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Idiotas y liturgias

Aumenta el número de personas de muy distintas edades y condición que se involucran en la vida pública, en los intereses colectivos y dejan su vida particular unas horas, unos momentos para incidir en los intereses generales.

 

Reducimos entre los ciudadanos españoles, no independentistas e independentistas, el número de idiotas que había aumentado claramente desde que el señor Aznar decidió enriquecerse con Murdock. Las manifestaciones de ciudadanos españoles partidarios de independizarse de España que en Cataluña se han contabilizado entre los trescientos mil y casi un millón en algún caso, son muestra de ello.

Las concentraciones de pensionistas vizcaínos, madrileños y andaluces, indican lo mismo. Las de médicos, enfermeros, auxiliares sanitarios van en idéntica dirección. De partidarios de acercar presos a Euskadi.

Taxistas y uberes varios refuerzan esa lejanía de la idiotez.

Los porcentajes de votantes de Ciudadanos en Cataluña, de Vox en Andalucía, de Mareas y Confluencias y Compromís en otros territorios de España van en la misma dirección.

Aumenta el número de personas de muy distintas edades y condición que se involucran en la vida pública, en los intereses colectivos y dejan su vida particular unas horas, unos momentos para incidir en los intereses generales. Dejan de ser idiotas.

Descendemos de griegos y romanos.

La democracia arranca de Grecia. Los ciudadanos del siglo V a.C. calificaban de idiotas a aquellos miembros de la ciudad que no participaban de las asambleas y se desentendían de los asuntos públicos y de la gestión de los mismos.

Así que, en medio de las quejas, de los desánimos, de creer que vamos mal, que lo que ocurría antes, en otros tiempos, era mejor. No es verdad. Desciende el número de idiotas. ¡Bien!.

Y, de paso, salgamos a corregir, modestamente, esa manía ignorante de algunos tertulianos, opinadores, escribidores y gentes del común ciudadano que se rasgan las vestiduras por las remuneraciones de diputados y senadores y representantes en general. Ellos participan en las liturgias.

Son en el sentido más etimológico liturgos pues se ven favorecidos por sus beneficios.

En efecto, el Estado griego, cada estado, abonaba a cada ciudadano que participaba en las asambleas que se ocupaban de lo público en beneficio de todos, lo que se conocía como liturgias. Subvenciones públicas. ¿Les suena?.

Disfrutemos pues de esta emocionante fase de la democracia que nos toca vivir. Somos menos idiotas y tenemos más liturgos totalmente laicos.