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La caída de Madrid

Con el dinero suficiente se siembran los odios que hagan falta y se vuelcan las voluntades del sacrosanto y siempre ingenuo pueblo.

 

“Su Excelencia el jefe del Estado, el Generalísimo Franco, seguía presentando signos de vida.“
Rafael Chirbes

 

En este manojito de claveles que es la tierra de Almería sabemos muy bien que cuando un modelo productivo llega a sus límites no queda otra, si se quiere seguir creciendo en calidad de vida, que diversificar la economía y procurar un reparto más equitativo de la riqueza. Las sociedades que viven principalmente del sector primario soportan una tensión, una polarización entre propietarios y braceros que, sin correcciones suficientes desde lo público y sin otras alternativas a medio plazo, esta situación solo es sostenible si hay un flujo continuo de mano de obra disponible, es decir, de trabajadores que empiezan desde cero, ya que, se supone, las segundas generaciones promocionan y encuentran mejores medios de vida.

 

No hay que decir que esta premisa sirve lo mismo para los nogales y viñedos de California que para los invernaderos del Campo de Níjar, con lo cual un agricultor medio (en California suelen ser grandes empresas las que controlan el agro), es un beneficiario directo de la inmigración. Que un beneficiario de la inmigración a la hora de votar vote contra la inmigración no tiene que ser contradictorio porque suelen tener claro que ni el agua ni la mano de obra inmigrante les van a faltar, aunque, en parte, el coste de esas aguas, a veces desaladas, se repercuta en los consumidores domésticos, y los servicios públicos de la mano de obra agrícola, como la del resto de los ciudadanos, como debe ser, se pague a través de los Presupuestos Generales del Estado. Un votante antiinmigración es, por tanto, un beneficiario directo de la dialéctica de Hegel, sin posiciones contrarias no habría síntesis posible y ese agricultor medio del que hablamos tendría que liar él solo los pepinos en esos momentos de apuro en los que sus empleados más o menos legales no fuesen suficientes, si se expulsara masivamente a los inmigrantes ‘ilegales’. Es decir, la existencia de la izquierda y de posiciones humanitarias como la de la ejidense recién deportada de Marruecos Helena Maleno benefician más a la economía almeriense que un cafre diciendo ‘pulmonías’, como diría Gabriel Amat, en el bar de una alhóndiga. El mundo, la vida, son así de complejos y ricos.

 

Con Madrid pasa exactamente lo mismo en cuanto al flujo constante de mano de obra barata y más o menos legal para el sector servicios, vía aeropuerto de Barajas, y de dinero fácil vía familias españolas periféricas que les pagan las carreras a sus hijos (si es en las universidades privadas de chichinabo que crecen como setas en la Comunidad ya ni os cuento), los mantienen mientras cobran 400 euros, con suerte, como becarios y hacen los masters, los postgrados, etc. Que la economía madrileña, con escaso músculo industrial y exportador es una economía en cierto modo parasitaria, subsidiaria, si se quiere, y muy dependiente de la dependencia radial, valga la redonda, del resto de España, se puede comprobar fácilmente con los datos económicos en la mano. Si la economía almeriense tuvo su bum a finales del siglo pasado con la conjunción mágica de la construcción de invernaderos, el cultivo bajo plástico, la construcción de viviendas residenciales y turísticas y los últimos coletazos de turismo masivo europeo, la economía madrileña alcanzó el clímax con la no menos mágica ley del suelo de Aznar, el crecimiento económico de las clases medias que podían mandar a su hijos a estudiar a Madrid, el turismo ferial y el de museos y espectáculos, que recogía los frutos de una política cultural anterior algo más moderna, pero igualmente de pueblo, que se pretendió equiparar a otras capitales europeas, etc. Y su buen dinero que nos costó a todos los españoles que Madrid pareciera moderna, por cierto. De las Olimpiadas nos libramos solo por la ineptitud de Gallardón.

 

Se habla mucho de lo malo que es el nacionalismo, pero no olvidemos que el nacionalismo es al menos un concepto decimonónico. Que en Europa provocara dos guerras mundiales no significa que en todas partes les haya ido tan mal, los estados modernos se han construido en base a ese nacionalismo. El sentido, o el sentimiento de pertenencia a un grupo, que se suele definir por enfrentamiento a un contrario o a unos contrarios a los que se suele incluso deshumanizar es bastante más primitivo y bastante más peligroso.

 

Pero hete aquí que en un Madrid agostado por la corrupción y sin un modelo alternativo de crecimiento distinto de la mera y simple conversión especulativa de suelo de otras categorías en urbano, nos damos cuentas de que ya hay un acendrado sentimiento de pertenencia madrileño y hasta un hecho diferencial basado en las cañas bien tiradas y el cofi in Plaza Mayor aquel de aquella musa umbraliana que fue Doña Ana Botella de Aznar, alcaldesa de la villa y corte, y que este sentimiento se puede explotar políticamente. Es decir, nos hemos dado cuenta de que Madrid es una ciudad y una comunidad igual de cateta o más que las comunidades más catetas de España, sean las que sean. Pues a lo mejor lo que va urgiendo ya es una mejor distribución de los grandes dineros de la cultura sin un centro de gravedad permanente que no sabe aprovechar las oportunidades que se le brindan.

 

Y aquí es donde viene lo del problema de la radialidad de España (el Radial Madrid), y los corredores mediterráneo y central y el porqué de mi empeño de comparar mi manojito de claveles que es la tierra de Almería con ‘su’ Radial Madrid.

 

¿Saben ustedes quiénes son los grandes perjudicados de las prisas por construir mucho antes el corredor ferroviario central que unirá África a través de Algeciras, Madrid y Zaragoza con el resto de Europa? Pues los agricultores mediterráneos españoles, y muy especialmente los almerienses. ¿Sabían que, según este magnífico dossier de La Vanguardia que recomiendo encarecidamente y que no voy a fusilar para repetir aquí argumentos y datos, el Corredor Mediterráneo daría cobertura a la mitad de la población española y a la mitad de las exportaciones? ¿Cómo es posible que este corredor no sea absolutamente prioritario a estas alturas?

 

El ser o no ser de la España del futuro depende de este corredor. ¿Pero saben que ocurriría inmediatamente, una vez construido? Que el peso específico del Radial Madrid caería muchísimos enteros. ¿Y saben dónde está invertida la mayor parte del dinero rancio de este país desde aquella gran oportunidad de negocio para las grandes familias que fue la Guerra Civil y el Franquismo, lo nunca visto desde la Desamortización de Mendizábal? En Madrid y en los páramos castellanos de los alrededores. Siguen dependiendo del BOE y los boletines oficiales de las CCAA para hacer negocios, no sirven para la economía globalizada y lo saben. ¿Saben ustedes por qué Ciudadanos ha acabado despedazado? Porque las dos diferentes partes de los que invirtieron en este partido, los tradicionales y los más globalizadores y partidarios de un pacto con el PSOE para descartar a UP, por no nombrar a grupos como Atresmedia/Planeta, se han quedado con una mitad del niño, porque, al contrario de lo que ocurrió en el cuento aquel del rey Salomón, ninguna de las dos madres ha renunciado a su derecho de maternidad para salvar la vida de la criatura. De los que se autoproclaman fundadores intelectuales de Ciudadanos en Barcelona hablamos otro día, aunque a lo mejor no merece la pena. Lo mismo podríamos decir de los que han invertido en Vox, Vox está ahí para apoyar al PP y llevarlo más hacia la derecha, no para plantearle ninguna alternativa. Lo que si asusta pensar es que, con el dinero suficiente, se siembran los odios que hagan falta y se vuelcan las voluntades del sacrosanto y siempre ingenuo pueblo. Así calificó Günter Grass al pueblo alemán que celebró la llegada de Hitler al poder, de ingenuo. Como bien saben ustedes, cuando se pone de ejemplo a Hitler o el nazismo se acaba lo que se daba. Fin del artículo.