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Manuela Chavero

Es imprescindible mejorar estos procedimientos de investigación. La ciudadanía merece más eficacia y ninguna propaganda.

 

Asesinada hace cuatro años en Monesterio, Badajoz, una brillantísima y amplia investigación concluye tras recibirse una carta anónima señalando al autor, que ha sido detenido y ha confesado el crimen. ¿Se investigará quien fue el autor/a de la carta para saber si pudo incurrir en algún delito por complicidad, encubrimiento, etc.? ¿Se ha actuado con la diligencia necesaria en la investigación? No existe un protocolo de análisis crítico de las investigaciones criminales que corrija errores e impida desviaciones indeseables en las prácticas policiales.

 

Una llamada anónima facilitó a la policía la matrícula del coche que secuestró a Anabel Segura, asesinada en 1993, al poco tiempo de producirse. Se traspapeló. Dos años después se resolvió el crimen. Tras el robo del Códice Calixtino en la catedral de Santiago, un policía entregó escrito señalando al autor del robo pocos días después de conocerse. No causó ningún efecto en la investigación. En ambos casos, como en otros, los investigadores recibieron medallas rojas (pensionadas) o blancas tras concluir con éxito las investigaciones. Hay que premiar la eficacia y la eficiencia, la diligencia investigativa, no “arduas y largas” investigaciones que pueden significar meses o años de parálisis injustificada.

 

De Manuela Chavero sabemos que salió entre la una y las dos de la madrugada, que no se llevó el móvil, documentos ni dinero, estaba en pijama con pantalón corto y dejó luces y tv encendida. Lógica: salió a ver a alguien conocido cerca de casa. Se descartó al joven al que llamó esa noche y a su exmarido. Un vecino de 24 años durmió esa noche en su casa, solo, a escasos metros de ella. Se supo después que cambió la tapicería de su coche, que tenía terrenos de su propiedad y que en los días de la desaparición acudió a curarse un golpe o herida en el brazo. Si con los datos expuestos, además de otros de posicionamiento telefónico, declaraciones de vecinos y circunstancias de la desaparición, la Guardia Civil acude al juzgado solicitando detenerlo, interrogarlo y registrar su vivienda y sus terrenos, posiblemente el juez lo habría autorizado y tal vez se habría acabado cuatro años antes.

 

Una inspección ocular en los lugares adecuados puede ayudar a resolver una desaparición y un crimen. Es el abc de la investigación policial (que no sea como el que hicieron en el crimen de la viuda de Vicente Sala en Alicante, ejemplo para las academias policiales de lo que no se debe hacer). Ese registro faltó también en el crimen del niño Gabriel, en Nijar, cometido por la pareja de su padre, en la finca donde tuvo varios días el cuerpo del menor. En el crimen de Diana Quer el discurso fue el mismo que ahora y con la asesina de Gabriel: “estaba en el punto de mira”. Pues si la asesina del niño no se pone nerviosa y desentierra el cadáver igual estamos todavía apuntando sin disparar. Y lo mismo en el caso de “El Chicle”, que intentó secuestrar a otra joven y por ello se produjo su detención. En este caso el asesino estaba también en el punto de mira, pero si no llega la carta anónima, otra vez apuntando sin disparar.

 

Es imprescindible mejorar estos procedimientos de investigación. La ciudadanía merece más eficacia y ninguna propaganda. Protocolos, inspecciones oculares, más colaboración y menos competencia entre Policía y Guardia Civil. ¿Qué nuevos datos llevaron a organizar una búsqueda del cuerpo de Manuela Chavero, retransmitida en directo, coincidiendo con la búsqueda en el Guadalquivir del cuerpo de Marta del Castillo? La habitual competencia desleal propagandística entre mandos de ambos cuerpos.