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La lección del registrador   

Ha tenido que llegar Rajoy a demostrarnos que otra salida es posible, que él se trajo las puertas giratorias de su casa hacia un trabajo digno como el de ser registrador de la propiedad.

Un expresidente que vuelve a su trabajo de antes, es tan noticioso en España como si un político dimitiera. La costumbre española y cañí nos ha enseñado siempre que buscar el hueco para cobrar bien y vivir mejor contando nubes al dejar la Moncloa o cualquier virreinato autonómico o taifa reciclada, conllevaba la gabela de un sueldo vitalicio, coche con conductor, secretarias adjuntas y un despacho feo de grande como ex.

 

Pero nada es infinito, ni todos son iguales. Ha tenido que llegar Rajoy a demostrarnos que otra salida es posible, que él se trajo las puertas giratorias de su casa hacia un trabajo digno como el de ser registrador de la propiedad. Su salida de la política ya tenía un único destino de vuelta en Santa Pola y olé.

 

Nos ha recordado que él llegó a la política con el trabajo buscado, y que lo que hoy le abre las puertas al reingreso del Cuerpo de Registradores ya se lo ganó antes de ser presidente. Como debiera ser siempre.

 

No está mal como ejemplo para las nuevas generaciones que aspiren al cargo en el futuro. Algunas hay. Que no crean que, con ello, sólo aspiran, también, a ser la carga del presupuesto público mientras vivan, sólo por haber llegado a ser presidente. Es el camino correcto que los jóvenes aspirantes exhiban una vocación política ambiciosa, pero estaría mejor que tras colmar su ambición, en su caso, antes de iniciar su etapa como políticos con dedicación exclusiva, tengan un puesto de trabajo donde volver.

 

Lo de dar ejemplo ha sido siempre una cuestión de los más discretos. Mariano lo ha sido, por gallego y por Rajoy  con o sin puro, pero también así de puro y transparente. No han sido los ruidosos hipócritas quienes han demostrado ejemplaridad con el dicho y el hecho. Esos que viven en pisos de Vallecas para la foto del bien queda, y que a poco que te das la vuelta con su humildad y coherencia, se te van a Galapagar a vivir en un casoplóncon caseta del perro más grande que su antiguo piso vallecano. Los éxitos de quienes se dedicaron con vocación sincera a la política y luego la dejaron, han sido mucho más ejemplares por su callada manera de actuación, que aquellos de quienes han pretendido dar lecciones desde la tribuna mediática con escaso eco en su ejemplo propio.

 

Quedará para su currículo y para ejemplar conducta de los presidentes que hayan de venir en el futuro (como quedó aquel Aznar de los dos mandatos como máximo), esa manera de irse con la elegancia y la caballerosidad que sólo las personas honradas y sinceras son capaces.

 

Pues lección es no haber aprovechado el final de su carrera política para irse a contar nubes desde la hamaca de su residencia en Aravaca, sino a fichar en el tajo cada mañana, y a contribuir al desarrollo de España como muchísimos españoles hacemos, madrugando cada mañana.

 

Otros expresidentes han preferido constituirse en poderes fácticos fácilmente previsibles, en navegantes de barco con puro habano y novia a la vista, conferenciantes de lujo con influencia acomodada al importe en euros de la charla, o a parecer intermediarios bolivarianos, a pesar del gobierno.

Que no, que no, que saber irse no es fácil. Es mucho más difícil que llegar. Lo sé. Por eso es tan meritorio ver  alguien que demuestra que es posible hacerlo. Y lo hace. Ese es el detalle que ha de quedar como ejemplo.  ¿Verdad Pedro?