoy el 23 de julio, una victoria en el primer intento de Feijóo, marcaría el inicio, y eso no se le escapa a nadie, de la era de la, tan predicada en tiempos, mayoría natural de Fraga en España. Y no porque los políticos del PP empezaran a ser más eficientes en la gestión, o más honrados, o aprendieran inglés, o fueran menos sumisos con las políticas restrictivas de la Comisión Europea y las potencias centrales, sobre todo Alemania, ni más hábiles con los hechos diferenciales no madrileños, ni menos cainitas, ni menos liberalconservadores, ni más defensores de los servicios básicos públicos, serían exactamente los mismos que han sido (basta ver la gran gestión que están haciendo en Andalucía): una maquinaría que a lo único que aspira es a sostenerse en el poder a base de propaganda política y pago y control de los medios con dinero público, no a gobernar, o a lo que se entiende que es gobernar.

Y ahora, por primera vez en la España que surgió en el 78, entre todos los poderes que conforman la mayoría natural han logrado que la mayoría del pueblo llano, el sacrosanto pueblo que nunca se equivoca, trague y quiera formar parte de esa mayoría natural, del ‘hemos ganao’ y de la fiesta orgiástica de la simulación de la democracia y la participación escenificada a diario en los mismos platós televisivos donde se graban los programas del corazón puro, o parecidos, donde toda una generación se empeñó en creer ingenuamente que si ganaban los suyos ellos también ganarían, cuando la realidad confirma una y otra vez que esto va de no perder demasiado o de ganar un poquito, solo un poquito cada vez, pero también va de que en cualquier momento viene un ogro disfrazado de cualquier otra cosa, y de una patada derriba lo que tanto costó construir. Los programas del corazón político son la misma mierda que los del corazón puro, los reality y la socialite, la misma. La izquierda en general jamás entenderá que la gente, el sacrosanto pueblo, rara vez mira a los de arriba, siempre mira mezquinamente a los de al lado y a los de abajo, por si acaso les cae más ambrosía que a ellos, y que por eso no se saben valorar en su justa medida las mejoras económicas en sueldos, derechos y paguitas, de las que tienen un vago recuerdo cuando vuelven a caer en la trampa de la congelación de salarios y pensiones o se quedan totalmente desamparados, pero ya es demasiado tarde. España es un país de hidalgos, muertos de hambre, pero con serias posibilidades de hacerse ricos en cualquier instante y de volver a su grandeza de España, aunque sea porque les toca la lotería,  por matrimonio de una hija con un príncipe encantado o con un muchacho que tenga quince hectáreas de invernadero, y es esa ilusión de movilidad social, que es la misma en Madrid que en El Ejido, la que nos hace estar instalados tan confortablemente en la inopia televisiva negando no ya la realidad más flagrante, sino la mera posibilidad de mejorar un poquito, de cultivarnos culturalmente y de tener derecho a esa mejora.

Tras los resultados esperados y anunciados vía encuestas, tendríamos al primer presidente del gobierno que ha navegado las procelosas aguas con un amigo narco a sabiendas de que era un narco, siendo Feijóoy desde hacía ya tiempo un político (léase Fariña, de Nacho Carretero), pero eso carece de importancia, como lo de la familia de la alcaldesa de Marbella, aquí lo importante es la compra de votos en Mojácar (décadas oyendo lo de la compra de votos del PP en Mojácar, igual que lo de Imbroda en Melilla), y ETA. Y más ahora que Valencia ha vuelto a ser La ciudad de la euforia, todas las capitales de Andalucía, y no solo Sevilla, tienen un color azul tan espesiáaaa y preparan a nuestros agricultores para que, cuando pinten bastos, que pintarán, y con los gobiernos locales, provinciales, autonómicos y el de España, en manos del PP, dirijan sus denuestos a Europa, como ahora con el caso Doñana. Hasta el Spainexit y más allá, lo importante es sostenerse en el poder a toda costa y colocar a los nuestros. Gobernar es de tontos, deroguemos gobernar. Llamémosle gestión, que yo me he metido en política pa forrarme y ahora no nos jugamos una legislatura, nos jugamos una era, la era Feijóoy, como la de Rajoy, pero peor. Que se jodan.