The news is by your side.

Jauría contra Samuel

Una sociedad madura debe defender la igualdad combatiendo los discursos homófobos sin dejarse utilizar por ninguna trinchera política partidista. 

 

Hace muchos años, ciudadanos pacíficos llevaban a cabo una manifestación en Galicia defendiendo sus derechos en un conflicto laboral. Durante la marcha encontraron en el recorrido a un policía y decidieron que darle una brutal paliza y arrojarlo a la cuneta malherido era una buena idea para defender sus derechos. Fueron condenados vario agresores y estaban cumpliendo condena en la cárcel cuando el alcalde de Santiago, aprovechando un viaje a Madrid a un comité federal del PSOE, se desplazó al sindicato para pedir que mediáramos con el policía herido, porque necesitaban el informe favorable del mismo en la solicitud de indulto (consejo de Rubalcaba, entonces ministro de Interior). El policía herido se negó y el comité de Galicia, también. Hice un escrito del sindicato que entregué al alcalde y a Rubalcaba, señalando que el sindicato no se oponía al indulto. Estábamos gestionando con Rubalcaba indultos para dos policías condenados por la falta de modulación de un tipo delictivo del Código Penal, y oponerse al de los trabajadores de Santiago podía llevar a no conseguir los de los policías. Se concedieron los de los policías inocentes y los de los trabajadores violentos.

En una manifestación en Madrid, un policía fue aislado y golpeado por una muchedumbre. Hay personas que cuando se desata la violencia se transmutan, y la persona más pacífica se convierte en una alimaña violenta, disputando con otros para golpear más veces y más fuerte al objetivo. Ocurre contra policías en manifestaciones o en agresiones como la que produjo el asesinato de Samuel. No parece claro que estemos ante un crimen de odio. Lo de pretender insultar a alguien llamándole “maricón” es habitual en una pelea, discusión de tráfico o cualquier desencuentro, junto con otros insultos de los múltiples de uso generalizado (“hijo de puta”, “cabrón”), pero inferir solo de ese insulto un delito de odio es una sobreactuación que no ayuda nada a combatir La homofobia.   

Los delitos de odio se combaten con legislación punitiva y la homofobia con educación, y sobre todo en esta última materia hay camino por andar. No toda España es Chueca y son habituales insultos y agresiones a quienes legítimamente expresan públicamente su orientación sexual. Pero evitar explosiones de violencia como la que acabó con la vida de Samuel es otra cosa. He visto a un buen policía, sensato, liberado en el sindicato, desatarse ante una provocación de un señor que entró borracho en un bar, en la Glorieta de Quevedo, gritando viva ETA, provocando que este compañero, a quien creía conocer, transmutara en una persona agresiva, violenta, irracional, abusando de la fuerza cuando ya estaba inmovilizado el pobre borracho.  

Los delitos de odio y la homofobia existen, pero su utilización política perjudica a los homosexuales. El trato que ha recibido el padre de la víctima por pedir que no utilicen la muerte de su hijo como bandera de ningún movimiento, con insultos y desprecios, los califica. La homofobia es un pensamiento despreciable y sus actos están tipificados en el Código Penal. No debe confundirse defender la diversidad sexual con la obligación de apoyar un movimiento manipulado políticamente, imponiendo una visión de los homosexuales que no se corresponde con la realidad. Ser homosexual es como ser alto, bajo, gordo, flaco, negro, blanco, rubio o moreno, tan natural como la vida misma. No son enfermos ni seres especiales y no tienen que ser de ideología progre, de esta izquierda cutre y vacía que nos inunda en España hoy. Una sociedad madura debe defender la igualdad combatiendo los discursos homófobos sin dejarse utilizar por ninguna trinchera política partidista y sectaria.