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Los independentistas ganan, ¿Hasta cuándo?

Son una comunidad autónoma privilegiada desde hace 200 años hasta ahora para frenar sus demandas políticas y nada ha sido suficiente.

 

En Cataluña llevan 30 años adoctrinando a las nuevas generaciones en el odio a España. Condicionando y expulsando al Estado de su territorio (también en el País Vasco). El odio a la lengua y la bandera española es de una sociedad que hubiese estado oprimida, maltratada, sin libertades, instrumentalizado por élites y políticos que llevan toda su vida viviendo muy bien a cargo del Estado español y sus instituciones. Son una comunidad autónoma privilegiada desde hace 200 años hasta ahora para frenar sus demandas políticas y nada ha sido suficiente. ¿Hasta cuándo?

 

Responsables de esta situación han sido todos los gobiernos de España, del PSOE y del PP, que siempre han primado la diferencia ideológica izquierda – derecha sobre los intereses de la nación. Ambos han pactado con el PNV, CiU (hoy PDECAT), y ERC. Desde mediados de los 80 que al fiscal Jiménez Villarejo le ordenaron no investigar a Pujol por el caso Banca Catalana, todos los gobiernos de España han estado tolerando la corrupción del 3% a cambio de apoyo para formar gobierno y tener poder. Al destaparse la corrupción crónica con el informe UDEF, difundido a pesar de amenazas de cargos políticos de  España en 2012, los independentistas ya habían iniciado su camino quitándose la máscara. En 2012 Artur Mas sufrió un retroceso de 10 diputados pero pronto los errores, la incapacidad, el miedo, la cobardía del Gobierno de España y la oposición, que en esto “tanto monta monta tanto…” PSOE como PP, devolvieron la ventaja a los fanáticos del odio.

 

Un 155 apresurado, sin control efectivo de los Mossos, sin control de TV3, sin intervenir la Generalitat y una convocatoria apresurada de elecciones fortaleció a los fanáticos y dejó inerte al Estado. Los independentistas apoyaron al Gobierno del PSOE en su moción de censura (quedará en la Historia del país) y Rajoy, por razones nunca explicadas, en vez de ceder el testigo a su vicepresidenta u otro miembro de su Gobierno o del PP se refugió en un bar durante las horas decisivas del debate. ¿Qué pretendía?

 

Así hemos llegado hasta aquí. Con una sentencia leve, de lo más favorable a los líderes de la secta supremacista catalana, que podrán disfrutar del tercer grado, ir a la prisión solo a dormir (que ni eso harán), habiendo cumplido dos años de condena porque el control de las prisiones compete a sus líderes independentistas. Comparados los 13 años de condena de Junqueras con los 14 a alguno de los extremistas de derecha que irrumpieron en la Diada de 2013 en un mitin electoral en la librería Blanquerna de Madrid, no parece que haya el mismo criterio en ambos casos. Estamos ante un Estado absolutamente impotente para garantizar que la ciudadanía de Cataluña pueda ir a trabajar, al médico, a la compra, de viaje… por el colapso de carreteras, calles, estaciones de tren, aeropuerto… mientras el Gobierno permanece ausente, impotente, ante una revolución en su territorio en el que se combate una sentencia judicial y se fanatizan aún más contra España, contra los españoles y contra sus símbolos. Que las UIPs de Policía Nacional hayan tenido que actuar con cargas en el aeropuerto de El Prat (junto con los Mossos) dice todo sobre la complicidad o incapacidad de la Policía autonómica para cumplir con la tarea encomendada.

 

En Cataluña hay personas que no son libres, abandonadas por el Estado, con miedo a colocar su bandera en el balcón o a que sus hijos hablen nuestro idioma, su idioma, en el recreo del colegio. Y eso no se resuelve con diálogo. ¿Hasta cuándo?