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La izquierda conservadora

Se da así la paradoja de que la izquierda conservadora, al abandonar el progresismo, ha cogido el testigo a la antigua Iglesia Católica.

 

La Izquierda ha dejado de ser Progresista. Si es que alguna vez lo fue. Digo esto a sabiendas de que el eje Izquierda/Derecha es una construcción artificial nacida en seno de la Revolución Francesa y cuyo significado ha ido variando a lo largo del tiempo. No es, entonces, un esquema útil para analizar nada. El foco de cualquier estudio debe ponerse en las ideologías singulares y no en la fagocitación proporcionada por la propaganda política. No es lo mismo un Reaccionario que un Conservador, un Liberal que un Socialdemócrata, un Fascista que un Comunista, o incluso que un Nacionalsocialista. El avance imparable de la política 2.0 he permitido germinar un conjunto muy variopinto de nuevas ideologías que se escapan a los esquemas tradicionales. Pero, para que nos entienda todo el mundo, Derecha e Izquierda sí son mecanismos semánticos útiles cuando se habla, a fin de agilizar la comunicación. Imagínense lo que sería conversar de política si cada referencia a una tendencia general hubiera de verse sustituida por la alusión individualizada a cada constructo ideológico. En esencia, tal y como se estableció en el Francia revolucionaria (y no olvidándonos de que se trata de un concepto exclusivamente continental, al cual es ajeno tanto el mundo anglosajón como el islámico), la Derecha ha representado siempre a quienes deseaban mantener el statu quo, mientras que la Izquierda a quienes aspiraban a cambiarlo.

 

De esta forma, la Derecha se ha asimilado al conservadurismo y la Izquierda al progresismo. Dejando aparte la compleja evolución de estos términos, hay que insistir en que hoy en día ya no representan esto. O, por mejor decir, no pueden ser empleados como conceptos simplificadores que engloben de manera homogénea un pensamiento único para cada tendencia. Piénsese por ejemplo en la relatividad de los términos a los que hacen referencia: un conservador conserva lo que ya existe, de manera que el revolucionario que rompe con el estado de cosas existente para imponer su visión del mundo deja de ser progresista para conservar lo que ha conseguido, volviéndose ahora el conservador progresista, y el progresista conservador. En todo caso, queda claro para todos que quienes se han autodefinido siempre como progresistas han pretendido -o eso dicen- aspirar a cotas más altas de libertad, de igualdad, de justicia y de derechos sociales. Aquí hay que diferenciar a los progresistas de los meramente revolucionarios, por cuanto no toda revolución aspira a ello y, muy a menudo, lo que busca es precisamente destruir estos valores.

 

Así las cosas, es lo que ha sucedido con los grupos políticos tradicionalmente englobados dentro de la Izquierda. Fundamentalmente liberales progresistas, socialdemócratas, socialistas y comunistas. Aun teniendo en cuenta disparidad y contradicción de sus planteamientos. Una vez superadas las experiencias de gobierno de los dos últimos, caracterizadas por las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, los gobiernos dictatoriales, la ruina económica y el asesinato en masa, quedó claro que ser Progresista era apostar por los derechos individuales, los derechos sociales y la igualdad ante la ley. Todo ello dentro de un sistema parlamentario pluripartidista basado en el Estado de Derecho y en la Separación de Poderes. Y así ha sido, hasta hace un tiempo, cuando los socialistas y los comunistas, una vez relamidas las heridas tras la caída del Muro de Berlín, se aprestaron a una reconquista en toda regla del espacio ‘progresista’ para hacerlo suyo y desplazar o contaminar a los que lo habían ocupado, esto es, los liberales y los socialdemócratas. Lo hicieron abandonando su tradicional discurso ‘de clase’ para monopolizar determinadas causas de masas y hacerlas suyas, de manera que nadie que se considerara de izquierdas o progresista pudiera discrepar de ellos en lo más mínimo. Causas como la Igualdad de la Mujer, la Inmigración, el Ecologismo, el Animalismo y otras varias.

 

¿Qué es lo que ha sucedido? Lo que Félix Ovejero, intelectual de referencia de la ‘izquierda auténtica’ ha definido magistralmente en su ensayo ‘La deriva reaccionaria de la izquierda’: que se ha vuelto contra sus propias conquistas, atacando con virulencia aquello que siempre ha dicho defender. De esta forma, el ideario progresista genuino, caracterizado por la maximización de la libertad del individuo compatible con los derechos sociales, la preocupación por los más débiles y el apoyo sin fisuras a la Democracia y al Estado de Derecho, se ha visto desplazado y sustituido por el ideario ‘progre’, una remasterización contemporánea de los viejos ideales totalitarios del socialismo y del comunismo caracterizados exactamente por todo lo contrario. Las características comunes de esta nueva izquierda conservadora vienen a ser los siguientes:

 

  1. Comunitarismo exacerbado insuflado de una mística sentimental abstracta que niega el lugar del sujeto individual en la sociedad con el objetivo de disolverlo en una colectividad armoniosa y utópica, carente de particularidades que puedan perturbar el imaginario comunitario.

 

  1. Apoyo a las políticas identitarias, en las que el grupo al que se pertenece configura la identidad originaria y permanente del sujeto, debiendo este sujetarse al código de comportamiento diseñado por la identidad del grupo, que se impone de manera excluyente.

 

  1. Nacionalismo revolucionario y anti-globalista, hostil al libre intercambio de bienes, servicios e incluso de tecnología, dentro de una concepción cerrada y exclusivista que niega la relación con otras potencias ‘hostiles’. En este punto existe una divergencia, por cuando existe una tendencia (como la española) que apoya los nacionalismos de raigambre regionalista a la vez que niega la identidad nacional del conjunto del país, con el objetivo de utilizarlos como correa de transmisión de la voladura del sistema político.

 

  1. Fomento de la inmigración en masa e ilegal, persiguiendo superponerse como guardián y protector de este grupo, adocenándolo y domesticándolo de cara a tener, dentro de unas generaciones, una base social que les haga electoralmente inexpugnables.

 

  1. Discriminación positiva, nueva denominación para tratar de esconder lo que es una discriminación sin más, tendente a apuntalar movimientos ideológicos de naturaleza supremacista que otorguen un privilegio a sus minorías escogidas, garantizándose el monopolio del relato ante la opinión pública y la permanencia en el poder.

 

  1. Ideología de Género, una manifestación de lo anterior. Tendente a confundir a lucha por la igualdad de la Mujer y contra el machismo con unos planteamientos agresivamente discriminatorios basados en un discurso de odio contra el Hombre como categoría o grupo demonizado.

 

  1. Criminalización de las relaciones sexuales libres, en un nuevo giro interpretativo empecinado en imponer una nueva moral puritana que asimile la práctica del sexo entre personas heterosexuales con la violación y la agresión sexual.

 

  1. Homosexualismo ideológico, distorsionando la manifestación y lucha por el reconocimiento de tendencias e identidades sexuales libres con el apoyo a un determinado credo ideológico -el suyo- fuera del cual no hay espacio para nada ni nadie más.

 

  1. Ecologismo y Animalismo absolutizadores, mediante la financiación y apoyo de grupos de presión con el concurso inestimable de las cada vez más poderosas empresas de energías renovables, negando cualquier compatibilidad entre el desarrollo económico y la creación de puestos de trabajo, y el respeto al medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. Este aspecto se caracteriza igualmente por la proscripción total del empleo de combustibles fósiles y el diseño de nuevos tipos penales tendentes a castigar con penas exorbitadas conductas que hasta ahora no se habían contemplado.

 

  • Derecho Penal de Autor, basado en la categoría o grupo al que pertenece supuestamente el imputado más que en el hecho cometido. Se persigue un aumento de los tipos penales represivos de conductas en las que no debe entrar el Derecho Penal, con un claro matiz moralizante y fuera de los márgenes del Estado de Derecho. De lo que es muestra la Ley de Violencia de Género (entre otras), ha supuesto la creación de tribunales de excepción para el enjuiciamiento de personas en función de su género y la inversión de la carga de la prueba, dando como resultado un menoscabo grave de la Tutela Judicial Efectiva.

 

  • Imposición de una Moral conservadora y puritana exigible a nivel inquisitorial, como cemento para armar un pensamiento único difundido por los medios de comunicación y las empresas, opuesto a la libre autodeterminación del individuo.

 

  • Criminalización del disidente y negación de los derechos legítimos de Libertad de Expresión y de Protesta cuando estos se ejercen contra ellos, auspiciando el empleo de métodos autoritarios para la represión de ideas contrarias a las que esgrimen y que tratan de imponer al resto de la sociedad como dogma de fe.

 

  • Negación de la Separación de Poderes y del Estado de Derecho, sustrayendo del cumplimiento de la legalidad a los grupos o lobbies que apoyan, en base a una concepción del mundo por medio de la cual el ejercicio de un pensamiento legítimo como es el que ellos poseen no puede verse constreñido por unas normas abstractas que, en definitiva, lo que hace es dotar de garantías y proteger a sus enemigos.

 

 

Seguiría. Pero estas considero que son las principales, exhibidas sin excepción por la mayoría de estos grupos y partidos políticos. En definitiva, un planteamiento que, armado con las tácticas del matonismo político y del chantaje continuo (ya saben, que quien escribe otro no es otra cosa que un fascista y un machista), ha logrado contaminar causas que, en principio, puede defender cualquier que aspire hacer de su sociedad un lugar mejor. Y lo que es peor, desnaturalizar a los grupos e ideas auténticamente progresistas, que se han visto en la nada envidiable tesitura de adoptar estos planteamientos o hacer causa común con los que hasta hace muy poco eran sus adversarios ideológicos. Se da así la paradoja de que la izquierda conservadora, al abandonar el progresismo, ha cogido el testigo a la antigua Iglesia Católica y a los postulados más reaccionarios y conservadores, diseñando un Inquisición ideológica que, no dudando en recurrir al terrorismo ideológico, dictamina inapelablemente qué se puede decir y qué no. Y, como castigo, el que no vuele recto se expone al escrache en su casa o en su lugar de trabajo, a la censura en los medios oficialistas o a la agresión más directa o impune. No porque los tribunales no vayan a hacer nada, sino porque serán amparados por aquellos que defiendan la libertad y la igualdad para los suyos. Pero para nadie más.