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Forofa sanchista, Susana

Díaz ha pasado de aquel “el problema eres tú, Pedro”, a esta somanta de besos y abrazos.

 

Ver peligrar su sillón regional ha provocado en Susana Díaz una suerte de mutación al pedrosanchismo que me río yo del forofismo culé de Joan Gaspart, o el sevillismo indómito de Cristóbal Soria. Cada uno en su ámbito, claro. Al lado del forofismo sanchista de Susana Díaz, Gaspart es un mozalbete de azulgrana con cierta ingenuidad. La ventaja de don Joan es que lo suyo es desde chiquitito. Lo de la señora Díaz es de antier mismo.

 

Dice ahora doña umé que se equivocó ella, y que acertó Pedro. Que su religión, ya sí, es el sanchismo, aunque ello se parezca poco al socialismo socialdemócrata nórdico que defendía hace un par de meses. Díaz ha pasado de aquel “el problema eres tú, Pedro”, a esta somanta de besos y abrazos con la que viene Susana a decirle a Pedro: yo no seré tu problema, miarma. Quiéreme tú cómo yo te quiero a ti. Y todos nosotros querremos el amor de ustedes, que añadiría aquel juglar poeta de Les Luthiers encargado de ponerle versos a la amada del príncipe, María.

 

Le reprocha a su propio ego, doña Susana, que desde aquel PSOE de entonces que ella controlaba con Mario y Virginia (la exmáxima autoridad del PSOE), ofrecieran la abstención a Rajoy para que gobernara el PP. Tan mala no debió ser la idea de respetar entonces al partido más votado, viendo cómo ahora Sánchez le pide eso mismo a Casado hacia el PSOE, su abstención, sin más harén ni premio que un “porque yo lo valgo” con el que canta libérrimo de escrúpulos el resiliente Pedro, y no el juglar lutheriano.

 

Si ella reconoce que fue la equivocada, y Pedro quien acertó, viene eso a añadir indirecta pero tácitamente también, que el programa político de Su Señoría expresidenta es lo de menos, que lo interesante aquí, y lo que le importa, es el poder. Se apresta Susana Díaz a dejar constancia de que aquella lucha emprendida a todo tren de influencia posible contra el debilitado secretario general Sánchez (que acabó dimitiendo), no fue un mercancías de sana y deseable mercadería política para España, sino un tren bala hacia la ilusión del poder particular máximo, como exclusiva meta.

 

Pedro Sánchez y Susana Díaz, explican hoy con sus arrumacos que los sacrificios personales sólo deben enfocarse a no dejar al ego propio sin trono. Que les da igual haberse convertido, en el corto plazo de un mes, miaja más o menos, en siervos fieles de quienes más odian a España, con el estupor de los propios independentistas incluido. Y de muchísimos socialistas también.

 

Me equivoqué, ha dicho Susana. Pero no se refería a ese trato preferencial que dio a Faffe, ni a los acólitos del Ere que Ere. No se refiere con su plegaria de súplica de perdón a poner su cara como purgatorio de sus culpas por lesa socialista andanza. Se equivocó, pero porque con su performance no ganó lo que tanto ansía: no sólo el poder, sino TODO el poder. Su sueño era ese, pero ahora sólo sueña con que Pedro la prefiera.

De ahí este amor neonato. Esta infinita humildad hacia tan sanchista pureza.