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La luz al final del túnel

La victoria de Díaz Ayuso en Madrid y la huída de Pablo Iglesias a sus templos mediáticos nos ha inyectado unas dosis de optimismo que necesitábamos.

 

Y dijo Dios, “hágase la luz”, y la luz de Madrid fue hecha iluminando a toda España. La oscuridad ha comenzado a desaparecer al final del túnel. Por fin se ven rayos de esperanza o de Santa Isabel, pero todo comienza a cambiar. La mayoría de mis lectores me echaban en cara el halo de pesimismo que rodeaba a estos artículos. No era para menos. Los quince meses de aguantar la puta pandemia del coronavirus con el desastre de enfermedad, muerte y caos económico, y con el brutal recorte de libertades que el Gobierno progresista nos había impuesto, planteaba un panorama desolador que te hacía ver el vaso cada día más vacío. Pero no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, así que la llegada masiva de las vacunas, el final del estado de alarma y el inicio de una nueva andadura política que se abre con la aplastante victoria de Díaz Ayuso en Madrid y la huída de Pablo Iglesias a sus templos mediáticos nos ha inyectado unas dosis de optimismo que necesitábamos como el comer para poder subsistir sin miedo a tirarnos desde la Giralda.

 

Sí. Ya sé que lo malo no se ha acabado. Que queda mucho pastel que aguantar mientras sigan en la Moncloa Pedro y los suyos, pero le están viendo las orejas al lobo. Un lobo vestido de Caperucita rojiblanca que les ha puesto las cosas donde deberían de haber estado hace tiempo. Decía una locutora de TVE en el acto de presentación del 2 de mayo en Madrid, que ese día se conmemoraba el alzamiento del pueblo madrileño “contra las tropas de Franco” (sic). Naturalmente era un lapsus, pero un lapsus provocado por la tabarra irredente y cansina de socialistas y podemitas con el guerracivilismo y la memoria histérica de la que los medios de la cuerda son meros altavoces. La reacción de los perdedores no ha podido ser más desafortunada. Mientras Pedro Sánchez ha preferido esconderse bajo su colchón nuevo, los Ábalos, Calvo, Lastra y compañía han salido en tromba a la palestra mediática a hacer el ridículo más espantoso. Solo han hecho lo de reeditar la sarta de sandeces a las que nos tienen acostumbrados. De seguir así, estos muchachos van a ver fascistas hasta en la sopa (de letras) y la Real Academia de la Lengua va a tener que buscar una nueva definición para la palabra fascista;”Dícese de aquel que no comparte la tesis del PSOE y Podemos y, a la hora de votar, elige cualquier papeleta de un partido de centro derecha”. 

 

Son muchos los analistas y politólogos (una nueva profesión en auge que ha puesto de moda Iglesias y que no son sino expertos en nada) que han diseccionado hasta la saciedad los resultados de las elecciones madrileñas del pasado 4 de mayo. Hay poco que añadir. Sólo quería resaltar algo que me llamó la atención en la noche electoral. Los cientos de personas que se agolpaban a las puertas del PP en la calle Génova gritaban solo una palabra:”LIBERTAD” Así, con mayúsculas. ¿Habrase visto tamaña contradicción? Miles de fascistas, como los llaman la izquierda, gritando “libertad, libertad”. Una palabra que era patrimonio centenario del socialismo y de Unidas Podemos. Es que se ha perdido el norte.

 

El norte no sé si lo perderán, pero sí llevan camino de perder buena parte del territorio de esta España harta de coles que creían que era suya en propiedad exclusiva. De seguir así, ahora con la subida de numerosos impuesto y no precisamente a los más ricos, sino a una clase media que ha sufrido en sus carnes la crisis económica del coronavirus, Sánchez va a conseguir destrozar a un partido que considero esencial en la buena marcha de España y que la demagogia y el egocentrismo de su actual líder ha convertido en un mal remedo de las dictaduras encubiertas del tercer mundo. Seguramente no lo hará, pero su yo fuese Juanma Moreno, preparaba ya las cosas para convocar cuanto antes un adelanto electoral en Andalucía. La pelea entre la actual secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, y el aspirante a sucederla, Juan Espadas, puede acabar de darle la puntilla a la ya deteriorada imagen de la agrpación socialista más importante de España. 

 

Pero a lo que iba, que mayo, florido y hermoso, ha comenzado como tenían que comenzar todos estos meses primaverales que nos han robado los dos últimos años. Con una explosión de colores y calores, con la llegada del buen tiempo y el resurgir de un optimismo que teníamos guardado en el fondo del armario. Id sacando los polos, las bermudas y los bañadores, que la semana que viene se acaba el estado de alarma y estos va a ser como los sanfermines, tonto el último. Y a los políticos que siguen “sacrificándose por nuestra salud y nuestro bienestar” que les vayan dando por donde amran los pepinos. No sé por el norte, pero por aquí abajo, en esta Andalucía de charanga y pandereta, van a surgir fascistas similares a los madrileños como por arte de magia. O si no, al tiempo.