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La IA democratizará el acceso al conocimiento

Las tecnologías emergentes podrían convertirse en el grial                         que nos permitiría poner rumbo hacia la verdadera libertad, la cognitiva.

Lo que podría representar la IA para la acción política democrática fue abordado este mismo año por Daniel Innerarity en un interesante documento elaborado para la UNESCO, “Inteligencia Artificial y democracia”. Este organismo de la ONU pretende asumir el liderazgo en la construcción de la gobernanza ética de la Inteligencia Artificial, en especial, tras la adopción en 2021 de la Recomendación de la Ética de la IA por parte de 193 estados miembros que pone énfasis en el respeto de los derechos y la dignidad humana, la sostenibilidad, y la equidad de género, aunque hoy por hoy este organismo carece de la suficiente entidad normativa y ejecutiva para que sus orientaciones puedan llegar a convertirse en decisiones de obligado cumplimiento a escala universal.

El trabajo de Innerarity, según la propia UNESCO, pretende ser una reflexión profunda sobre el impacto de la IA en la democracia. Sin embargo, desde mi punto de vista, no aborda el cambio más importante de la contribución de la IA a la democracia que no sería tanto la adaptación de la acción política al uso de esta disruptiva herramienta tecnológica, sino en capitalizar su enorme potencial de aportación a la democratización del conocimiento y, por ende, a la libertad cognitiva de las personas, que es el espacio en el que nos centraremos en nuestro original.

Una laguna importante del trabajo de Innerarity, a destacar por tratarse deL encargo de uno de los principales organismos transnacionales que recoge en su seno la diversidad cultural, es lo que el prestigioso filósofo y tecnólogo Yuk Hui, al que el autor no menciona en ningún momento, denomina “tecnodiversidad cultural”. Al igual que la misma democracia, la tecnología a la hora de implementarse en contextos culturales muy diferentes, debería contemplar esta realidad si realmente quiere hacerlo de manera eficaz y sostenible. La diversidad cultural determina la idiosincrasia de los pueblos.

Dicho con todo respeto aL profesor Innerarity, su trabajo es un caso paradigmático más de lo que vengo denominando el supremacismo cultural de los intelectuales occidentales manifestado a la hora de abordar lo que las tecnologías emergentes, destacando de entre ellas la IA, podría llegar a suponer para la sociedad. El abandono del pensamiento internacionalista del marxismo, por unos, y de los ideales liberales, por los otros, por parte de los pensadores occidentales está dando lugar a que en un momento decisivo para el futuro de la humanidad no exista una visión más completa y objetiva de la realidad al acotarla a la verdad de nuestra cultura occidental, olvidándose, consciente o inconscientemente, de que una cosa es la batalla por el “winner takes it all” de la tecnología y sus consecuentes económicos y financieros, y otra muy distinta la configuración multicultural del mundo, porque no tenerla en cuenta supone estar asumiendo comomun dato la polarización geopolítica en vez de contemplar un nuevo paradigma mucho más racional y sostenible como podría ser el de la plurilateralidad, más allá incluso de la multilateralidad.

Si queremos aportar nuestro saber y experiencia para que la política no deje de ser lo que debería ser, la organización de la sociedad de manera justa, inclusiva, equitativa y solidaria, que se gestione de manera que no se salga de la ruta del viaje a la Ítaca de la verdadera libertad de las personas, la cognitiva, esta sería la pregunta a responder en un debate abierto y holístico del conjunto de la sociedad:

  ¿Qué es la democracia hoy en el contexto de un paradigma geopolítico complejo y a la vista de una realidad en proceso de cambio socioeconómico disruptivo y acelerado, consecuencia de la nueva era de la ilustración tecnológica que comenzamos a vivir?

Tras la aparición de la imprenta, la Inteligencia Artificial es el segundo gran paso de la humanidad hacia la democratización del conocimiento. Este avance tecnológico tiene el potencial de transformar radicalmente la manera en que accedemos a la información, permitiendo que sea más equitativo para la cultura y para el conocimiento por parte de todos los ciudadanos. Un avance tan disruptivo requiere un debate abierto y holístico sobre el porqué, para qué y cómo la IA podría mejorar la calidad de vida de las personas y del conjunto de la sociedad.  

  El potencial democratizador de la IA es innegable. La imprenta supuso un punto de inflexión en la historia de la humanidad permitiendo la reproducción masiva de libros y, con ello, la difusión del conocimiento y, además, a un coste accesible. Lo que antes era un privilegio de la élite ilustrada, se pudo abrir al conjunto de la sociedad. La IA, por su capacidad para procesar grandes cantidades de datos y generar respuestas inteligentes en tiempo real, tiene el potencial de ser el siguiente gran catalizador de este proceso de democratización.

A pesar de los avances en la educación, la inmensa mayoría de la población mundial no dispone aún del nivel cultural que sería deseable. Esto se debe en gran parte a la falta de recursos materiales, tanto económicos como tecnológicos, que limita el acceso a una formación de calidad. Aquí es donde la IA puede jugar un papel crucial reduciendo las barreras económicas y territoriales para acceder al conocimiento, permitiendo así que muchos millones de personas obtengan una formación a la que de otra manera no podrían incorporarse.

La IA representa una nueva forma de procesar el conocimiento. Un argumento frecuente en contra de la IA es que podría hacernos más torpes”, ya que las personas dejarían de almacenar datos, léase información, en sus cerebros, pasando a depender exclusivamente de las máquinas para obtenerlos. Este argumento se basa en la idea de que el cerebro humano, con sus más de 100.000 millones de neuronas y la capacidad para generar entre 500 y 1.000 billones de sinapsis en un ser adulto medio, necesita de una base de datos propia para generar conocimiento. Sin embargo, este enfoque no refleja la realidad social actual.

Hoy una gran parte de la población no tiene acceso a la formación ni a los recursos necesarios para generar esa deseable base de datos propia, por lo que es improbable que la IA haga más torpe” a la mayoría de las personas, ya que su función no será eliminar la capacidad de aprender, sino complementarla y enriquecerla. Para esa mayoría, la IA puede ofrecer un acceso más rápido y eficiente a datos de segundo y superior grado, previamente procesados por ella, lo que redundaria en un avance cultural medio significativo para la humanidad en su conjunto.

En lugar de reemplazar el conocimiento humano, la IA puede amplificarlo e, incluso, mejorarlo porque permitiría acceder a una información filtrada y procesada, facilitando así que las personas comprendan conceptos complejos sin necesidad de acumular una base de datos primaria masiva en su memoria. Esto no representa sólo un avance en términos de accesibilidad, sino también de calidad, ya que permite a los individuos concentrarse en el análisis y la interpretación de la información, en lugar de hacerlo meramente en su recopilación.

Uno de los retos más importantes a la hora de integrar la IA en el sistema educativo es encontrar un equilibrio satisfactorio entre el uso de la tecnología y la necesidad de mantener ciertas habilidades cognitivas. No se puede negar que la acumulación de datos es una parte esencial del aprendizaje, especialmente durante las primeras etapas de la educación, pero esto no significa que la IA deba ser vista como una amenaza a este proceso.

Es posible utilizar la IA como una herramienta que complemente, y no reemplace, el aprendizaje tradicional. Al permitir que los estudiantes accedan a información relevante de manera rápida y precisa, la IA puede liberar tiempo y recursos para que se concentren en habilidades más avanzadas, como el pensamiento crítico, la inteligencia creativa y la resolución de problemas. En este sentido, la IA debe ser vista como una aliada que ayuda a potenciar las capacidades humanas, no como una herramienta que las debilita.

Para lograr esto, es fundamental que en determinados contextos educativos se establezca un saber hacer” del uso de la IA. Esto implica enseñar a los estudiantes a utilizarla de manera crítica, ética y eficaz, entendiendo sus limitaciones y cómo complementarla con el conocimiento humano. La IA no debe convertirse en un simple atajo que evite el esfuerzo intelectual, sino en una herramienta que facilita alcanzar niveles más altos de comprensión y análisis.

Uno de los aspectos más prometedores de la IA es su potencial para reducir la desigualdad en el acceso al conocimiento. En muchas zonas del mundo, las barreras económicas y territoriales limitan gravemente las oportunidades educativas para infinidad de personas. La IA puede ayudar a superar dichas barreras al ofrecer acceso a materiales educativos de calidad a través de plataformas digitales, lo que permitiría a millones de personas aprender sin necesidad de asistir a instituciones físicas o pagar altos costes por ello.

Además, la IA puede adaptarse a las necesidades específicas de los estudiantes. A través de algoritmos de aprendizaje automático, es posible crear programas educativos precisos y personalizados que se adapten al ritmo y estilo de aprendizaje de cada individuo. Esto es especialmente útil para aquellos estudiantes que afronran dificultades en el sistema educativo tradicional, ya que les permite avanzar a su propio ritmo y recibir el apoyo complementario que necesitan para alcanzar el éxito.

Sin embargo, para que la IA realmente cumpla con este potencial, es necesario abatir las barreras tecnológicas que aún existen en muchas partes del mundo. La brecha digital, la del harware, sigue siendo un problema importante, y sin acceso a Internet y a dispositivos tecnológicos adecuados, la promesa de la IA como herramienta democratizadora del conocimiento no se cumpliría. Por lo tanto, es fundamental que los gobiernos y las organizaciones internacionales trabajen para cerrar esta brecha y garantizar que las herramientas de IA estén disponibles para todos, independientemente de su ubicación geográfica o situación económica, antes de que caigan en el valle de la muerte de una nueva brecha, la tecnológica, la del software.

A medida que la IA se integra cada vez más en nuestras vidas, es crucial iniciar un debate abierto y holístico sobre su impacto en la sociedad. Esto incluye no sólo las cuestiones técnicas sobre cómo se desarrolla la IA, sino también las consideraciones éticas sobre su uso y sus implicaciones para la humanidad.

Uno de los principales desafíos es garantizar que la IA no se convierta en una herramienta de exclusión, sino todo lo contrario, que sea una herramienta que acelere los procesos de inclusión sociales y económicos. Esto implica abordar retos sobre la privacidad, la seguridad de los datos y la posible concentración del poder en manos de unas pocas corporaciones tecnológicas que podrían controlar los algoritmos de IA. Igualmente, es fundamental analizar cómo la IA podría afectar al mercado laboral y qué medidas se deberían adoptar para mitigar sus efectos negativos, tal como sería la automatización de aquellos empleos que tradicionalmente han sido realizados por humanos.

El debate sobre la IA no debería limitarse a los expertos en tecnología. Es necesario involucrar a todos los sectores de la sociedad, desde educadores hasta responsables políticos, pensadores, la Academia, los empresarios y los propios ciudadanos de a pie, si queremos asegurarnos de que la IA se utilice de manera que beneficie a la mayoría y no solo a una élite llamada a liderar el nuevo mundo. Esto requiere transparencia en el desarrollo de la IA y un compromiso con la equidad, la solidaridad y la justicia social, y, por supuesto, con el objetivo de alcanzar el máximo posible de libertad cognitiva de todos y cada uno de los ciudadanos.

También es fundamental que se establezcan pautas claras de gobernanza sobre su uso en por la sociedad en general para que la IA se convierta en una aliada para el progreso humano, y no en una amenaza.

En definitiva, la democratización del conocimiento a través de la IA no es una utopía inalcanzable, sino una posibilidad real que puede transformar la vida de millones de personas en todo el mundo, pero su implementación debe llevarse a cabo con prudencia, responsabilidad y un enfoque centrado en el bienestar de la humanidad, para que este avance tecnológico sea justo, inclusivo y equitativo.