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La acción y la comunicación política en la era del antropoceno digital

El modelo basado en la mera y tradicional representación de los ciudadanos está agotado y requiere un perfeccionamiento.

 

La mente y la consciencia son diferentes y la clave la tienen los sentimientos. Sentir te da conocimiento. Todo gira en torno a esto.

Antonio Damásio.
Neurocientífico

 

La pandemia ha acelerado la implantación de la digitalización en la vida cotidiana de las personas y también en la gestión empresarial. Sin embargo, ha dejado al descubierto una gran laguna: la moderada incorporación de las nuevas tecnologías a la acción y la comunicación política, en particular de las TICs, en un momento clave en el que el antropoceno digital está pasando a formar parte central de los grandes paradigmas sobre los que girará el mundo a partir de ahora.

La crisis provocada ha agudizado la percepción de determinados sentimientos que forman parte de la consciencia de los humanos, lo que está permitiendo a algunos populismos emprender una batalla abierta, en fase de componenda global, por acaparar la renta de la manipulación de las emociones que provocan expropiando las voluntades de los ciudadanos en el campo de batalla en el que acaban convirtiendo la política, reduciendo la realidad a un maniqueo enfrentamiento entre lo bueno y lo malo.

Una de las grandes virtudes de la democracia es que se trata de un sistema político escalable, perfeccionable y adaptable a la evolución de los tiempos, aunque en esta última cualidad está inmerso el germen de su propia autodestrucción ya que si no la practica podría llegar a desaparecer.

Estamos viviendo un momento clave y apasionante para el futuro de la humanidad ya que el escenario de aceleración del tránsito del mundo analógico al digital se ha acelerado durante la pandemia, lo que nos tendría que obligar a implementar en el menor plazo posible una digitalización democratizadora de la acción y la comunicación política en todos y cada unos de los tres pilares: ejecutivo, legislativo y judicial.

Ya antes de la COVID-19 se estimaba de interés disponer de una nueva plataforma tecnológica que pusiera en contacto permanente y directo a representantes y representados en un mismo ecosistema dedicado a la intercomunicación política, pero la aceleración del advenimiento del antropoceno digital la ha convertido en inaplazable. El modelo de acción política y el formato actual de comunicación, casi exclusivamente unidireccional incluso en las redes sociales generalistas, ha quedado obsoleto en un escenario globalizado e intensamente tecnologizado.

Dicha intercomunicación debería establecerse exclusivamente entre el ciudadano, que es el elector y a su vez el principal contribuyente que sostiene al sistema, y sus representantes políticos en los legislativos y los ejecutivos, posteriormente también en el judicial, de manera directa y permanente, sin intermediarios de ningún tipo.

El modelo basado en la mera y tradicional representación de los ciudadanos está agotado y requiere un perfeccionamiento mediante la recuperación de sus esencias y de una mayor participación activa de estos últimos para poder apalancar la democracia y mejorar su calidad; los cambios tecnológicos y culturales lo permiten y la ciudadanía lo requiere.

 

Espacio de ‘mediación’

En este contexto, constituye un desafío y una oportunidad la generación de un espacio distinto de “mediación” en el que se produzcan y se socialicen contenidos políticos de calidad, se articule el diálogo y se brinde un nuevo escenario de reencuentro ciudadano en torno de los temas relevantes para una mejor y más eficaz y eficiente gestión de lo público, y en el que se produzcan interacciones sincronizadas entre los actores implicados, más allá de las de mero acceso a la gestión administrativa o económica.

Con el nacimiento de la democracia representativa, se consideraba que el parlamentario era como el embajador de sus representantes. Dos siglos más tarde, se distinguieron los roles parlamentarios del trustee y del delegate. El trustee es un representante que sigue su propio criterio a la hora de determinar lo correcto y actúa conforme al mismo. El delegate, en cambio, siempre actúa subordinando su criterio a la voluntad de los representados. En la práctica, esto no logra explicar el comportamiento efectivo de los representantes políticos porque se basa en una concepción superada de la representación ya que todos los representantes políticos combinan ambos roles.

Algunos autores intentan restaurar el concepto de la representación como una verdadera institución democrática en la que la representación podría tener dos direcciones: desde abajo o desde arriba. En la primera, los ciudadanos tienen unas preferencias más o menos cristalizadas antes de entrar en el proceso de representación, exógenas a la acción de los representante, que son el origen de las iniciativas de los representantes. En la segunda, la relación representativa se inicia con las ideas y propuestas de los parlamentarios, que disponen de un rol más activo y se considera que las preferencias de los representados se crean o modifican durante el proceso representativo, por lo que se consideran endógenas a la acción de los representantes.

En lo que sí coinciden todos los autores es en que la representación democrática debería ser bidireccional. Esta forma de concebir la representación crea nuevos retos. Por un lado, desde la teoría política el interés se centraría en conocer cuáles deben ser las características de la comunicación entre representante y representado. Por otro, según el análisis empírico de la representación procedería abandonar el estilo, basado en la controversia del mandato-independencia y, por tanto, incompatible con una concepción bidireccional de la representación.

En un momento como el actual en el que se critica cada vez más a las instituciones de la democracia representativa, la sustitución del estilo por la dirección constituye una oportunidad para repensar la relación entre los políticos y los ciudadanos, y dejar atrás conceptualizaciones obsoletas que dificultan un avance en el perfeccionamiento democratizador de nuestro sistema político.

 

Nueva sinapsis entre ciudadanos y representante

La aplicación de las nuevas tecnologías a la comunicación y a la acción política permite crear una nueva sinapsis entre los ciudadanos y sus representantes que lograría un equilibrio más armónico y estable en la práctica con ese nuevo criterio bidireccional de la representación política para lograr una más eficaz y eficiente organización de la sociedad.

Desde que surgió la red social twitter, su popularidad ha ido en aumento, convirtiéndose en un medio de comunicación de masas a escala planetaria. La compañía cuenta en la actualidad con varios cientos de millones de usuarios activos al mes. El constante incremento de usuarios ha despertado el interés de la clase política por esta ted social en su búsqueda por encontrar nuevas fórmulas de interacción con sus futuros votantes cada vez más alejados de la esfera pública.

Pero, con plataformas como twitter las reglas de juego no han cambiado tanto como algunos autores sostienen, ya que el concepto clave, la “conversación” entre las partes implicadas, ha venido siendo negativamente condicionado porque en la práctica es unidireccional y por la posibilidad de asalto a la red, troleo, uso por bots y fake news, entre otras razones. Además, su adaptación y su segmentación iría en contra de su modelo de negocio.

Los líderes políticos envían numerosos mensajes cada día a sus seguidores en las redes sociales, aun siendo conscientes de que a su audiencia le gustaría ser más participativa y no relegada al rol de mera consumidora de sus píldoras digitales, según la orientación clásica en la comunicación de masas de dirigir mensajes con la intención de conseguir ciertos efectos interesados.

En clave local, las redes sociales han contribuido a que las entidades municipales se hayan enfrentado a nuevos retos en materia de comunicación, ya que los ciudadanos son cada vez más exigentes en sus demandas y más directos en su forma de interactuar. Cuando la novedad de la comunicación digital invadió el terreno de la política no fueron pocos los que atendieron a este fenómeno y se lanzaron a comunicar sus acciones de gobierno pero la imagen del alcalde asfaltando calles y reparando aceras ya no es suficiente, y no convence a nadie. Además, la infoxicación no deja ver el fondo de la cuestión y la ciudadanía reclama una participación real en la toma de decisiones, no sólo como sujeto pasivo de tareas meramente administrativas, y no les satisface conocer sólo los metros de calles baldeadas o las acciones de gobierno marcadas por la política, sino que desearían ser más participativos en la buena gestión de los recursos públicos.

 

El liderazgo político

El papel del liderazgo político, por encima incluso de las ideologías y de las propias organizaciones políticas, pesa ahora mucho más que antes y los temas que afectan a la ciudadanía se abordan desde la implantación de los distintos formatos digitales con criterios más democráticos.

Las nuevas tecnologías ofrecen una posibilidad de reconectar con la política a una ciudadanía cada vez más preocupada y crítica, lo que podría ir desde involucrar a los ciudadanos en la vida de los partidos, a la capacidad de participar en las decisiones políticas a los electores; el entorno web es un mecanismo idóneo para revitalizar las relaciones políticas.

Una nueva plataforma dedicada debería también acotar las relaciones entre ciudadanos y políticos a los escenarios geográficos correspondientes a las circunscripciones electorales y a los territorios de gestión institucional pública, lo que supondría un mayor grado de autenticidad de las mismas de la que carecen todas las actuales redes sociales generalistas y podría colaborar notablemente a dar satisfacción a algunas de las demandas que están creando hoy insoportables tensiones territoriales.

La comunicación directa y permanente de los ciudadanos con sus representantes políticos a través de dicha plataforma digital coadyuvaría a expulsar del sistema democrático a las opciones populistas 2.0 que han venido ocupando espacios electorales gracias a las deficiencias de las organizaciones políticas tradicionales, al no adaptarse a una herramienta que representa un enorme avance para alcanzar el objetivo de hacer mucho más participativa y satisfactoria la democracia representativa para los electores.

La plataforma adaptada a la acción política debería responder a una innovación tecnológica que impidiera los asaltos, la presencia de bots y de trolls, limitara al máximo posible las fake news y con capacidad para una segmentación territorial inteligente, cuyos datos no fueran monetizables y estuvieran siempre al servicio de una acción política más eficaz y eficiente en beneficio de los ciudadanos y sin coste alguno para estos últimos.

Esta red social dedicada coadyuvaría a suavizar las tensiones territoriales y priorizaría las ideas como motor estratégico al servicio del bienestar de la ciudadanía. Se trataría de una herramienta no controlada, ni controlable, independiente y neutral, sujeta a normas deontológicas éticas y científicas, por cuyo cumplimiento velaría un ente autónomo e independiente cuyos miembros serían seleccionados por los foros de seguimiento integrados por representantes de reconocido prestigio personal y profesional de las instituciones públicas, las organizaciones políticas y la sociedad civil, por partes iguales y por periodos no prorrogables.

Para que la plataforma sea viable es imprescindible ofrecer confianza y credibilidad a los ciudadanos, así como lograr que los ciudadanos la hagan “suya” y la vean como exclusiva, esto es, sin mejores alternativas para sus fines. Esto sólo se podría conseguir gracias a una iniciativa de partenariado público- privado en el que el participara el mundo académico representado por la excelencia investigadora en los campos de la tecnología, el conocimiento y la organización de la sociedad, con una gestión privada modélica independente de todo poder constituido, público y privado.

Cuando culpamos de nuestros males a los políticos, no pasamos de mirarnos el dedo, ya que la luna somos nosotros mismos, la sociedad de la que nos hemos autodotado entre todos y que, para lo bueno y lo malo, deberíamos resetear en el momento crucial que la historia nos brinda para ello, al borde de entrar de lleno en un nuevo paradigma de intensidad de la técnica hasta ahora desconocido por la humanidad.

La clave de la viabilidad operativa de la plataforma no estaría tanto en el lado de los políticos, como en el de los ciudadanos. El ciudadano es el protagonista y la presencia significativa de electores de una determinada circunscripción electoral o de un territorio de gestión política arrastraría el interés de sus representantes por estar presentes y hacer uso de la plataforma para intentar fidelizar a sus votantes. Lo importante es poner a disposición del usuario, el ciudadano, un canal propio de intercomunicación, directo y permanente, de participación en las decisiones de sus representantes y de traslado a sus representantes políticos de sus demandas. Sendos sondeos realizados entre políticos en activo y ciudadanos de a pie han identificado el enorme interés de ambas partes por poder contar con dicha plataforma y de estar dispuestos a ser activos en la misma, incluso aún más en el ámbito territorial local.

 

Educar ‘en politica’

Otro reto no menos importante a afrontar sería crear una plataforma específica para la educación “en política” de los más jóvenes electores, a través de la gamificación y los juegos serios entre ellos y los políticos de su generación, sembrando así para cosechar un país más libre, culto, solidario, equitativo y justo. Las nuevas tecnología colaborarían decisivamente a acercarles la política dándole un sentido atractivo, positivo y feliz para ellos, incorporando sus lenguajes de comunicación habituales. La “generación gamer”, en la que se incluye a los millennials, suele buscar experiencias de gratificación inmediata, en las que la retroalimentación, la recompensa y la sociabilidad son fundamentales, según vienen reconociendo determinados autores desde hace tiempo.

Como sociedad, estamos cayendo en un grave error a la hora de analizar sus demandas. Queremos darles caramelos a corto plazo cuando lo que buscan es un horizonte viable para sus vidas y una hoja de ruta para alcanzarlo. La política cortoplacista y fidelizante que impera nunca dará satisfacción a los jóvenes que constituyen un grupo generacional al que en el fondo lo que le inquieta es su horizonte de vida personal a medio y largo plazos, más que sus propias circunstancias a corto plazo.

Para acabar, señalar que las ideas basadas en el conocimiento y la experiencia representan hoy uno de los bienes más escasos en el mundo de la política. Las plataformas digitales propuestas incentivarían el diálogo sustituyendo al actual caos narrativo existente a la hora de abordar los principales retos a los que se enfrenta la sociedad en nuestro país: el generacional, el territorial y el de una hiperideologización de la sociedad “impuesta interesadamente”, acompañada de la ausencia de ideas, todo ello en un escenario internacional de alto riesgo en el que las grandes tecnológicas intentan imponer su modelo de gobierno y la política no está aún a la altura requerida para demostrar su capacidad de interlocución para negociar la implantación de una gobernanza universal y democrática gestionada por nuevas organizaciones transnacionales que sustituyeran a las actuales, desfasadas por la realidad, tal como se ha evidenciado con la pandemia y también por su escasa capacidad ejecutiva a la hora de abordar la emergencia climática fruto del atropoceno analógico.

Más pronto que tarde los grandes debates sobre política dejarán de producirse entre hooligans en el seno de las agrupaciones de los partidos, trasladándose a las plataformas tecnológicas de intercomunicación y acción política entre representantes políticos y ciudadanos.

Es hora de ponerse manos a la obre para que el futuro comience a ser presente, haciendo que todo esto ocurra y que lo haga en las mejores condiciones objetivas posibles para las personas.

elmundotraslapandemia@gmail.com