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Los baroncillos del sanchismo

Que nadie espere, en definitiva, una reacción o un ataque de razón de Estado de esos baroncillos que presumen de la naturaleza socialdemócrata heredada.

 

Cuando Rosa Díez se preguntó si quedaba alguien decente en el socialismo se equivocaba de pregunta. Porque en el PSOE gente decente aún queda; otra cosa es que no haya nadie que no sea un cobarde, a pesar de que la cobardía, casi siempre, es el paso previo a la indecencia. Sobre la coherencia es evidente que hace algunos años todos renunciaron a favor del poder o del sueldo público. Si Pedro Sánchez es la mayor estafa que ha visto la política española en toda su historia, no va a venir un presidente autonómico o un senador de Almería a dar lecciones de valores políticos y personales. Luego, eso sí, en los homenajes a los que ya no están, algunos sanchistas tendrán la osadía de recordar la famosa frase de Ramón Rubial, la de primero España, luego el partido y después la persona. Con la llegada del sanchismo se impuso la razón de partido por encima de todo, pero una razón de partido que no ha resultado otra cosa que la tiranía unipersonal de un caudillo tan enajenado como incapacitado para la alta política y la responsabilidad de gobierno.

Por esto mismo me llamó la atención cuando no hace muchos días algunos se hacían eco de una supuesta rebelión de los barones, de eso que llaman el “PSOE tradicional”, frente al apocalipsis de Estado que se avecina tras el abrazo del sanchismo con el comunismo. Desde siempre el partido socialista ha sido la principal oposición al comunismo, menos en la guerra civil, cuando las juventudes socialistas se fundieron con las comunistas para luchar contra Franco al servicio de Moscú. En primer lugar, porque es una ilusión de auténticos fatuos el pensar que queda algo de ese socialismo pre zapateril; y, en segundo lugar, porque los barones regionales no son más que baroncillos serviciales de Pedro Sánchez. Esto no quiere decir, claro está, que si llegado el momento el caudillo supremo se estrella no se lancen raudos sobre él a apuñalarlo por las espaldas, pero de frente y de cara ya no queda nadie con cargo y con mando en el partido que se le pase por la cabeza, si quiera, incomodar al líder. Ni doce horas pasaron desde la información del supuesto complot para que salieran en tromba Page, Vara y Lambán a desmentir de manera frenética la noticia y a postrarse nuevamente ante el sanchismo. 

A estas alturas resulta patético ver a políticos del PP y a periodistas de la derecha mediática apelar a los dirigentes responsables y sensatos que puedan parar este pacto social-comunista. No hay más que ver como pocos, al estilo Page o Vara, han tenido la desvergüenza de alertar de la dependencia del separatismo para culpar de ello… ¡al PP y a Ciudadanos! Es decir, que toda la oposición o crítica interna a las maniobras de Pedro Sánchez para ser presidente a cualquier precio es pedir a Casado y a lo que queda de Ciudadanos que apoyen al candidato socialista y a su vicepresidente Pablo Iglesias para que estos no dependan del voto de Herri Batasuna y los golpistas de ERC. Absolutamente demencial…

La explicación no es otra que el sectarismo patológico y manifiestamente antidemocrático que supone el sanchismo, un virus que ha borrado la identidad del legado socialdemócrata del PSOE a pesar de haberse quedado con sus siglas como coartada para todo el mal que está haciendo. ¿Alguien piensa que Pedro Sánchez, sin la maquinaria y el peso histórico del partido, habría podido llegar a conseguir algo como Pablo Iglesias o Albert Rivera, que de la nada llevaron sus partidos a 80 escaños y a 57 respectivamente? Luego ya la autodestrucción de Podemos y Ciudadanos son dos historias completamente diferentes. Pero la realidad es que el sanchismo ha conseguido colonizar al partido socialista colocando en sus élites a personajes no solamente mediocres y semianalfabetos, sino muchos abiertamente siniestros y de la peor calaña personal y política que uno pueda imaginarse. Ese PSOE “responsable” al que siguen aferrados algunos incautos ya no existe, y posiblemente no existirá a corto plazo, porque el sanchismo solo es populismo podemita pero vestido con traje de Estado. 

Cuando uno se asoma a las redes y observa como el sanchismo de Estado, con su legión de cargos, cargas y carguitos, son capaces de insultar a un partido por la noche para abrazarlo y besarlo por el día, comprende que esto no tiene nada que ver con ideología y supuestos valores, sino simplemente con desvergüenza y fanatismo regado por los privilegios del sueldo público y el único argumento que justifica cualquier atropello: el enemigo, la extrema derecha. Una extrema derecha que hace dos años era Rajoy, hace un año Ciudadanos y hoy, por el momento, Abascal. El único pensamiento de la izquierda reaccionaria se reduce a que en la lucha contra el “fascismo”, o el franquismo, o la derecha, nada está prohibido, porque lo importante es combatir y destruir al enemigo. 

A Felipe González ya no le quedan más fuerzas que decir que se siente políticamente “huérfano”, y los que antaño lancearon a Pedro por hacer lo que está haciendo ahora solo les queda poner su reproche sobre el apoyo del separatismo y culpar al PP y Ciudadanos de que esto sea así. Una estafa argumental en toda regla y una cobardía personal sin perdón posible. Que nadie espere, en definitiva, una reacción o un ataque de razón de Estado de esos baroncillos que presumen de la naturaleza socialdemócrata heredada. Mientras el sanchismo no planee acabar con ellos, nada pasará en el partido socialista. Y, en la actualidad, la única que espera el estallido de la paz armada es Susana Díaz, a la que los otros baroncillos del partido no quieren ni ver.