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Homo binario vs homo quántico

Cuando se refleja toda la luz, lo que se ve es blanco, y cuando se absorbe toda la luz, es negro.

“La inteligencia humana está motivada por la voluntad de comprender, no de competir”

Konrad Paul Körding

 

 

El color es una expresión de la luz. Los materiales absorben y reflejan longitudes de onda específicas de la luz visible, lo que hace que los objetos adopten un determinado color para el ojo humano. Cuando se refleja toda la luz, lo que se ve es blanco, y cuando se absorbe toda la luz, es negro.

No obstante, lo que vemos como un pigmento de color negro o una luz de color blanco en realidad contiene varios colores claros u oscuros. Nada es blanco puro o negro puro, excepto la luz solar sin filtrar o las profundidades de un agujero negro.

En el arco iris, fruto de la refracción de la luz, los colores se muestran en función de su longitud de onda; el blanco y el negro no tienen cabida en uno de los fenómenos más bellos que pse puede contemplar. Si la naturaleza que representa nuestro ecosistema por antonomasia no es binaria, ¿por qué vamos a aceptar que lo sea el hombre, cuando la inteligencia artificial podría superar a la humana si ésta última no amortiza lo que no son más que reglas de juego autodotadas para una primera fase de organización de las comunidades de un modelo de sociedad que inicia su etapa final con la aparición del potencial que ofrece la física cuántica y su implementación en la computación cuántica?. El pantone de colores va más allá del blanco y el negro, y nuestro derecho a expresarnos y a pensar libremente, también.

Si la técnica abre posibilidades a la superposición y a la diversidad de la complejidad en un mismo momento del tiempo y del espacio, ¿por qué no podría hacerlo también la inteligencia humana con un centro de mandos caracterizado precisamente por su plasticidad?. La neurogénesis podría ser la clave. La plasticidad cerebral es la capacidad del sistema nervioso para cambiar su estructura y su funcionamiento a lo largo de su vida, como reacción a la diversidad del entorno. La neuroplasticidad permite a las neuronas regenerarse tanto anatómica como funcionalmente y formar nuevas conexiones sinápticas gracias a las cuales el hombre podría dejar de ser un ente de conciencia subjetiva binaria para convertirse en otro mucho más diverso y complejo.

Ahora bien, estamos sometidos a estructuras sociales, pero esas estructuras no equivalen a la estructura empírica ni a un armazón fijo; son una estructura dinámica, pero estable y sistémica que no se da en la realidad observable. La noción de estructura social no se refiere a la realidad empírica, sino a los modelos construidos de acuerdo con ésta y las relaciones sociales observables la materia para construirlos y permitir que se desvele.

Tiene un carácter ternario, y el tercer elemento de esta estructura terciaria estará siempre vacío y preparado para asumir cualquier significado, y está configurado por la historia y la contingencia, esto es, aquellos aspectos que justifican la perpetuación de los fenómenos sociales y culturales.

Como afirma Lévi-Strauss, la ciencia tiene apenas dos maneras de proceder: es reduccionista o es estructuralista. Es reduccionista cuando descubre que es posible reducir fenómenos que en un determinado nivel son muy complejos a fenómenos más simples en otros niveles. Por ejemplo, hay muchas cosas en la vida que pueden ser reducidas a procesos físicoquímicos que las explican parcialmente, aunque no en forma total. Y cuando nos enfrentamos a fenómenos tan complejos que no permiten su reducción a fenómenos de orden inferior, sólo podemos abordarlos estudiando sus relaciones internas, esto es, intentando comprender qué tipo de sistema original forman en conjunto. Y esto es, precisamente, lo que intentamos hacer en lingüística, en antropología y en muchos otros campos.

Así, la civilización, tomada en su conjunto, puede ser descrita como un mecanismo prodigiosamente complejo donde nos gustaría ver la oportunidad de que nuestro universo tendría de sobrevivir si su función no fuera la de fabricar lo que los físicos llaman entropía, es decir, inercia. Cada palabra intercambiada, cada línea impresa, establece una comunicación entre dos interlocutores equilibrando un nivel que se caracterizaba antes por una diferencia en la información, y por lo tanto una organización mayor.

Ciertamente la característica estructural de la mente humana, condicionada por la simbología, es su tendencia a dicotomizar, es decir a pensar en términos de oposiciones binarias, y después intentar mediar esta oposición mediante un tercer concepto que acabará sirviendo de base para una nueva dicotomía.

La percepción binaria de la vida no es, por tanto, algo innato a la naturaleza del hombre, sino del mundo cultural en el que vive y que acaba siendo el principal condicionante de su estancia en él. El debe y el haber de lo bueno y lo malo depende de las coordenadas tiempo y espacio, del momento histórico y del territorio en cuestión.

Por otra parte, toda la tecnología pronto estará condicionada por la computación cuántica, esto se traducirá en el final de lo binario como base de la programación informática, y en un paso de gigante en el avance de las nuevas tecnologías; confiemos en que lo sea al servicio de los humanos y no al revés.

La moral impuesta al hombre como pilar fundamental para su integración en una comunidad global gestionada como sociedad se ha venido basando en la aceptación generalizada de lo binario: lo que no es bueno, es malo, lo que no es blanco, es negro, el que no cree en el más allá, es ateo, el que no es liberal, es comunista, etc.

El sistema no contempla los colores del arco iris. Si eres bueno, premio, y si no lo eres, eres malo, y te toca castigo, no debes aportar nuevas ópticas que cuestionen ese modelo de moral obsoleto que nace con la cultura y morirá con la ciencia y con un concepto de cultura de otra dimensión como consecuencia de una intensificación de la técnica hasta el punto de retar a la propia inteligencia humana.

Pronto no todo será blanco o negro, es más, el blanco y el negro desaparecerán como pilares de la moralidad correcta que eran y se integraran con otras refracciones que enriquecerán a nuestra especie hasta el punto de convertirse en un muro de contención ante el reto de la singularidad y de la transhumanización del homo sapiens.

La evolución cultural basada en las nuevas posibilidades que la ciencia pone a disposición de los humanos será de tal envergadura que dará lugar a la desaparición del hombre binario y nacerá el hombre quántico, mentalmente mucho más rico, empático y libre para desarrollar sus capacidades cognitivas sin una moral políticamente correcta que las limite y las condicione. Estaríamos ante el comienzo de una era que iría más allá de un mero nuevo siglo de las luces.

Este desarrollo podría poner fin al debate sobre la singularidad y superaría la preocupación por la llegada de un transhumanismo que pudiera acabar con la especie humana. El reto de que una inteligencia artificial superara a la inteligencia humana sería mucho mayor para la primera ya que el límite a la capacidad de evolución del potencial de la conciencia subjetiva de los humanos se habría ampliado hasta un punto que hoy no estamos en condiciones de identificar, y la partida volvería a comenzar en un escenario mucho más favorable para la IH.

La evolución de conocimientos en el campo de la neurociencia y, singularmente en le de la neurotecnología, sería una fortaleza para la IH del homo quántico, cuando precisamente era un punto débil para el homo binario.

Para poder acceder a esta posibilidad es fundamental dejar de convertirnos en nuestros peores enemigos y dotarnos de unos gestores capaces de programar y organizar nuestra sociedad de manera racional y eficiente, más allá de sus propios intereses y de los de los poderes fácticos más limitantes. Hay que dotar a la neurociencia de los recursos necesarios para que la transición del homo binario al homo quántico se haga de forma más que correcta, con los menores perjuicios posibles y con un beneficio universal que evitara el control por grupos de interés  y de colectivos que trabajasen para ellos.

Reseteemos las reglas del juego y configuremos un nuevo tablero, con nuevas reglas de juego, para organizar una sociedad adaptada a los tiempos y no basada en escalas de valores de hace milenios.

 

Emilio Díaz Berenguer
Manu Iriarte

elmundotraslapandemia@gmail.com