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La sociedad hostil

El crecimiento económico crea ricos, no riqueza.

La sociedad se ha vuelto demasiado hostil para la mayor parte de los ciudadanos. Sartre nos alerta de la tentación de la irresponsabilidad, y a continuación, señala que no hay lugar para la excusa porque no hablar también es hablar, callarse es seguir hablando. Una sociedad silenciada es obra de la confusión, que no deja de ser la peor de las mentiras. De poco ha servido la civilización para concluir en la perversa ontología de una realidad que se ahorma a los intereses de unas minorías organizadas a costa del genocidio social de amplios sectores de la población. La concepción de Walter Benjamín de la historia como catástrofe sólo es aplicada a la parte más débil de la sociedad. Pobreza, desempleo, trabajo precario, sociedad dual, mutación y regresión, pero todo va bien si los banqueros aumentan sus beneficios, es el objetivo de un sistema donde los balances de las entidades financieras son más importante que las necesidades y la misma existencia de las personas. El crecimiento económico crea ricos, no riqueza. La oligarquización de la vida política, la carencia de pensamiento crítico en la izquierda, el autoritarismo de una derecha acomodada a un régimen de poder heredado de la dictadura, vuelven la espalda a una sociedad que necesita sobrevivir.

 

No hay que olvidar que cuando interpretamos la realidad la estamos transformando.

 

En este ámbito, la izquierda tiene que huir de las expresiones cómodas que no dicen nada, ya que el cambio – la izquierda es cambio o no es- sólo se consigue mediante una elaboración o reflexión teórica que genere actitudes morales, culturales, incluso filosóficas que produzcan una revolución en la vida individual de cada día; la aspiración a vivir de una forma diferente sin trabas artificiales legales o morales que dimanan de otras épocas, pero pierden su razón de ser ante la plenitud de un nuevo modelo de vida y sociedad. Se trata de construir una democracia radical sustentada en el empuje social desde abajo y entender definitivamente que otra política no es hacer lo mismo de diferente manera. El futuro no es una extensión del presente ni una renovación del pasado, es algo nuevo que hay que descubrir y la mejor manera de descubrirlo es crearlo.

Sin embargo, el cambio no es progreso cuando supone regresión: no se progresa hacia atrás. Asistimos en España a la quiebra de un sistema donde el error es la consecuencia de imponer una realidad oficial ajena a aquellos intersticios donde, fuera de los frontones institucionales, fermentan las creencias, reprobaciones y uso sociales. En realidad, padecemos una privatización generalizada de todos los ámbitos donde el civismo o el demos pudiera tener algún protagonismo. Es la suspensión drástica de la ciudadanía y la capacidad del Estado y la sociedad de regularse mediante principios éticos para circunscribir todos los asuntos morales y políticos a una cuestión de recursos inspirada en la equívoca ideología que se oculta bajo la máscara de teoría científica. El Estado mínimo y la democracia limitada son los instrumentos para evitar cualquier tipo de redistribución de la riqueza y empobrecer a amplias capas de la población. Por ello, la imperiosa necesidad del pensamiento crítico como herramienta imprescindible para constreñir un escenario que resulta tan injusto y desigual. No hay que olvidar que cuando interpretamos la realidad la estamos transformando.