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La necrocracia como excusa de gobierno

Yo no he visto un Ejecutivo al que le guste más un muerto.

 

Como no hay proyectos de futuro, qué mejor que resucitar el pasado para tener entretenido al personal y evitar que se preocupe del desastre social, sanitario y económico que estamos viviendo. Esa parece ser la tesis la tesis del Gobierno de Sánchez e Iglesias. Yo no he visto un Ejecutivo al que le guste más un muerto. Se llama necrofilia y la esperanzadora democracia que los españoles nos dimos pacificamente hace cincuenta años se está convirtiendo en necrocracia, es decir, el gobierno de los muertos, en la que se resucitan odios que creíamos superados y se aviva el enfrentamiento entre las dos españas con leyes de una Memoria Histórica sesgada, con buenos y malos, que sólo contemplan como criminales a los del bando ganador y como víctimas a los del perdedor cuando todos sabemos que criminales y víctimas hubo en ambos bandos de una guerra fratricida. No hay día en el que la vicepresidenta Calvo o el vicepresidente Iglesias no haga alusión a Franco, a los muertos republicanos de la guerra civil o a los represaliados de la dictadura. Tienen claro que esos muertos de hace casi un siglo tienen que estar mucho más presentes en nuestro día a día que los cincuenta mil fallecidos por la pandemia del Covid en los últimos seis meses.

 

Me agarro a la percha de un poema de alguien poco sospechoso de fascista como es Gabriel Celaya, “España en marcha”, al que le puso música Paco Ibáñez, cuyos primeros versos decían aquello de “Nosotros somos quien somos. ¡Basta de historia y de cuentos!¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos…”, para repetir que ¡ya está bien! de utilizar un pasado que debería estar superado, para enmascarar la ineficacia y la total inutilidad de un gobierno que llega tarde, mal y nunca a encontrar soluciones a los graves problemas de sus conciudadanos. Sinceramente, ¿ustedes creen que con esta segunda oleada de la pandemia, con los llamados confinamientos selectivos, con los hospitales rememorando la tragedia de hace cuatro meses, con las UVIs comenzando a llenarse, con más de medio millón de contagiados, con la economía paralizada, y con el personal temiendo que lo peor esté aún por llegar, alguien está preocupado por Franco y por  la cruz del Valle de los Caídos, por el nombre de una calle o de un estadio de fútbol? ¿A quién quieren engañar? Con todo, ya verán como las tertulias y los de la Secta insisten en que la nueva ley de Memoria Democrática (o Necrocrática) es algo necesario e imprescindible para que España avance en sus libertades y progreso que tan bien representa el Gobierno de Sánchez.

 

Como en muchas otras ocasiones de nuestra historia, han tenido que ser los gaditanos quienes les canten las cuarenta por tangos a la nueva progresía podemita. El alcalde, José María González Santos, Kichi, está empeñado en cambiarle como sea el nombre al Estadio Ramón de Carranza poniéndolo a votación entre las peñas gaditanas. Y se ha llevado un zasca digno de su excelsa idotez. Le han dicho que nones, que el Carranza tiene que seguir siendo el Carranza de toda la vida y que, puestos a cambiarle el nombre, en todo caso que lo cambien por Franco o Abascal. Y no es que, precisamente, el personal amarillo de la Tacita de Plata sea profascista o de ultraderecha, al contrario, muchos de ellos se han batido el cobre en la calle en defensa de los Astilleros. Es simplemente poner en evidencia, con toda la guasa y el arte de su gente, las pamplinas propias de un partido, Unidas-Podemas, que vive de espaldas a la realidad y alejada de los problemas reales que sufre la ciudad. Aunque se suspenda el Carnaval de 2021, ya estoy viendo en la calle a chirigotas y comparsas, a coros y cuartetos cantándole cuplés y tangos a la obsesión onomástica de su alcalde.

 

El ejemplo del edil gaditano es paradigmático de la forma de gobernar de un Ejecutivo sin ideas, sin proyectos y sin liderazgo alguno. Y hay que reconocer que es algo bastante común en el actual panorama político español donde las tonterias, las cortinas de humo, los macgufins, los globos sondas y la escasez de soluciones campan a sus anchas a la izquierda, a la derecha, al centro y los extremos de una clase política preocupada solamente por mantener sus privilegios y los de sus partidos mientras millones de españoles asisten, enclaustrados, embozados, callados y asustados, a una diaria representación bufa de pésimos actores en las Cortes, en las autonomías, en los ayuntamientos y en buena parte de los medios de comunicación que no son sino meros altavoces pagados por los gobiernos de turno

 

Así las cosas, querría acabar como empecé este artículo, con otra estrofa del poema de Gabriel Celaya, “¡A la calle! que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo…España mía, combate que atormentas mis adentros, para salvarme y salvarte, con amor te deletreo”. Ante la incultura que nos invade, yo recomendaría, sobre todo a los jóvenes que, puestos a mirar el pasado, se centren en leer a los clásicos (Cervantes, Quevedo) o a los más recientes poetas de las generaciones del 98 y el 27, donde pueden hallar muchas explicaciones de lo que actualmente pasa. Decía Marx citando a Hegel que “la historia se repite, una vez como tragedia y otra como farsa”. Ahora mismo da la impresión que estemos en la fase de repetición como farsa. Espero y deseo que no vuelva a repetirse como tragedia.