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Las tribulaciones del beato

Sánchez no solo ha consumado la fractura, quizás irrecuperable, de la sociedad catalana, sino que también está estimulando la voracidad de los separatistas.

 

Para los separatistas indultados, salir de la cárcel y encaramarse al escenario victimista ha sido todo uno. Inmediatamente, retomaron su obra épica favorita “O tornarem a fer”, así como su versión inglesa “Freedom for Catalonia”. Es decir, repudiaron fulminantemente ―¡qué ingratos!―, la “generosidad” y el “espíritu de “concordia” predicados por el beato Sanchez. Solo les faltó exhibir una pancarta en chino que ―según se dice―, va a ser el gran idioma del futuro. Todo se andará.

 

Ese colosal rechazo separatista a la gracia, una vez obtenida, ha obligado a la Moncloa a redoblar lo que Miguel Ángel Aguilar llama “señuelos” para, en este caso, distraer la atención del respetable sobre la “caponada” indultatoria. El pasado jueves, el Gobierno, en una tertulia extraordinaria, acordó recortar el IVA del recibo de la luz durante seis meses, así como relajar el uso de mascarillas en espacios abiertos y autorizar ir al fútbol la próxima temporada. Entre tanto pan y circo, Otegui salió a la palestra pidiendo poner en la calle a los criminales etarras que están en prisión. Y, para no ser menos, Ortuzar, presidente del PNV, pidió una “nueva relación” del Estado con el País Vasco y Cataluña, con el reconocimiento de ambos como naciones. Parece claro que los privilegios del cupo vasco, o la transferencia (en curso) de competencias penitenciarias no sacian tampoco la gula separatista vasca. 

 

Frente a los actos administrativos injustos solo caben tres opciones básicas: tragarse el sapo mirando hacia otro lado; recurrirlos judicialmente; o tirarse al monte a lo Girón de Velasco.  Vox (acusación popular durante el juicio de los ahora indultados), y C’s (con tres parlamentarios autonómicos que, en su día, fueron directamente afectados por las canalladas de los condenados) han presentado sendos recursos a los indultos (el del PP parece estar en el alero). No queriendo arrodillarse mirando hacia Cuenca, ni tampoco liarla ambos grupos optaron por lo intermedio. Lo que no ha sido óbice para que la cretina mayor del Reino, María Jesús Montero, se haya sumado al coro independentista, acusando a la oposición de judicializar los indultos. 

 

El “estado de perdón” por el que aboga el venerable Sánchez se visualizará el próximo martes, en su reunión con el “molt” (en minúscula, no por canijo sino por ser Aragonés un mero pasante del Molt de Waterloo). De tal encuentro, de especiales tribulaciones para el beato, saldrá una especie de “compromiso” de elaborar (en la mesa de la ignominia) una suerte de “pacto de estado”. Éste pasaría, entre otros y para abrir boca, por: referéndum de autodeterminación; amnistía “urbi et orbi”; renuncia del Estado a la aplicación del 155; mediación internacional del pasteleo;  salida de las FCSE de Cataluña; potenciación de los Mossos; poder judicial catalán independiente; república digital; rebaja de atribuciones del Tribunal de Cuentas; y, sobre todo, reducción de las competencias del Tribunal Constitucional, como paso imprescindible para poner la Constitución al pairo y poder proceder a la partición de España. Veremos en cuánto me equivoco. 

 

En resumen, Sánchez no solo ha consumado la fractura, quizás irrecuperable, de la sociedad catalana, sino que también está estimulando la voracidad de los separatistas que ven, en los dos próximos años, la mejor oportunidad de aglutinarse en un frente común contra el Estado. Con su prédica, Sánchez ha llevado a la sociedad española al más alto nivel de odio desde la Guerra Civil. ¿Acaso pretenderá provocar una nueva “Cruzada de Liberación” olvidando la sutil maestría del episcopado, para navegar siempre aprovechando el viento dominante? Nada extrañaría que las tribulaciones del beato acaben sentándole en el banquillo.