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La fosa séptica española y la puntilla de Bolaños

Tratando a los españoles como si fuéramos imbéciles, la gobernanza sanchista, de fuerte aroma prevaricador es presentada desvergonzadamente como dirigida al fomento del bien común. 

 

Lo más hediondo del actual espectáculo español es la cara dura e impunidad con las que los jerarcas sanchistas intentan vender la fosa séptica en que han convertido el ruedo ibérico. Tratando a los españoles como si fuéramos imbéciles, la gobernanza sanchista, de fuerte aroma prevaricador y cuya finalidad no es otra que mantenerse en el poder a costa de lo que sea, es, sin embargo, presentada desvergonzadamente como dirigida al fomento del bien común.

El jueves pasado, la comisión de justicia del congreso de los diputados aprobó el proyecto de ley-bodrio de la llamada ley de amnistía con la que Sánchez, para mantenerse en la Moncloa, pretende blanquear  a todos los delincuentes separatistas catalanes, presuntos o convictos, por cualquier tropelía cometida bajo la cobertura del “procés”. Incluido el delito de terrorismo. Paraguas que llega incluso a amnistiar a los chorizos pujolistas. Un chalaneo basado en el intercambio de los votos (7) de los secuaces de los delincuentes, presuntos o convictos, por la amnistía para malhechores concretos. Un escenario de fuerte aroma corrupto, que supone la quiebra del estado de derecho. Bien que, todavía, el bodrio haya de pasar por el pleno de la cámara, por el del Senado que probablemente lo rechazará, y vuelta al congreso para consumar el tapado de la fosa séptica.

Para más recochineo, el ministro de justicia, Bolaños, en su comparecencia ante los medios, después de la sesión de la comisión de justicia, declaraba descaradamente que ello suponía un “cierre de la etapa de enfrentamientos, conflictos y tensión”, sobre la base de que todas las personas que participaron en el proceso independentista queden amnistiadas, todas” (sic). Y ya, poniéndose a España por montera, remataba la faena añadiendo que era “una ley que va a ser un referente en el mundo” (el mismo calificativo que se dio a la desastrosa ley del “solo sí es sí”, que puso en la calle a tantos violadores). Y no contento con tanto desvarío, apuntilló: “Quiero concluir felicitándome”. Una autoglorificación que no se había oído en España desde Solís.