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La España corrupta que merecemos

El Lazarillo de Tormes es una novela precursora de la novela picaresca, incluida en el índice de libros prohibidos de la Inquisición, por expresar una denuncia brutal de la sociedad del momento.

El Lazarillo de Tormes es una novela española considerada precursora de la novela picaresca, incluida en el índice de libros prohibidos de la Inquisición hasta que fue expurgado su contenido, por expresar una denuncia brutal de la sociedad del momento (siglo XVI), con una crítica profunda sobre la hipocresía social y el honor como máscara, donde lo importante no es lo que hagas sino lo que digas aunque sean cosas distintas. Vivir en una mentira hacia la sociedad sin más compromiso que con uno mismo y sus intereses. El autor anónimo describía en el siglo XVI el comportamiento de la sociedad española en el siglo XXI.

 

La picaresca, el nepotismo, una falsa moral en el decir que no se corresponde con el hacer, hipocresía moral de considerarnos todos decentes sin serlo, es el caldo de cultivo que lleva a esta sociedad a aceptar mansamente su destino.

 

 

 

Vivir en un Estado podrido donde no conozco ninguna institución, desde la más alta jefatura del Estado, la Corona, a una simple asociación de vecinos de barrio, pasando por el Congreso, Senado, Tribunal de Cuentas, Tribunal Constitucional, judicatura, fiscalía, Policía, Guardia Civil, gobierno central, comunidades autónomas, ayuntamientos, federaciones deportivas, ONGs, partidos políticos, sindicatos… donde no existan, en mayor o menor grado, prácticas corruptas o corruptelas, muchas de las cuales son tan habituales que ya forman parte de la rutina diaria de muchas personas.

 

El nepotismo, colocar a alguien en un cargo o trabajo por amistad es una de las principales gangrenas de la ética de nuestra sociedad. Dicen las encuestas que el principal factor por el que se encuentra trabajo en España es conocer a personas que pueden facilitarlo. No es el mérito, esfuerzo o capacidad. El principio de igualdad de oportunidades no existe o existe solo como excepción. El amiguismo o familiaridad vale para ocupar puestos de letrado en el Congreso de los diputados (dos hijas de Trillo) o para ser funcionario del Tribunal de Cuentas (la mayoría familiares de los vocales titulares), o para ascender en la Policía, o recibir una medalla pensionada, o para cualquier cargo bien pagado en cualquier lugar en el que alguien, los padres o amigo, puedan colocar a sus vástagos (Bibiana Aido, hijos de Aznar y otros muchos). En España se ocupan cargos de salarios por afinidad ideológica o amiguismo sin importar la capacidad para desempeñarlo. Total, entre todos pagamos el salario y si la gestión sale mal, también las pérdidas. Desde la democracia cada cambio de Gobierno supone relevar a unos 500 puestos de los mejor pagados del país que podían ser desempeñados por funcionarios profesionales a una cuarta parte del salario y ya cobrarían como la élite funcionarial. Lo ha hecho Pedro Sánchez, antes Rajoy, antes Zapatero, antes Aznar… Viven de eso y de cargos en organismos oficiales, diputaciones, asesores, empresas creadas en CCAA, empresas privadas con “puertas giratorias”… ese es el trabajo de la mayoría de la casta política parasitaria de este país de instituciones podridas. Y son unas decenas de miles.

El pudrimiento empieza por los partidos políticos, sectas cerradas donde los más espabilaos –reivindico el andaluz- empiezan a aprender su profesión desde las juventudes en sus respectivos partidos (PSOE, PP, nacionalistas…) donde aprenden que el partido es lo primero, la familia (a modo de las mafias) y aprenden a darse puñaladas entre ellos, a pelear por el poder, a mentir, y así nos salen ejemplares que se erigen en líderes de una sociedad en la que no han vivido ni conocido.

 

 

Ahí tenemos a Pedro Sánchez y a Pablo Casado. El primero ya daba codazos en la universidad por ser político, aprobó una licenciatura en económicas y según fuentes dignas de crédito, el doctorado en esa carrera lo hizo en la mitad del tiempo necesario, mientras reputados periodistas sostienen que Miguel Sebastián, ministro en el Gobierno de Zapatero, dice que el 90% de dicha tesis se la hicieron en el ministerio. La tesis doctoral es considerada secreta en un ejemplo de falta de transparencia que inhabilitaría a cualquier político en cualquier democracia digna de tal nombre en la UE para ser presidente. España es diferente.

 

No le va a la zaga su mujer, que además de “vender” en su currículo licenciaturas que no tiene, no oficiales, resulta que por las fechas que facilita debió comenzar a estudiarlas con 14 años. Eso sin contar que imparte actividades como coordinadora en la universidad en materias a las que ni siquiera podría asistir como alumna por no reunir los requisitos académicos necesarios. Su nuevo trabajo en el Instituto de Empresa, en una fundación financiada con dinero público y privado de grandes empresas y organismos y su salario secreto por respeto a sus derechos, configuran un estado bananero sumido en una cloaca putrefacta sin valores, donde prima que quien más y mejor engañe, mienta y manipule, más alto asciende en la escala social. La sociedad del Lazarillo de Tormes del siglo XVI. No hemos cambiado nada.

 

En la otra trinchera, el PP, no le van a la zaga y compiten por superar a los del PSOE. Lo de Pablo Casado es en sí mismo la versión moderna del Lazarillo sobre los valores y principios que defiende la derecha, los conservadores y liberales del país, y si la alternativa es la exvicepresidenta, cuyo marido fue contratado por Telefónica estando en ese cargo es para exiliarse y no volver nunca más.

 

 

Sin duda, nada que ver su cargo con el trabajo de su marido, como nada que ver que Cristina de Borbón tenga el trabajo que tiene en la Caixa con su familia, ni que la mujer de Pedro Sánchez haya sido contratada por el IE. Cómo se nos ocurre pensar mal.

 

El caso de Pablo Casado, analizado objetivamente sin las gafas sectarias que dominan esta sociedad es incuestionable. Tarda siete años en aprobar la mitad de su carrera de derecho y tras ser elegido presidente de Nuevas Generaciones del PP y diputado autonómico en Madrid, en tres meses aprueba lo que antes le costó siete años. Todo normal. Además realiza un máster en el que le convalidan 18 de 22 asignaturas (el máximo permitido) con varios sobresalientes, sin asistir clase y sin que conste ninguna remisión de sus trabajos al Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos, que ahora ya sabemos, además de por lo de Casado por Cifuentes y algunas otras personas “agraciadas”, que era un chiringuito financiado generosamente con dinero público desde las instituciones del PP para regalar máster y cursos a los suyos. Que con ese conocimiento la mayoría de militantes y representantes del PP hayan elegido a Pablo Casado como presidente es una declaración ante notario retransmitida a todo el país sobre lo que entiende el PP por valores como la igualdad de oportunidades, el esfuerzo, mérito y capacidad para prosperar en la sociedad. Mentira, engaño, manipulación, nepotismo, amiguismo… España siglo XVI.

 

Si se analizan objetivamente los comportamientos de Pedro y Pablo, PSOE y PP a la luz de una ética pública de comportamiento transparente, ninguno de ellos podría seguir ni un minuto más en su cargo. Pero en este país tan sectario y cainita media España valora positivamente lo que hace uno y condena lo que hace el otro, y la otra medía valora positivamente lo que hace el otro y condena lo que hace el uno, cuando objetivamente tienen el mismo comportamiento. Es ideología, sectarismo, que con ignorancia desemboca en irracionalidad, se desliza hacia el odio y se acaba la tolerancia y la convivencia. Mientras la sociedad no entienda que hay que hacer una línea que separe a los decentes, honrados y trabajadores, de los corruptos, vividores, pagafantas (con el dinero de todos), ladrones y sinvergüenzas no tenemos futuro. En política, antes que la ideología la honradez personal y después el debate político.

 

Varios millones de españoles bajo el umbral de la pobreza y otros cuantos rozándola (ancianos solos con pagas miserables, parados de larga duración, jóvenes sin futuro, niños que pasan frio porque no pueden pagar la luz…) no están en el debate del país mientras izquierda y derecha protagonizan su obra de teatro porque ambos viven bien, por turnos, en ese escenario. Son actores con poder, influencias, fama, dinero…

 

 

Hasta que no se fijen mínimos éticos en la actividad pública, que supongan la expulsión de la actividad política de todos los pedros y pablos, sus familiares, amigos y compañeros de banda, y después de entre los honestos se elija al partido que más se aproxime al modelo de sociedad que cada cual desea, la sociedad será cómplice del cenagal en que vivimos. Es imprescindible que dichos cambios se produzcan, que los partidos concurran con listas abiertas, que sea obligatorio informar de los salarios de los familiares de los cargos políticos (el marido de Soraya, la mujer de Pedro, el yerno de Aznar…) y entonces podremos decir que España es una democracia. Mientras no conozcamos la tesis doctoral del presidente o los documentos de Casado para aprobar su carrera y su máster o no pasemos factura en las urnas a los corruptos, tenemos los políticos que votamos. Nosotros, todos, somos los responsables.