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La paliza de Linares

Lo ocurrido en Linares es tan grave como las decenas de miles de identificaciones diarias, abusos, detenciones preventivas y cacheos prospectivos ilegales que se hacen en España.

 

Dos policías propinan una paliza a un hombre y agreden a su hija de 14 años. Que estuvieran o no borrachos y fuera de servicio no rebaja la gravedad de su comportamiento. Recibirán la sanción penal y disciplinaria que corresponda por malos profesionales… aunque hasta el viernes eran ejemplares para la policía: ambos han sido condecorados. 

 

El subinspector ha superado tres oposiciones: ingreso, ascenso a oficial y ascenso a subinspector; el policía tiene medalla roja, la más codiciada por ser pensionada y nunca ha sido expedientado. Los expedientes los tuvimos otros por denunciar prácticas corruptas. ¿Alguno de los muchos policías decentes de Linares denunció sus comportamientos si eran irregulares? ¿Por qué no lo hicieron? ¿Y los sindicatos policiales? En 40 años denunciando a policías que abusan del cargo, pocas veces ha actuado contra ellos un mando o la Dirección General. Se ignoran los casos sin trascendencia pública y si se conocen, la versión oficial es que son casos aislados. Nunca se corrigen las causas que lo provocan porque la policía no ha introducido pautas operativas claras ni controlado la calidad y eficacia de lo que hace. Proliferan los policías “a la americana.” Lo de Linares, sin imágenes grabadas, podría ser un detenido por agredir a policías sin ninguna trascendencia.

 

Este clima corporativo en todas las policías aparece esporádicamente en imágenes, con ciudadanos desnudados completamente en la calle; bofetadas en identificaciones; patadas a una persona en el suelo que no ofrecía resistencia, o entrada en una vivienda tras persecución sin mandato judicial. Son cientos de casos cada año sin que se tomen medidas para evitarlo. Denuncia por identificaciones reiterativas y trato despótico en Benidorm, con 112 firmas de sudamericanos (“panchitos” según algunos policías). Cosidó era director general de la Policía, no hizo nada y en visita posterior a la ciudad felicitó al comisario. Un policía borracho agredió en distintos incidentes a su superior, a una mujer y a un policía local en Melilla, y a un ciudadano en Alcalá de Henares. No se abrió expediente y los hechos se ocultaron para que ascendiera. Ascendido a subinspector y trasladado a Cataluña, volvió destinado a Madrid de inmediato. Su padre era comisario principal.

 

Si en un distrito con cinco zetas a turnos, cuatro no tienen casos de resistencia y uno tiene 12 detenidos en un año en el mismo territorio, ¿los chulos del barrio salen solo cuando patrulla ese coche zeta o son los policías los chulos del barrio? ¿Qué hacen algunos mandos en esos casos, corrigen los abusos o piden a los profesionales decentes que (provoquen) presenten más detenidos como prueba estadística de eficacia policial? ¿Qué hace Marlaska?

 

Lo ocurrido en Linares es tan grave como las decenas de miles de identificaciones diarias, abusos, detenciones preventivas y cacheos prospectivos ilegales que se hacen en España, por órdenes verbales del mando o capricho del policía. Una sociedad de vasallos sin derechos civiles. Policías actuando como mercenarios del mando, haciendo estadísticas inútiles mientras crecen los delitos en su zona. Respetar los derechos civiles de la ciudadanía es fundamental en las democracias y en España se pisotean a diario. El principio de autoridad mal entendido es un valor absoluto que sepulta los derechos civiles. La herramienta policial más necesaria hoy es dotar a todos los policías de una cámara de grabación en el uniforme y que los mandos, en vez de exigirles identificaciones ilegales para sus inútiles estadísticas, garanticen que se respetan los derechos de la ciudadanía, impidan abusos y corrijan los excesos que se produzcan. Los policías deben proteger y servir a la ciudadanía, no a sus mandos.